La Jornada 13 de enero de 1997

La celda del dirigente del MRTA, una tumba

Mireya Cuéllar, enviada, Lima, 12 de enero Ť Sus paredes de cemento armado miden 70 centímetros de ancho, es un cuarto de dos metros de alto por dos de ancho y largo donde sólo hay una letrina y una plancha de concreto que hace las veces de cama. En el techo, una claraboya de 15 centímetros da paso al aire y a un rayo de luz. Así es ``la tumba''donde Víctor Polay Campos, el máximo dirigente del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) pasa 23 horas y media del día, en la base naval del Callao.

``Las condiciones carcelarias en que vive mi hijo y los demás presos emerretistas son totalmente despiadadas, crueles...'', dice Otilia Campos de Polay, la única persona que durante 30 minutos, una vez cada mes, puede hablar con el dirigente del MRTA a través de un ancho cristal incrustado en el muro.

El comando formado por una veintena de jóvenes, encabezados por Néstor Cerpa Cartolini, tomó la residencia del embajador de Japón en Lima hace más de 20 días con la demanda de que sean liberados los 458 militantes del MRTA que están en distintas cárceles del país.

Victor Polay, Peter Cárdenas y Lucero Cumpa, son los tres dirigentes confinados en la base naval del Callao hace ya tres años. Los otros presos de ese mismo grupo, entre ellos la estadunidense Lori Berenson, purgan condenas en las penitenciarías de Yanamayo y Castro y Castro --ubicadas en otros departamentos de Perú-- donde las condiciones de cautiverio y las normas son algo más benignas.

En las celdas del Callao no hay agua; ``cuando hacen sus necesidades tienen que golpear la puerta para que desde afuera operen un mecanismo que permite su paso por el hueco en el piso que sirve de letrina. No pueden hablar con nadie, ni siquiera con sus carceleros. El sistema para entregarles los alimentos está compartimentado''.

Cada día, de uno en uno, para que nunca se vean, los presos pueden salir a un pequeño patio durante 30 minutos.

El 9 de julio de 1990, Víctor Polay y 46 emerretistas se fugaron, a través de un túnel, del penal Castro y Castro, en una operación dirigida por Cerpa Cartolini. Dos años despues fue recapturado y llevado a Yanamayo. Ahí pasó un año, y desde hace tres está en la base naval.

``Los primeros 14 meses en el Callao no pude verlo. Cuando me permitieron entrar y mirarlo me asusté; había perdido más de 30 kilos de peso y estaba casi ciego. Vivir en una oscuridad casi completa y totalmente aislado lo estaba matando'', recuerda la madre, comerciante ferretera de 68 años que ha recurrido a diversos organismos internacionales en busca de ayuda para modificar las condiciones carcelarias de su hijo.

La esposa de Víctor, Rosa Polay, vive asilada en París desde hace siete años con sus tres hijos; ``no los iban a dejar en paz''. A mi negocio han entrado dos veces para revisarlo todo y siempre encuentran lo mismo; los viejos libros de mi marido, dice la madre del máximo líder del MRTA.

Otilia Campos viuda de Polay es el único familiar de los dirigentes emerretistas que habla con la prensa nacional y extranjera. Los medios de comunicación en Perú la evitan. El gobierno de Fujimori se los pidió, y los periodistas no dudan en atenderle; el artículo segundo de la Constitución garantiza el derecho a la libertad de expresión, pero la ley antiterrorista prevé el delito de ``apología del terrorismo'', así que cuidado y alguien diga algo que pueda ser interpretado como favorable al MRTA o lo publique.

Nadie puede demandar atención para los presos acusados de terrorismo, así es que más de uno ha muerto de tuberculosis en la cárcel y Víctor Polay, a quien le rompieron la clavícula izquierda durante una tortura --narra la madre-- ``sufre de unos dolores muy fuertes en el hombro porque nunca le dieron atención médica; me da la impresión que no la tiene en su lugar''.

