Aun sin candidatos confirmados, empezó la campaña electoral en el Distrito Federal. El presidente Ernesto Zedillo ha solicitado a los partidos contendientes civilidad, orientación democrática, legalidad y respeto. El PAN, confiado en sus probables triunfos, sugiere la firma de un pacto que le asegure, por lo menos por escrito, la ansiada transición del poder en la capital del país. La negativa de pactar una alianza electoral con el PRD ha desmoronado, por ahora, las ilusiones de muchos por dar paso a un equilibrio de fuerzas en los recintos legislativos. Disminuir el arraigado centralismo político del Poder Ejecutivo en las camaras, tendrá que esperar mejores tiempos democráticos.
Por su parte, el PRI, por conducto de su presidente en el DF, Roberto Campa Cifrián, ha propuesto a los partidos de oposición un debate público sobre los programas y las plataformas electorales. Es una propuesta digna de tomarse en cuenta a condición de no caer en viejos trucos. Sería esta la primera vez que el PRI acepta debatir y confrontar públicamente sus propuestas electorales en el DF. En pasadas contiendas no había necesitado del debate para convencer a canalizar el voto a su favor. Pero los tiempos cambian; hoy sus electores están convertidos en ciudadanos irritados y molestos con un gobierno asumido abiertamente del PRI. Producto de la crisis económica, un gran segmento de sus electores votará seguramente y en forma indistinta por la oposición, sea PAN o PRD. Nadie duda de la disminución de votos que tendrá el PRI en el DF, como lo demuestran las encuestas, incluso las más tendenciosas. Aunque dicho sea de paso, tampoco asegura el triunfo automático de alguno de los dos partidos opositores. La división del voto opositor ha sido desde siempre la mejor estrategia del PRI para continuar en el poder. Aquí radica para el PRI la importancia del debate.
Se trata de un electorado indefinido por dos opciones que de resultar mayoritario podría convertirse en una debacle para el PRI. En tal sentido, la reducción de dicho electorado mediante un debate público orientado a definir su voto a favor del Revolucionario Institucional es precisamente el propósito de su dirigencia.
La definición del voto, lo hemos dicho aquí, es un gran avance para consolidar nuestra endeble democracia; pero existe un alto riesgo de hacerlo a costa de convertir nuevamente un acto para la reflexión en un escenario para los ataques personales, contrarios a la civilidad política.
En anteriores debates públicos, la confrontación razonada de las propuestas ha sido sustituida por el reclamo de conductas personales actuales o pasadas. El fin: desprestigiar al contrario para ganar adeptos. La incapacidad de debatir y defender las ideas obligó, promero al PAN por boca de Diego Fernández de Cevallos, a cuestionar el pasado político de Cuauhtémoc Cárdenas durante la pasada campaña presidencial. Luego le siguió los mismos pasos el PRI en una bien orquestada maniobra comandada precisamente por Roberto Campa, quien aprovechó el escenario público para exhibir ahora al propio Diego por sus cuestionables transacciones inmobiliarias de Punta Diamante; prosiguió después en la misma tónica con Gonzalo Altamirano Dimas, también del PAN.
Realizar actos bajo el nombre de debates, donde prevalecen los ataques personales son contrarios a la ética política. Buscar la recuperación de un electorado indefinido a favor del PRI, o cualquier otro partido, mediante ese tipo de actos públicos, es contrario a las normas de civilidad democrática que solicita el mismo presidente Zedillo. ``Respecto al adversario --ha dicho-- y que sea la confrontación de ideas, de programas y de propuestas el elemento fundamental que permita al ciudadano elegir a quien habrá de gobernar a la ciudad'' (Jornada, 15 de enero).
Preparémonos para un debate público, como el que propone la dirigencia del PRI, pero sin conductas amañadas, alevosas y basado en ataques personales, para un debate, por el contrario, respetuoso, responsable y fundamentado en las ideas y en la razon civilizada. Es lo mínimo que esperamos los ciudadanos de los partidos políticos en la actual contienda electoral.