En mi entrega de la semana anterior me referí a la precariedad de las relaciones de representación entre los partidos políticos y la sociedad civil, tal que, los miembros de los partidos políticos en gran medida se representan a sí mismos. Sin cuestionar la legitimidad de la autorrepresentación de quienes han decidido organizarse o sumarse a una organización partidaria, el problema de organización sociopolítica de la sociedad mexicana que de ahí deriva es la distancia obligada que necesariamente surge entre la configuración del poder político del Estado, y la propia sociedad.
Este hecho es en parte responsabilidad de los propios partidos, que durante ya mucho tiempo han empeñado la mayor parte de sus esfuerzos en el tema electoral y, con mucho, la menor en la ampliación de su implantación social, y en atender de cerca el conocimiento de la problemática real de los distintos estratos sociales y de la amplísima diversidad social, económica y cultural de las regiones que componen el país. Pero en parte también se explica por la falta de madurez política de la propia sociedad. La sociedad aún no sabe, en la práctica, para qué sirven los partidos políticos.
La expresión más clara de la falta de representatividad de los partidos puede hallarse en la queja cotidiana y el desencanto de tantas voces respecto a la actividad de los partidos, pero quizá una expresión mucho más contundente sea la proliferación de lo se ha llamado con imprecisión ``las organizaciones de la sociedad civil'', destacadamente el vasto número de ONG que intentan abordar y dar solución a un gran número de problemas reales de comunidades y grupos diversos. Podemos recordar también el momento en que de manera directa el EZLN manifestó no sentirse representado por ningún partido político. Tal fue también la justificación política expresada por el EPR.
El punto en particular que es de subrayarse no es la existencia como tal de organizaciones sociales para atender los problemas aludidos, sino el hecho de que en nuestro caso esas organizaciones parecen surgir de una insuficiencia acentuada de actividad social de los partidos. Bien podrían existir tales organizaciones y sus miembros ser, al mismo tiempo, si no necesariamente militantes de un partido determinado, sentirse representados por alguno de ellos, debido a que en el programa partidario identifican de alguna manera sus necesidades más sentidas.
La proliferación de las ONG, o de otras organizaciones ``de la sociedad civil'' no es ni puede ser, desde luego, la solución a los defectos de representación de los partidos respecto a la sociedad. Tampoco en este caso, por supuesto, cuestiono la legitimidad y el derecho de los ciudadanos a organizarse en ONG o como se les venga en gana, en la búsqueda de repuestas a sus problemas. Intento reflexionar sobre la eficacia del conjunto de la sociedad para resolver sus problemas.
Más allá del hecho de que existen ONG que no son sino un modus vivendi de pequeños grupos, una gran proliferación de organizaciones parciales sólo puede conseguir desorganización del conjunto de la sociedad y, muy probablemente, dificultades insalvables para conseguir sus objetivos: la sociedad es, por definición, conflicto y contradicción. Si no existen instancias adecuadas de síntesis y de acuerdo, lo que se consigue es exacerbar los conflictos y acentuar las frustraciones. Ello resulta del hecho de que es absolutamente factible que los objetivos de unas ONG estén en abierta contradicción con los objetivos de otras, mientras y unas otras permanecen ignorantes de tal contradicción. Un ejemplo típico de contradicción: un aumento en el precio del maíz beneficia al campesino, pero tiene como efecto el aumento en el precio de la tortilla y, por tanto, ello restringe el salario real de los obreros urbanos, a menos que una mediación política cambie los efectos de ese encadenamiento económico necesario.
Destaco entonces la necesidad ineludible de la mediación política y, por tanto, rescato aquí la necesidad y la superioridad de la esfera política y, por ende, de la organización partidaria, siempre que ésta adopte determinadas formas de trabajo. Estudie de fondo los problemas, alcance síntesis equilibradas, logre acuerdos interpartidarios y con el gobierno y, por esta vía, consiga reflejar del modo más eficaz la vida y las necesidades reales de la sociedad y haga conciencia en ésta de que es imposible satisfacer las demandas de todos simultáneamente. Esto, durante los tramos y espacios en que no haya competencia electoral.
En una sociedad del tamaño y complejidad de la mexicana, parece imposible que organizaciones partidarias sólo de alcance nacional logren esas formas de representación. Para estar más cerca de las comunidades, serán necesarias formas partidarias de carácter estatal y regional que formen parte de los procesos de construcción de síntesis nacionales. Descentralización política efectiva es una vía, y aquí veo, entre otras cosas, la ubicación justa de formas autonómicas de las comunidades indígenas que promuevan en los hechos la calidad de vida de las comunidades fortaleciendo --no fracturando--, el pacto federal.