El manifiesto a favor de una Alianza para la República que firmamos un conjunto de intelectuales, muchos de ellos de muy particular relieve en la vida política del país y otros más vinculados a los esfuerzos continuos de la sociedad civil por alcanzar una vida democrática, además de causar un revuelo notable, ha merecido el rechazo, en diferentes tonos, de muy distinguidos colaboradores de La Jornada de mis amores.
En lo personal, el admirable Rafael Barajas, El Fisgón, amigo desde antes de que naciera por mi permanente amistad con su madre, Rosa María Durán, sin perder el tono de afecto que siempre ha normado nuestra relación, con su cordial sonrisa, me expresó su inconformidad con la aparición de mi firma en el desplegado. Quedamos en encontrarnos y discutir el tema.
Lo menos que se ha dicho por estos mismos rumbos es que la alianza compromete al PRD a someterse a los propósitos conservadores y neoliberales del PAN, y que la única alternativa viable es que se lance solo a la lucha electoral. Se dice, inclusive, que la alianza lógica sería la del PRI y el PAN, por sus afinidades esenciales. Por supuesto que las mayores críticas a la propuesta, dentro del PAN, parten de la certeza de un triunfo electoral para el mes de julio. Y eso está, aún, por verse.
Con el debido respeto y afecto indiscutible e inamovible a mis colegas jornaleros y a otros parecidos, sostengo que no tienen razón.
La Alianza a favor de la República lo que propone no es otra cosa que la elaboración de una estrategia de acción legislativa común para llevar a cabo en el Congreso de la Unión, particularmente en la Cámara de Diputados, las tareas del cambio. Se trataría de un pacto de legislatura, como tantos se hacen en el mundo, que en modo alguno comprometería renuncia a las respectivas concepciones políticas. Unicamente obligaría a garantizar la democracia, lo que significa entre otras cosas, elecciones libres, independencia de los poderes, saneamiento del Estado y el fin del corporativismo y la corrupción. Habría que volver a pensar en los famosos ``Veinte compromisos por la democracia'' que muchos hicimos nuestros antes de las elecciones.
En los últimos meses, particularmente en el campo electoral, se ha visto cómo el mayoriteo priísta ha servido para destruir, al menos parcialmente, un excelente proyecto, por supuesto que mejorable, de Ley Electoral y la consecuencia ha sido que el PRI, solito y sus almas ejecutivas, lo hayan impuesto. ¿No habría llegado el momento, con unas Cámaras compartidas en mayoría convencional, para dictar la ley electoral que México requiere?
Por el mismo camino --y que me perdonen lo tendencioso--, el simple estudio conjunto del Proyecto de Ley Federal del Trabajo presentado por el Grupo Parlamentario del PAN en el Senado y que el PRD conoce y con el que me parece estaría sustancialmente de acuerdo porque no tiene un pelo de neoliberalismo, sería un objetivo fundamental.
Por ese camino, sin renuncia a ninguna posición política, se puede llegar muy lejos. En lo que los partidos no estuvieran de acuerdo, cada quien seguiría su propio camino. Pero en lo esencial, juntos. No faltarían, estoy seguro, las incorporaciones espontáneas de no pocos miembros del PRI.
Pretender llegar en este momento al socialismo por la vía de las elecciones sería una pretensión a la que yo me incorporaría, pero con muy pocas esperanzas de lograr un resultado. Por hoy es más que suficiente luchar sólo por la democracia. Ya se verá después hacia dónde quiere cada grupo navegar.
Yo me conformaría con una auténtica división de poderes ¡qué modesto! con elecciones libres; con garantías de educación, vivienda, alimentación y empleo; con libertad de cultos sin restricciones al ejercicio del derecho de voto, cualquiera que sea la condición de los ciudadanos; con respeto a la tradición del asilo, hoy en crisis, y con una justicia pronta y expedita. Y, de paso, con el pleno reconocimiento a los derechos humanos, individuales y sociales que establece nuestra Constitución. ¿Es mucho pedir?
El PAN tiene la palabra. El PRD ya ha decidido ese camino.