La Jornada 15 de enero de 1997

Las campañas políticas deben desechar injurias, señala el panista

Cristina Pacheco Ť Con motivo de la aparición de su libro Disiento entrevisté a Carlos Castillo Peraza. Ya desde entonces se relacionaba su nombre con la candidatura al gobierno del Distrito Federal. Los que antes fueron rumores se acaban de precisar en la voz de Jesús Galván, quien durante la convención regional del PAN, renunció a su aspiración de competir por el cargo en favor de su gran amigo Carlos Castillo Peraza.

-¿Cuál es su posición ante tal propuesta?

-Yo realmente no he dado una respuesta definitiva. Lo que he dicho es que por primera vez, de una manera formal, debida, un grupo muy interesante de personas de mi propio partido me hizo la propuesta de encabezar la campaña. Como yo estaba fuera cuando esto se hizo público, lo primero que estoy tratando de hacer hoy --cuando me lo permiten ustedes, los periodistas, que no me han dejado ni a sol ni a sombra desde que se esparció la noticia-- es tener una plática con quienes hicieron esta propuesta. La razón usted la entenderá: quiero saber qué es lo que esperan de mí, qué tipo de candidatura piensan que puedo hacer. Si con esto me siento a gusto, si creo que coincide con mi forma de ver las cosas y podemos entendernos para hacer un buen equipo --primero de campaña y luego de gobierno--, naturalmente que diré que sí. De otro modo, más valdrá dejarle el campo a quien pueda sentirse bien con un equipo y con formas de campaña que le puedan resultar en sintonía con su propia forma de ver las cosas.

-¿Cuál es su forma de ver las cosas respecto del Distrito Federal?

-Pienso que se debe hacer una campaña muy seria, que no sea de invectivas, de injurias, de difamaciones; que sea una campaña que no multiplique o agrave las tensiones e irritaciones que ya el capitalino tiene que padecer por la propia situación en que vive. Me parece que del ámbito de la política tiene que recibir un mensaje de serenidad, de paz, de tranquilidad, porque si la política agrava en que las personas viven, lo que le está proponiendo es que le vaya peor. Y me parece que la obligación de nosotros es hacer una campaña que sea pronóstico de reconciliación y de armonía urbana para esta ciudad de México.

-Imaginemos un escenario: en Palacio Nacional está un Presidente militante del PRI al lado de un jefe del gobierno capitalino que sea miembro de la oposición. ¿Cómo tendría que darse el diálogo entre esas dos autoridades?

-Con mucha franqueza, respeto, dignidad y también con muchos ganas de resolver problemas concretos. Vamos a suponer que a mí me tocara, porque los ciudadanos del Distrito Federal así lo decidieran en las urnas, ser su jefe de gobierno. Un día hay una manifestación gigantesca de maestros de todo el país contra la Secretaría de Educación Pública. En ese caso yo me preguntaría: ``¿Qué tengo que hablar hoy con el jefe del Ejecutivo federal? Pues decirle: ``Fue su Secretaría la que los hizo venir. ¿Cómo me puede ayudar para que esta manifestación sea ordenada? ¿En qué puedo ayudarla para que sea protegida, no reprimida? ¿Qué podemos hacer los dos para levantar la basura que nos dejen los manifestantes después?'' Creo que estas cosas, que parecen triviales, son las que hay que empezar a pensar para la hipótesis.

-Mencionó las calles de la ciudad de México. Hace tiempo están convertidas en un inmenso foro político. ¿Qué le dice la calle a Carlos Castillo Peraza, habitante de esta ciudad donde vive desde hace 12 años?

-Me dice varias cosas. Por ejemplo: del derecho que tienen las personas para caminar por las calles expresando su sentir político, de la libertad de que deben gozar para hacerlo; y también me dice del derecho que tienen los que no manifiestan, de utilizar las calles para llegar a su trabajo; es decir, me hablan de que hay un conflicto de ejercicio derechos y de libertades al que hay que buscar ponerle solución para que el ejercicio de los derechos de unos no sea la negación del ejercicio de los derechos y libertades de otros.

-Hay un derecho que todos tenemos y desgraciadamente no podemos ejercer: el de trabajar para cubrir nuestras necesidades básicas, por lo menos. Hoy en día para lograr esta meta muchos mexicanos tienen que dedicarse al comercio informal, ambulante. Este será uno de los principales problemas que enfrentará el próximo jefe del gobierno capitalino. Si usted ocupara las oficinas de la regencia, ¿qué solución le daría a este conflicto?

-No soy mago, no diría: ``mañana hago esto y lo otro y se acabó el problema''. Mejor me reuniría con las partes, trataría de explicarles con mucha calma, con mucha serenidad, que una ciudad que olvida cuál es la finalidad de los bienes públicos concretos es incapaz de ponerse en orden. Imagínese que en los postes del alumbrado eléctrico de su colonia a usted y a sus vecinos se les ocurriera que hay que poner colgado de allí la ropa a secar. Cualquiera diría: ``para eso no es un poste''.

Imagínese que las aceras de esta ciudad ya no pueden servir para cumplir su fin: que por allí camine la gente para que no la atropellen los coches. Entonces ¿por dónde voy a lograr que esa gente camine? Si se bajan al arroyo tendré que cerrarlo a la circulación de los coches. Así, de perversión en perversión de los fines, se llega al caos y al gasto enorme para resolver cosas por instrumentos cuya finalidad directa no es atender lo que ya se conoce.

-Confío en que pronto podamos tener una charla más larga para abordar más detenidamente los temas relacionados con la vida en esta ciudad, a donde usted llegó hace 12 años. Esto me hace recordar una frase que se le atribuye: ``He vivido aquí pero tengo mi corazón en Mérida, mi tierra natal''.

-Espero que usted se haya dado cuenta de que quien dijo que yo tenía el corazón allá fue Ricardo Rocha. Lo que sucede es que en Mérida viven mis padres, que allí fui a la escuela; pero lo que no puedo olvidar es que mis hijos tienen a sus papás aquí, que aquí estudian, que por aquí transitan. Pienso también que convertir este tema --como parece que está tratando de hacerse-- en el tema de la campaña, es empezar mal porque es negarle a un mexicano el derecho que tiene de pretender gobernar esta ciudad sencillamente porque nació en otro sitio. Aquí vivo, aquí trabajo, aquí viven las personas que yo quiero: en fin, ¡aquí viven hasta mis suegros!