Ernesto Zedillo ha invitado a los embajadores y cónsules mexicanos a mostrar la camiseta que traen debajo de la camisa y defender al sistema político, es decir, al sistema priísta, al régimen de partido-Estado. Y lo ha hecho dentro del marco de una réplica a los críticos de la dictadura perfecta, a quienes han propagado el mito lucrativo de la ausencia en México de un régimen democrático.
Lo primero que tenemos aquí es la nueva obligación de los representantes diplomáticos mexicanos de responder a las críticas que se lanzan contra el PRI por casi todo el mundo. Nuestros embajadores tendrán ahora que defender a su partido, lo cual --al parecer-- no están haciendo, tal vez por vergüenza. Es decir, los diplomáticos mexicanos deberán ser lo desvergonzado que suelen ser los políticos priístas o el mismo Presidente, quien sostiene que toda la antidemocracia mexicana --conocida en casi todo el mundo-- es sencillamente un mito, una ficción o una alegoría, algo realmente inexistente. A partir de la nueva línea de conducta del servicio exterior --la de mostrar la camiseta priísta-- las legaciones mexicanas en el exterior dejarán de ser representaciones de México para convertirse en oficinas del PRI en el extranjero.
No se sabe cuánto dinero han ganado los críticos aludidos por el Presidente de la República, pues éste no quiso dar esa información al público, pero la crítica lucrativa ha sido por fin puesta de manifiesto ante la falta de reconocimiento del carácter corrupto del gobierno y de la gestión pública en México, lo cual --naturalmente-- no puede ser admitido en un discurso presidencial. Ahora resulta que quienes han lucrado en México no son los políticos corruptos, que los hay por montones, sino los críticos de tales políticos oficialistas. Es como el mundo al revés en el que el pirata es honrado, etcétera.
La nueva ofensiva del titular del Ejecutivo refleja una preocupación ante la creciente conciencia nacional e internacional sobre el verdadero carácter del sistema político priísta. Pero la respuesta presidencial es grotesca y carece de argumentos. Cuando Zedillo dice que la reforma política ha sido profunda, consensada y suficiente, admite que la legislación electoral --al menos esa-- era injusta desde el punto de vista de la democracia; tan es así que ha tenido que ser modificada para expulsar al gobierno de los órganos electorales. Es decir, que la legitimidad popular de que habla en referencia a su gobierno no es, por lo menos, tanta, ya que la ley electoral bajo la cual él fue elegido ha sido reconocida como injusta.
Por lo visto, el carácter esencialmente antidemocrático del sistema político priísta es algo tan conocido que se comenta en otros países, de lo cual se derivan las nuevas instrucciones presidenciales para que los embajadores mexicanos reivindiquen al PRI. Es decir, se trata de un mito internacional, fomentado por los críticos mexicanos al sistema mediante unas invitaciones a comer o, quizás, a cenar o desayunar, a los corresponsales extranjeros de prensa. Son --como se puede apreciar-- versiones míticas gastronómicas que se publican por todo el mundo. Sí, se trata del modus vivendi (ahora el Presidente habla en latín o en algo parecido) de unos malosos --diría en otro momento-- que hablan mal de unas reformas políticas tan buenas que los japoneses las han tomado como modelo: no comment, se tendría que decir en inglés para ser moderno, y porque debe ser más complicado decirlo en japonés.
Al parecer, el secretario Chuayffet le ha ido a contar cosas al Presidente y le ha dado línea, a tal grado que éste se encuentra informado de las conversaciones gastronómicas de los corresponsales extranjeros y, también, de los partidos que critican el financiamiento público legal pero recogen el cheque en el IFE antes que nadie porque suelen estar quebrados. Pero que un Presidente de una República (al menos de eso se habla) dicte política internacional ante los embajadores, con base en comentarios chocarreros de uno de sus colaboradores, eso ya no es más que parte del ``último régimen totalitario del siglo que se resiste a morir'', para usar las palabras que tanto le han molestado a Ernesto Zedillo y que, por lo demás, no fueron atribuidas a nadie en particular.
Sí, en efecto, existe en México uno de los regímenes de partido-Estado que persiste como herencia del siglo XX, con el agregado de que el mexicano es, además, corrupto. Hay un cambio, sin embargo. Por primera vez el Presidente de ese régimen lanza una exhortación a sus compañeros de partido para entrar al debate con el propósito de combatir las críticas a la antidemocracia sistemática mexicana: quitarse la camisa y mostrar el color y lo bonito de la camiseta priísta (cursilería aparte). Pero tal vez los embajadores mexicanos y otros muchos funcionarios públicos --a quienes también iba dirigido el mensaje-- no sean como Clark Kent, quien tan luego como se quita la camisa se convierte en Supermán.