La Jornada 11 de enero de 1997

Laura Esquivel incursiona en la literatura infantil

Cristina Pacheco Ť En diciembre, Laura Esquivel viajó por Estados Unidos para presentar la traducción al inglés de su segunda novela: La ley del amor. Gracias al público y la crítica, su libro figura ya en la lista de best-sellers. En un país donde anualmente se publican 19 mil novelas, la distinción tiene un enorme valor para nuestra literatura y para una escritora que ha dialogado desde hace mucho tiempo con el éxito.

Fantasmas y presencias

--¿Cómo entiendes el éxito?

--Como una respuesta de los lectores que cambió mis circunstancias, pero no a mí. Sé que lo que les sucede a mis libros no me ocurre a mí. Tengo esta visión gracias a una serie de incidentes afortunados: empecé a escribir tarde, muy tarde, cuando ya tenía una experiencia de vida. Generalmente se piensa que un escritor es una persona que trabaja en absoluta soledad y que mediante su esfuerzo individual llega a conquistar el triunfo. No es mi punto de vista. Considero que al escribir estás acompañada por tus fantasmas, por ciertas presencias de tu vida. Detrás de Como agua para chocolate se hallan mi abuela, mis tías, mi madre: todas las mujeres que han pasado su existencia en la cocina.

--¿Encuentras similitud entre la cocina y la habitación donde escribes?

--Por supuesto. En ambos lugares hay un gran despliegue de creatividad y son generadores de vida; además, en la escritura y en el acto de cocinar veo una similitud impresionante: te brindan infinitas posibilidades de jugar. En una acción lo haces a través de los elementos del mundo y en la otra mediante las palabras. A través de los guisos y de las palabras una mujer puede ejercer un poder inmenso.

El gran riesgo

--¿A qué te sabe el éxito?

--¡Rico! Con esto quiero decirte que para mí escribir es un juego muy placentero. Sé, y lo respeto, que muchos escritores han trabajado y vivido completamente atormentados. Yo no. Disfruté mucho, sobre todo, la escritura de La ley del amor. Quien lea esa novela tiene que estar dispuesto a gozarla. Así podrá entrar en un mundo lleno de música donde se permiten muchas cosas.

--Tú te permitiste escribir una novela que significaba, entre otros, un riesgo muy grande: que te abandonaran tus lectores.

--Cuando salió La ley del amor empezaron a atacarme, a decir: ``Escribió ese libro porque quiso volver a tener éxito''. La prueba de que eso no era cierto está en que me arriesgué a hacer una novela que, lo sabía, iba a provocar una serie de reacciones adversas y de rechazos. Lo nuevo suscita esas actitudes. Además, si yo hubiera estado realmente ansiosa de éxito me habría bastado con escribir ``Como agua para chocolate II.''

Una antigua deuda

--Quizá tus lectores vuelvan a inquietarse cuando sepan que incursionarás por un género en el que pocos mexicanos se han aventurado: la literatura infantil.

--Mi historia personal, mi profesión de educadora, siempre me hicieron sentir en deuda con los niños. Al fin encontré la oportunidad de saldarla. Parto de un guión cinematográfico: Estrellita marinera. Jamás llegó a filmarse esta historia. Como deseaba que los niños la conocieran decidí darle la forma de un cuento infantil. Muy bellamente ilustrado, aparecerá en la primavera. Ojalá los niños lo reciban con gusto.

--Tienes experiencia en la materia porque durante años escribiste guiones para programas infantiles en Canal 11. ¿Qué tan difícil resulta encontrar el lenguaje adecuado para acercarse a un niño?

--Bastante, por eso muchos escritores han abordado el género. No es fácil contarles historias a los niños y si lo haces debes tomar en cuenta muchas cosas: diálogos cortos, concisión. No hay que menospreciar a los niños como lectores. La historia que resulte buena y divertida para ellos tendrá que serlo también para los adultos.

Retorno al paraíso

--Para despertar la imaginación de los niños y captar su interés ¿el escritor intenta volver a un estado de inocencia total?

--Ese es un punto. Una de las cosas que más añoro y más me gusta de trabajar con los niños es que no tienen prejuicios. Puedes decirles que una taza es un caballo y lo aceptan sin el menor cuestionamiento. Poseen una capacidad de juego y de creación que me apasiona.

--Esas cualidades ¿no son también propias del escritor?

--Sí, pero son capacidades que todos debemos rescatar. Tenemos que proteger nuestro derecho a imaginar, ya adultos, que una taza puede convertirse en muchas otras cosas. En resumen, debemos oponernos a que razones, conceptos aprendidos o prejuicios nos limiten. De esto habla mucho La ley del amor. El prejuicio nos aleja a unos de otros. Oímos decir: ``si Fulano es de tal partido, al que no pertenezco, no hablo con él; si Zutano no ha leído a mis escritores ni siquiera intentaré comunicarme con él. Si hiciéramos a un lado los prejuicios, si empezáramos a comunicarnos con el alma y con el corazón, el mundo cambiaría.

--Mencionaste a los partidos políticos.

--No creo mucho en ellos. Los cambios colectivos son tan importantes como los individuales. Una persona que cambia, por el simple hecho de hacerlo, ya transformó al mundo. En el momento en que una persona modifica algo de su comportamiento ya no es la misma y tampoco serán los mismos aquellos seres que lo rodean.

Nunca más

--Desde que apareció Como agua para chocolate hasta la fecha es obvio que has cambiado. ¿Tus personajes también?

--Imagino que sí. Conservan sus características originales en el papel, pero la gente que los conoce, que los ha leído y los ha rencontrado a través de la relectura ya no los ve igual.

--¿Te citas con tus personajes en alguna parte?

--No. Jamás he vuelto a releer Como agua para chocolate, en cambio veo la película con cierta frecuencia.

--¿Te niegas a releer tus libros porque temes que haya sucedido en ellos algo que esté fuera de tu alcance?

--No, pero temo que a lo mejor se me antojaría modificarlos en algo. Como sé que eso no es posible, prefiero mantenerme a distancia.

--Por lo que dices, te imagino sentada en una estación, con bancas de madera, mirando pasar un tren en el que viajan tus personajes. Si eso ocurriera ¿a dónde irían?

--Hacia donde los lectores quisieran llevarlos. Esas criaturas ya no son mías.

--Cuando alguien te habla con demasiada familiaridad de tus personajes ¿qué sientes?

--Placer. Me gusta que los lectores los hayan hecho suyos, que les agreguen o les quiten rasgos, que se peleen por ellos, que los defiendan, porque todo eso les da vida real. Amigos psicoanalistas me han contado casos de personas que en las sesiones hablan de cómo influyeron sobre ellos mis personajes.

La estrella de la buena suerte

--Todo lo que has visto y oído a partir de tu relación con tus lecturas influye en ti. ¿Tiene un efecto semejante el diálogo con las escritoras de otros países?

--Me interesa mucho dialogar con ellas. Con Sandra Cisneros, por ejemplo, he sostenido largas conversaciones. Es muy interesante percibir qué es lo que ven, cómo interpretan el mundo, de qué les interesa hablar. Las escritoras europeas abordan muchos temas, pero las latinoamericanas tenemos algunos importantes en común: la mayoría estamos hablando de los mundos íntimos, de los mundos femeninos y de la lucha que sostenemos con el mundo exterior, el de la modernidad y del progreso.

--En este momento ¿cuál es tu escritora predilecta?

--Amy Tan. Lo que ella escribe está lleno de magia y eso me fascina.