La Jornada 13 de enero de 1997

CONFIRMO CRISTINA SANCHEZ SU ALTERNATIVA

Rafaelillo Ť Miguel Espinosa Armillita Chico conservó sitio y categoría gracias a su entrega con un toro de regalo, Almirante, negro entrepelado y bragado con 494 kilos, manso como sus hermanos de Santiago y por momentos codicioso y trotón, al que le cortó una oreja.

La Plaza México lució llena por el atractivo de un acontecimiento singular, la confirmación de alternativa de la madrileña Cristina Sánchez, fenómeno del toreo a sus casi 25 años, quien se mostró insegura, falta de sitio e incluso con pecados de novillero. Fue, sin duda, una gran decepción.

Encelado por la seducción de la Sánchez, Miguel Armillita se esmeró con el primero de su lote, Brujo, cárdeno oscuro con 531 kilos, al que intentó templar con su reconocida calidad, logrando sólo momentos de luminoso quehacer. En ese plan brillaron los cambios aterciopelados y algún natural. Mató de estocada desprendida que caló y salió al tercio a recibir la ovación.

En cambio, al cuarto, Gaitero, con 503 kilos, Miguel no pudo pararlo. El bicho metía las patas al embestir y comprometía al espada, quien de plano toreó sobre piernas y sin exponer gran cosa. Dejó una estocada casi entera en buen sitio y fue pitado. Por ello, quizá motivado por su propio celo profesional, regaló a Almirante, de embestida tarda y aquerenciado en tablas, al que a costa de consentir y tras insistir un buen rato logró domeñar aguantándolo repetidamente, ligando el de pecho con el pase natural. El público se le entregó porque Armillita también lo hizo. La tanda final de derechazos incluyó un cambio musical, el molinete y el molinete invertido ligados con el de pecho. Fue un momento de verdadera conjunción. Estocada desprendida y la justa concesión de la oreja para premiar la casta del torero sobre el descastado ejemplar de Santiago.

A Cristina se le esperó con expectación, y pronto, demasiado quizá, afloraron los defectos de la novel torera. Con Duende, negro meano con 476 kilos, y con él confirmó su doctorado --lo recibió en Nimes en mayo pasado--; se vio francamente nerviosa y sin proyectar emoción alguna. El toro fue para ella un galimatías al que no pudo interpretar. La matadora, eso sí, repartió besos a sus alternantes --durante la ceremonia--, pinchazos por doquier. Ante el sexto, Diamante, berrendo en colorado con 508 kilos, estuvo a la deriva, sin plan de faena, evidenciando su falta de adaptación a las reses mexicanas de alguna catadura. No pudo cuajar una sola serie limpia; vamos, ni un pase, salvo un molinete apretado, y el descontento del multicéfalo se hizo sentir. Pinchazo, estocada desprendida, aviso y descabello al quinto golpe. Los silbidos insinuantes se tornaron en un sonoro abucheo.

Alejandro Silveti, por su parte, no pudo suavizar las acometidas del tercero, Sultán, con 482 kilos, con recorrido pero sin bravura. Hubo momentos en los que el toro pareció superar al torero, quien de plano no logró acoplamiento alguno. Cuatro pinchazos, aviso y media estocada. Con el quinto, Embajador, con 491 kilos, apenas pudo esbozar su torero temerario --realizó el péndulo hasta en tres ocasiones--, pero sin ajustarse del toro. Los altibajos predominaron durante la lidia, que culminó con una buena estocada. Salió al tercio.