Tampoco le han atendido un problema respiratorio; ``tiene como asma desde que estuvo en Yanamayo'', cárcel donde la altura sobre el mar hace que en ciertas temporadas la temperatura sea menor a 15 grados.

En el Callao están también Abimael Guzmán y la plana mayor de Sendero Luminoso, sólo que el presidente Gonzalo firmó --seis meses después de su captura-- un ``acuerdo de paz'' en el que asume la derrota y reconoce virtudes a Fujimori, a cambio de una amplia sala de lectura y varias horas de sol al día.

El gobierno propuso hace varios meses el mismo acuerdo a Víctor Polay, según la madre, pero el emerretista se niega a firmar un documento en esos términos.

Otilia Campos platicó con La Jornada en su casa de La Molina, barrio limeño de clase media, cuya habitación más importante es la biblioteca de Víctor Polay (padre) un fundador del APRA que fue miembro del Congreso de la Nación.

``Lo han traído para que vaya muriendo poco a poco''

``Esa cárcel es para matar a cualquiera; lo tienen ahí para mermarlo, para que pierda el sentido y firme cualquier cosa. También para que vaya muriendo poco a poco, no sé cómo es que resiste, dice con tristeza esta mujer cuzqueña de quien, a sus 68 años, nadie podría decir que es una anciana.

--¿Cómo es que su hijo se enrola en la lucha armada?

--El es hijo de luchadores sociales. Mi esposo fue uno de los fundadores del partido aprista, en septiembre de 1930. Mis padres formaron el partido aprista en Cuzco, yo soy cuzqueña. Mi esposo, también de nombre Víctor, estuvo preso 15 años (1930 a 1945). En todos los gobiernos salía y entraba de la cárcel. Un gobierno nos mandaba a la ilegalidad y los dirigentes iban a prisión, llegaba otro y le reconocía legalidad y todos iban para afuera. Así nos pasamos muchos años.

Era un buen estudiante y, como su padre, era aprista. Pero por andar en la política haciendo pintas con otros jóvenes un buen día lo llevaron a la cárcel. Era menor de edad, así que lo dejaron libre y yo decidí mandarlo a Europa porque si no iba a estar como su padre; entrando y saliendo de prisión. Estuvo un año en España, donde se encontró con Alan García, y juntos se fueron a Francia. Víctor se matriculó para economía en la Universidad de París. Vivió en Europa siete años y ahí se relacionó con muchos izquierdistas latinoamericanos. Cuando regresó a Perú ya no entró al APRA, sino que formó el MRTA.

El mismo año que Víctor regresó, Alan fue electo presidente del país; mi hijo pudo obtener un buen cargo en el gobierno porque eran muy amigos, pero no, él escogió el camino más difícil. Su error es ser un romántico, pensar que pueden cambiar las cosas.

Yo pienso que hoy hay bases para la legalización del MRTA, para que se incorporen a la vida civil y sean útiles a su patria. Pienso que estos líderes, que ya tienen más de 40 años, no querrán seguir en estas luchas (armadas). Además, ya pasaron de moda, perdieron vigencia. Hace 15 años todavía se podía pensar en estas formas de protesta, pero yo creo que en este momento ya no es posible.

--¿Pero están acusados de terrorismo?

--Así es, pero Víctor fue sentenciado en dos días por jueces sin rostro y Eduardo Díaz Canales, el abogado que nosotros tomamos para su defensa, estaba fuera de sí del susto, transpiraba, no abrió la boca durante las audiencias. Ya estando Víctor en El Callao, el abogado también fue juzgado y sentenciado a 30 años de prisión acusado de colaboración con el terrorismo. Pero él se acogió a la ``ley del arrepentimiento'', así que señaló a diez supuestos terroristas que estaban libres --como demanda dicha ley-- y un año después pudo salir.

A Víctor se le acusó de 37 muertes ocurridas durante enfrentamientos del MRTA con las fuerzas leales al gobierno. Yo no sé si los emerretistas han puesto coches-bomba. Esos los ponía Sendero.

