Hace un par de días, al darse a conocer los índices oficiales de precios para el pasado diciembre, se reflejó un panorama que requiere de un enfoque realista, más que pesimista u optimista. Luego del aumento anunciado de 3.2 por ciento en ese mes en el índice nacional de precios al consumidor, no se antoja fácil el cumplimiento de la meta oficial de un aumento en los precios del 15 por ciento entre diciembre de 1996 y diciembre de 1997.
Por lo pronto, la meta anterior de un aumento del 20.5 por ciento entre el último mes de 1995 y el último de 1996, había sido sustituido, en noviembre en las previsiones para 1997, por un 26.2 por ciento; y aun éste fue rebasado por el aumento que hubo en realidad, del 27.7 por ciento, según las cifras oficiales. Aunque no necesariamente en forma tan drástica como en enero de 1996, los aumentos de impuestos y otros ligados al inicio del año o fines del anterior, harán difícil un aumento bajo en los precios en este mes de enero. Hace un año, el porcentaje de aumento de enero fue incluso superior al del diciembre inmediato anterior.
En un escenario para ejemplificar, partimos del supuesto de que, una vez remontada la cuesta de enero, el ritmo de los precios baja drásticamente y ya en marzo queda en uno por ciento al mes. Suponemos que éste se mantiene estable hasta octubre y que el repunte de fin de año es mínimo, a 1.2 por ciento en noviembre y 1.5 por ciento en diciembre. Aun con todo esto, para que se cumpla la meta del 15 por ciento diciembre-diciembre, el aumento en el actual mes de enero debería caer, del 3.2 por ciento de diciembre pasado a un 2.2 por ciento, y luego a 1.2 en febrero.
Para dar una idea de lo difícil de cumplir de este escenario, recordamos algunos datos. El uno por ciento mensual no se ha dado ni siquiera en un mes de lo que va del actual sexenio; no será fácil que sea el aumento promedio mensual de ocho meses consecutivos. Además, hay varias causas de los repuntes de precios que se han experimentado año tras año. Por ejemplo, en los dos años anteriores, incluso en medio de una tendencia a la baja en el ritmo de aumento de los precios, en abril ese ritmo volvió a aumentar en comparación con el de marzo.
Aun si se cumpliera la previsión oficial, el nivel promedio de los precios en todo 1997 aumentaría alrededor del 20 por ciento, frente a todo 1996. Esto último es importante, porque ni la gente ni el país gastan todo, ni reciben todo su ingreso en diciembre, sino a lo largo de todo el año. El porcentaje implícito en las cifras del presupuesto federal es de 23 por ciento. Esto implica, por ejemplo, que el salario mínimo, que aumenta sólo en un 17 por ciento, seguiría bajando en 1997 en términos reales, en poder de compra, incluso si se cumple la previsión oficial de los precios.
Todo esto dentro de un escenario relativamente optimista. Pero, ¿qué sucederá si el Banco de México, que supuestamente nunca interviene en el mercado cambiario, y sea que el dólar suba o que se estabilice, se atiene al clásico ``yo no fui'', suspende su nunca reconocida intervención después de las elecciones de julio y tenemos una nueva, aunque moderada, devaluación? Obviamente, si esto sucede, con una economía cada vez más abierta y dependiente del dólar, los precios volverán a aumentar más rápido.
Además de lo anterior, cabe recordar los aumentos en artículos y servicios básicos o de uso generalizado que se han dado en las últimas semanas. Son aumentos muy superiores al índice general, muy superiores al 3.2 por ciento en el mes de diciembre, por ejemplo. Y es que el citado índice promedia los precios desde la leche, los huevos y las tortillas, hasta los artículos de lujo. Y, claro, los aumentos en los primeros afectan más a los sectores con menos recursos económicos. Por lo mismo, el efecto de la reciente escalada de precios en sectores que en nuestro país son mayoritarios, es bastante mayor que lo que se desprendería de las cifras oficiales que son una especie de promedio.
Si se trata de resolver estos problemas, no se puede eludir señalarlos tal y como son, y analizarlos con objetividad.