En los últimos días, numerosos analistas, dirigentes políticos y representantes de organizaciones ciudadanas han expresado su opinión acerca de la posibilidad de que algunas de las principales fuerzas políticas del país desarrollen una política de alianzas susceptible de modificar sensiblemente el panorama político. Tal idea ha merecido los más variados calificativos, tanto aprobatorios como críticos y hasta desatinados. En este campo, llama la atención que algunos analistas, que no son miembros ni del PRD ni del PAN, manifiesten su preocupación por los principios y la pureza ideológica de ambos partidos.
La participación del priísmo en este debate ha sido defensiva. Aunque no ha sido frecuente, la experiencia de las alianzas no es nueva para el PRI. El propio nacimiento de nuestra organización fue producto de una serie de alianzas.
Las alianzas no se hacen por altruismo. En ellas, cada fuerza participante trata de obtener una mejor posición. Mientras las reglas de las alianzas estén claras y sean legales, que cada quien cuide sus principios y su pureza ideológica. La experiencia ha mostrado que las alianzas pueden derivar en una consolidación de la gobernabilidad y la democracia por medios legítimos e incuestionables, en beneficio del conjunto de la sociedad. Las alianzas pueden convertirse en herramientas para acelerar cambios cuya pertinencia es reconocida de manera generalizada.
Debatir de manera abierta sobre las alianzas resultó ser un ejercicio muy corto en el tiempo, pero positivo. En este debate se puso en evidencia la tolerancia que hemos alcanzado para hablar sobre los más variados temas. También se manifestaron las intolerancias provenientes de todo el espectro político.
Hay sectores de la oposición que están muy preocupados sólo por la denuncia como forma de hacer política. Estos cosecharán lo que sembraron: efímeras víctorias morales y sonoras derrotas políticas. De igual forma, hay sectores del PRI que se ponen a la defensiva por todo lo que se mueve de manera independiente. Ambos conjuntos son intolerantes. No hacen política, sólo propaganda y frases altisonantes.
Aquéllos que queremos cambios, sabemos la urgencia de lograr no sólo victorias morales sino también políticas. En ese sentido, debemos adoptar una actitud abierta y tolerante, tanto hacia lo que hacen las otras fuerzas políticas como a las actividades y manifestaciones de los ciudadanos y sus organizaciones. Confrontemos las ideas, pero acabemos con la práctica de las cacerías de brujas, disfrazadas de santas cruzadas, contra figuras e instituciones políticas.
Los priístas, que nos hemos caracterizado por abrir brecha en lo político, podemos avanzar hacia las manifestaciones de la sociedad y reencontrarnos con ellas. Mientras diversos estratos de la oposición buscan, de manera legítima, llegar a alianzas con otras fuerzas, en el PRI podemos y debemos diseñar una estrategia de alianzas con grandes sectores ciudadanos que no se sienten representados hoy por hoy por ninguna formación, pero que tienen propósitos y aspiraciones que, por programa y principios, son coincidentes con nuestra lucha.
Convendría que nuestros competidores, que no enemigos, entendiesen que una real consolidación de la democracia de nuestra nación no se dará en forma automática con la ausencia del PRI; pero también que los priístas entendamos la urgente necesidad de revitalizar la relación que mantenemos con el pueblo de México, buscando representar más eficientemente, los cada vez más diversos intereses que se expresan en su seno.
Una última reflexión. En una atmósfera a la que todos hemos contribuido en menor o mayor medida, se ha creado la idea de que el país avanza hacia callejones sin salida. En este contexto, todos buscan a quien, por comodidad teórica y práctica, sea más fácil culpar. En este ambiente se está colando de manera sutil la intolerancia hacia otras manifestaciones. Esta idea es falsa y hay que revertirla. El país y sus instituciones no se caerán ni se acabarán por los resultados electorales o por las alianzas que se hagan o se dejen de hacer. Cuando la política parezca fracasar es necesario recordar que la más insuficiente de las políticas es mejor que cualquier confrontación armada entre mexicanos.