Eva Perón, la verdadera historia, película argentina de Juan Carlos Desanzo, se realiza y estrena casi al mismo tiempo que Evita, la superproducción de Alan Parker, estelarizada por Madonna, Antonio Banderas y Jonathan Pryce. De una u otra manera, la cinta de Desanzo es, desde su título, un intento de restituir al personaje polémico de Eva Duarte su dimensión auténtica y su complejidad, más allá de lo que se supone sería la distorsión hollywodense. Se recuerdan las polémicas y las iras encendidas de los peronistas, y de muchos argentinos no necesariamente simpatizantes de la causa justicialista, el anunciarse el proyecto estadunidense de filmación de Evita. Hoy, cuando la cinta de Parker es un éxito de taquilla en Norteamérica, Argentina envía a Hollywood la cinta Eva Perón, la verdadera historia, para competir por el Oscar a la mejor película extranjera. Se recordará que en 1985, La historia oficial, del argentino Luis Puenzo, conquistó ya esa presea.
En espera de las inevitables comparaciones que suscitará Evita, cuyo estreno está programado en México para el mes próximo, la cinta de Desanzo cumple su cometido pedagógico de esbozar el perfil político e histórico de Eva Duarte, compañera de Juan Domingo Perón. La acción se sitúa en Buenos Aires, a principios de los años 50, durante la preparación de la campaña electoral en la que se propone la reelección de Perón como presidente, con Evita como vicepresidenta, para el periodo 1952-58 --una mancuerna política incómoda para los militares. Eva Perón cuenta con el apoyo (y la presión) de los poderosos sindicatos obreros; en poco tiempo se vuelve abanderada de los pobres, de sus ``descamisados'', y emblema de una política social progresista cuyo objetivo declarado es acabar con la oligarquía local y con la dependencia económica de la nación.
Un aspecto interesante de la cinta: la ironía apenas disimulada con que se exhibe el sentimentalismo bonachón de Juan Domingo Perón, el demagogo autoritario. Una serie de flash-backs muestran su encuentro con Evita --la novela rosa del general-presidente y la corista ambiciosa--; más atrás, hacia los años 20, la infancia desdichada de la protagonista, niña bastarda que luego será actriz mediocre de radionovelas, hasta el día en que, según sus palabras, interpreta su papel definitivo como compañera del presidente de Argentina. José Pablo Feinmann, autor del argumento original, rescata las diversas facetas de Evita Perón, la anécdota pintoresca y el perfil hierático de esa Primera Dama que la oposición califica de ``mezcla de Pasionaria y Arrabalera''.
La cinta de Juan Carlos Desanzo aborda los temas políticos, el episodio de una huelga, las concentraciones multitudinarias frente a la Casa Rosada, las conspiraciones de la burguesía, como elementos anecdóticos al servicio del retrato sentimental de Evita. Y si se utiliza tan parcamente el material de archivo --apenas unas cuantas imágenes para esencializar al ``pueblo''-- es porque el afán del director no es mezclar documental y ficción en la lección de historia, sino privilegiar el punto de vista de la protagonista, elaborar el retrato íntimo, y explorar complejidades sicológicas. El ``drama humano'' es el asunto de la cinta, no la realidad del justicialismo y sus antecedentes históricos inmediatos, elementos que se dan por conocidos. Hay reflexiones inesperadas, como las del diálogo entre Evita (en su lecho de agonía) y Paquito, su modisto homosexual, en las que éste último hace la analogía entre la ``condición de los oprimidos'': los pobres, las mujeres y los ``putos'' (``en Argentina, ser pobre y ser puto es la misma cosa; imagínese ser un puto pobre''). Palabras más, palabras menos, dice Evita: ``Si no le entenderé yo, Paquito, que siempre he sido tratada de puta''.
La interpretación de Esther Goris es notable, particularmente en las escenas del balcón presidencial o en su llamado a detener la huelga obrera; incluso en los momentos en que la cinta tiene todo para naufragar en el melodrama (episodio de la agonía de Evita), la actriz impone su tono sarcástico y se refiere con ironía a ese cuerpo suyo que ha conseguido derrotarla. Víctor Laplace teatraliza con astucia la demagogia ``revolucionaria'' de Juan Domingo Perón. Eva Perón tenía, por su parte, memorables arranques de grandilocuencia. En su libro La razón de mi vida (Editorial Pax, México, 62), la santa patrona de los descamisados se describe a sí misma: ``Yo no era ni soy nada más que una humilde mujer... un gorrión en una inmensa bandada de gorriones... Y él (Juan Domingo) era y es el cóndor gigante que vuela alto y seguro entre las cumbres y cerca de Dios''. ¿Qué película podría plasmar (o superar) esto