En lugar de una política abierta, en la que cada partido o cada personaje diga con claridad qué quiere, qué propone y hasta dónde está dispuesto a llegar, estamos viviendo una época en la que todos, en mayor o menor medida, hemos caído en el viejo juego priísta de los mensajes cifrados, de las medias palabras, de los malos entendidos, de las negativas a participar para que los rivales se confíen y de pronto sorprenderlos con un ``siempre sí quiero'', preparado de tiempo atrás.
Un asunto vital para México, que ha caído en ese juego, es el cumplimiento de los acuerdos de la mesa uno de San Andrés Larráinzar, relativos a los derechos y la cultura indígenas, únicos acuerdos a los que se había llegado entre tantos otros que se han pospuesto.
Es vital para México, en primer lugar, llegar al fondo de la cuestión, que es nada menos que el reconocimiento de derechos puestos en duda, atropellados y no respetados desde mucho tiempo atrás, de pueblos enteros que suman varios millones de compatriotas, que se han sentido y han sido tratados como extranjeros en su propia tierra y, en el mejor de los casos, como menores de edad que requieren siempre de un tutor.
Es vital para México también el mantenimiento de la paz y la continuación de un diálogo que ha sido siempre entrampado, siempre pospuesto, siempre engañoso.
Si el gobierno no iba a aceptar los términos precisos de los acuerdos, ¿por qué llegó a ellos? ¿Por qué permitió que sus representantes los signaran? Debió consultar a sus expertos y a sus maestros de Derecho constitucional antes de firmar y no después, ya que poner en tela de juicio la constitucionalidad del reconocimiento de la autonomía indígena también coloca en tela de juicio su propia determinación y la calidad y el nivel de sus representantes en el larguísimo proceso del diálogo.
Finalmente, es vital para México saber que su gobierno no actúa con doblez en sus tratos y que está dispuesto a cumplir la Ley para la Paz en Chiapas y a respetar los tratos hechos por sus representantes al amparo de esa ley.
Es cierto que en muchos otros campos del gobierno y la administración, los agentes de la autoridad gustan de jugar un doble juego y dejarse siempre una puerta abierta para cambiar lo acordado inicialmente; los mexicanos lo vivimos a diario, desde la salida del patrullero que va a preguntar a su ``pareja'' si el monto de la mordida es aceptable, hasta el cambio de textos convenidos de antemano en los procesos legislativos.
Pero con la paz, con el futuro del país, con el compromiso con los pueblos indios no se puede jugar de esa manera y se debe actuar en forma más seria, responsable y clara, lo que sería un buen principio de cambios benéficos para el estilo de administrar y hacer política.