Las personas que vieron la exposición ¿Buñuel! La mirada del siglo, en el Centro Reina Sofía, dicen que luce mejor en el Palacio de Bellas Artes. No lo dudo, se ve que respecto al montaje se hizo todo lo que se pudo, sin embargo es difícil fijar la atención en cada una de las piezas exhibidas, que son demasiadas. Unas no resultan tan pertinentes como otras. Sin embargo mis objeciones no van por allí. Pese a lo que digo sobre el montaje, la muestra le quedó al Palacio como un Santocristo a unas pistolas. Pero esto precisamente puede ser muy buñuelesco. La segunda, más importante, es que Buñuel parece congelado.
El comisario es Yasha David, uno de los curadores estrella, que como otras luminarias de hoy día se proponen más como autores que como intérpretes ya sea de un artista o de una corriente o modalidad. Si somos estrictos, habría objeciones que hacerle. Seccionando las reiteraciones y obsesiones de Buñuel, que en pantalla se mantienen por segundos, logra que el espectador se olvide de la secuencia que guardan las escenas. Esa fue su opción, válida, pero quizá contraproducente para el cinéfilo. No obstante, lo que a mí me sucede es que veo que algunas piezas alteraron su contexto original por falta de atribuciones correctas. Comenzando por los retratos de los surrealistas (Buñuel entre ellos) con los ojos cerrados, museografiados en los muros de la Sala Diego Rivera. Son imágenes ultraconocidas y están entresacadas de un montaje de Magritte titulado je ne vois pas la cachée dans la foret, o sea, no veo a la escondida en el bosque (la escondida es una mujer desnuda). Se publicó en el último número de La Revolution surréaliste, el 15 de diciembre de 1929. Ese mismo año, a través de Man Ray y de Louis Aragon, Buñuel se integró al grupo surrealista. En 1932 se desvinculó oficialmente del mismo, pero conservó amistad con varias personas, que siempre iban cambiando. Con Dalí habría de romper radicalmente años después, por lo que sus obras tardías en exhibición poco proceden, cosa que se compensa con la presencia de las tempranas y sobre todo con el estupendo retrato de Buñuel, anterior a Un perro andaluz que es pieza poco exhibida, de las más disfrutables de la exposición en el rubro de pinturas y dibujos.
Una obra pictórica expuesta que necesitaría acotación es Le viol de Magritte, fechada ca. 1935. Se trata de una de las versiones posteriores del cuadro original de ese nombre, realizado en 1934, más impactante que el exhibido y que es casi idéntico en cuanto a iconografía (el rostro femenino en vez de ojos tiene senos, la nariz es el ombligo, la boca el triángulo púbico). La versión exhibida ostenta melena rubia, en el cuadro original, que causó sensación, el pelo es castaño y está dispuesto como si se tratara del vello púbico, que ha sido desplazado a la cabeza. El primer cuadro fue hecho como homenaje al episodio de Violette Noizire, canonizada por asesinar a sus progenitores porque había sido víctima de child abuse.
Otra obra interesante en exhibición es un dibujo de Víctor Brauner, de 1936, en la sección La pulsión de la mirada. Hay dos figura entrelazadas, de los ojos de una emergen cuernos de rinoceronte que hacen estallar el espejo frente a ellas. Tiempo después (1938), Víctor Brauner quedó tuerto a resultas de recibir en el ojo izquierdo un botellazo destinado no a él, sino a Esteban Francés, pintor catalán que tuvo una relación amorosa con Remedios Varo. Este dibujo, como el conocido Autorretrato del mismo pintor con el ojo vaciado, fueron premonitorios de lo sucedido.
Hablando del uso de la palabra pulsión, creo que debió restringirse. De ningún modo puede hablarse de ``pulsión de deseo'', porque el deseo es el núcleo de las pulsiones. Aquí hizo falta examinar un poco a Lacan (amigo de Dalí, médico de Breton, psiquiatra y psicoanalista que emerge del surrealismo). Pero no es siquiera necesario recurrir a Lacan, porque el pleonasmo es obvio.
La lectura que el curador hizo de Buñuel en relación con el surrealismo está justificada en el prólogo que escribió específicamente para el catálogo. La muestra es producto de su propia asociación libre de imágenes, aunque varias de éstas resulten aleatorias. Por ejemplo, la famosa foto Reve Eveillé, de 1924, reúne a los surrealistas dedicados a practicar sesiones semihipnóticas (sueños despiertos). Buñuel también ``hipnotizaba'', pero no conocía a los surrealistas ese año del Primer Manifiesto. Una magnífica advertencia del propio curador es la siguiente: ``si (la exposición) les parece enigmática o incongruente, también lo es la vida... Es repetitiva, como la vida''. Cuatro ejemplares idénticos del poemario Repetitions, de Paul Elouard, acompañan el enunciado dispuestos en unos cajones, elemento predilecto de Dalí. Acierto magnífico: Elouard y Dalí compartieron a Gala a partir de 1929. Nota importante: Buñuel detestaba a Gala con toda su alma.