Al MRTA el gobierno de Fujimori lo ha metido en el mismo costal que a Sendero Luminoso para poder acabar con su guerrilla. En este país te acusan de terrorista y ya no eres nada, es como cuando a los apristas los acusaban de ateos.

En aquellos años, la peor acusación que podía caer sobre ti era la de no creer en Dios, así, si eras ateo no estabas muy lejos de ser asesino.

Me he pasado la vida en este baile. Algunas noches despierto y me pregunto qué habré hecho yo para tener esta vida. Primero la casa de mi padres; marcada porque ahí vivían apristas. Después mi marido entrando y saliendo de la cárcel y hoy, mi hijo.

No me quejo, porque todos han estado en eso por ideales, pero muchas noches no puedo dormir y algunas de ellas preferiría no tener tanto de qué ocuparme.

Otilia Campos no es una mujer quejumbrosa o abatida. Con el mismo tono que narra la historia familiar dice que muchas noches de insomnio las mata mirando películas mexicanas en el televisor, o recomienda no irse de Perú sin haber visitado Cuzco. Es cuidadosa con sus palabras porque, como dice, tiene que hablar para ayudar a su hijo, pero a veces también se requiere prudencia para auxiliarlo.

--¿Qué le dijo su hijo sobre la toma de la embajada japonesa?

--En diciembre ya no pude hablar con él. Yo lo único que quiero es que todo se solucione bien, que nadie salga lastimado, sobre todo los rehenes. Los muchachos del MRTA sabían a lo que iban, ellos están decididos a todo.

De Víctor no sé, cada mes tengo que solicitar a la Marina de Guerra la entrevista de 30 minutos a que tiene derecho. En diciembre ya me habían dicho que sería más o menos el 22, pero como vino la toma de la embajada el 17, me avisaron que estaba suspendida la visita. Después llamaron para decir que podía llevar una cena para la Navidad. La entregué en la base y no supe más. Ahora haré la solicitud de enero.

Tampoco puedo decir mucho sobre lo que piensa y opina mi hijo porque sólo podemos hablar de temas generales. Hay siempre un oficial presente, junto a él, en nuestras conversaciones a distancia. No podemos hablar tampoco de temas familiares: los militares no tienen porqué enterarse de nuestros asuntos.

Hay días que Víctor tampoco tiene muchas ganas de hablar o sólo expresa sus quejas; que le duele mucho el hombro, que tiene problemas para respirar. Su ánimo es variable. Otros días está más contento. Antes tampoco nos hablaba mucho del MRTA. En la casa siempre se habló de política, pero él fue muy reservado para sus asuntos.

No sé qué quisiera hacer si es que sale, además de que él está totalmente aislado. No puede recibir periódicos o revistas y sólo aceptan que le deje algunos libros de literatura, si le llevo algo de política me lo devuelven. Después de la primera vez que le vi, y lo encontre tan mal, hablé con grupos de derechos humanos y con la Marina.

Fue entonces cuando le pusieron una lámpara para que pudiera empezar a leer. Al principio sólo le daban la Biblia. Y una de esas primeras veces que lo visité me dijo: mamá, es el libro más revolucionario que he leído en mi vida.

El otro día me devolvieron las memorias de Winston Churchill y unos libros de historia de Perú que me pidió. Me parece terrible que a mi hijo no se le permita siquiera leer la historia de su país. Aceptaron algunos de Vargas Llosa, pero Gabriel García Márquez está prohibido; me regresaron Cien años de Soledad, quizá les pareció subversivo.

--¿Y escribe?

--Sólo algunas cartas que yo envío a su esposa o sus hijos. Pero son muy generales, pues todo es revisado por el gobierno. Hace seis meses me dijo que le estaba mandando una carta a su abogado donde detalla todos los problemas que vive en esa ``tumba'', pero la Marina no me la ha querido entregar. Ahí tenemos un problema; él tampoco sabe que no tiene abogado, nadie quiere defenderlo, pues podría ir a la cárcel... ¿cómo le digo que no hay en Perú alguien dispuesto a defenderlo.