La Jornada 17 de enero de 1997

La ópera, el punto de encuentro más poderoso de las artes: Philip Glass

Pablo Espinosa/ I Ť A partir del impacto masivo que en Occidente ha tenido la ópera Einstein on the Beach, edificada en colaboración directa con ese genio de las artes escénicas, Bob Wilson, la personalidad artística y la popularidad --especialmente entre los jóvenes-- del compositor estadunidense Philip Glass crecieron a niveles inconmensurables.

Polémico, envidiado y adorado, Philip Glass ocupa de manera irrebatible un espacio definitivo en el arte operístico de nuestros días. Además de Einstein, que forma parte de una trilogía operística integrada por Satyagraha y Akhnaten, Philip Glass es autor de un buen número de óperas, entre las cuales otra trilogía notable es la conformada por obras escritas a partir de filmes de Jean Cocteau: Orphée, La Belle et la Bete y Les enfants terribles.

Philip Glass vendrá a México para presentar cinco funciones, a partir del 30 de enero en el Palacio de Bellas Artes, de su ópera La Belle et la Bete, con el Philip Glass Ensemble dirigido por su colega Michael Riesman, con los cantantes solistas Kate Egan, Alexandra Montano, Gregory Purnhagen y Zheng Zhou. Actualmente se encuentra en Brasil, donde prepara un nuevo proyecto con Bob Wilson. Desde la capital brasileña, vía telefónica, el señor Philip Glass en entrevista:

--Al escuchar su ópera La Belle et la Bete, es inevitable la asociación de ideas con el cosmos wagneriano, con el concepto de la ópera como obra total ¿significa algo tal cosmos para usted, el autor?

--Sí, aunque mi ópera no suene a Wagner precisamente. La idea de la ópera como un lugar de encuentro para todas las artes me interesa sobremanera. Me parece que es el punto de encuentro más poderoso de todas las artes, pues en la ópera es dable combinar todos los elementos disponibles de un artista: todos los valores escénicos, los logros literarios, el arte del canto, la danza, el artesanado del montaje. Es por eso que una buena parte de mi producción consiste en montajes escénicos. La Belle et la Bete fue mi primera incorporación al arte del cine en un trabajo escénico; fue un experimento interesante, entre otras cosas porque logramos algo que nunca se había conseguido: interpretar un filme.

--¿Influyó de alguna manera su formación escolástica en París, con Darius Milhaud y Nadia Boulanger, en la escritura de este homenaje a la estética de Jean Cocteau, es decir, de qué manera asimila usted la cultura francesa en su ópera La Belle?

--Es curioso: no tanto en La Belle como en su antecesora Orphée, donde hay pasajes que suenan inclusive a Milhaud. Aquella ópera, de hecho, la escribí durante mi segunda larga estancia en París. Hice allá, después, bosquejos para La Belle, pero ésta segunda ópera tiene ya una estructura más definida en otra dirección, con intereses diversos.

--¿De qué manera enlazó una historia romántica, la de La Belle et la Bete, con la contemporaneidad concreta?

--Lo resolví asumiendo la historia de La Belle como una gran alegoría. Desde luego que en un cierto nivel se trata de una historia romántica, pero también en el plano de la realidad, es una historia acerca del poder de transformación a partir del acto creativo.

``Es de esta manera que el mensaje de Cocteau es absolutamente nítido. De hecho la interpretación que hace Jean Cocteau del acto de la creación artística está fundamentada en el poder de la transformación humana. Es un tema sumamente interesante, porque el mismo Cocteau poseía una personalidad bastante peculiar, polémica por decir lo menos, pero su obra creativa tiene un sentido humanístico muy profundo.''

--¿Cuál es su opinión, como autor de óperas, del estado de las cosas en el ámbito operístico contemporáneo?

--Me parece que las casas de ópera en el mundo se están quedando, de una manera terrible, muy atrás del desarrollo intrínseco de la ópera como un arte de nuestro tiempo. Pero entre el público y entre los compositores la ópera está perfilada como una de las formas artísticas más poderosas y al mismo tiempo se trata de un capítulo fundamental de la música contemporánea. Muchos compositores jóvenes están involucrados seriamente en la escritura de óperas, de la misma manera que muchos productores los apoyan. En lo particular, mi experiencia con las casas de ópera ha sido estupenda; el año pasado, por ejemplo, cuando viajamos en gira representando La Belle, logramos más de cien funciones, y esa es una constatación del interés focalizado de grandes públicos en este tipo de trabajos. La ópera, entonces, está tomando la delantera en nuestra generación.

--¿Un arte en renovación o un arte joven por naturaleza?

--Lo interesante es que la infraestructura está a la mano, en espera de una producción operística interesante: casas de ópera, coros, orquestas. Existe como institución, por llamarle así. Pero en realidad las maneras de valorar la ópera como un arte de nuestro tiempo son aún susceptibles del influjo de las circunstancias; lo mejor de sacar provecho de esas circunstancias es combinar el arte de la ejecución escénica de la manera como lo hemos logrado hacer hasta ahora. Es un reto formidable. En mi ya larga experiencia con las casas de ópera he confirmado que los músicos de edad, tanto instrumentistas, directores y cantantes, no están dispuestos a una renovación del arte operístico, pero he hallado, por fortuna, una generación joven de instrumentistas, cantantes y productores que se han decidido de manera sincera por la ópera como un arte de hoy en día

--¿Eligió voluntariamente para La Belle una estructura formal más ortodoxa en comparación con sus otras óperas?

--Tiene usted razón si se refiere estrictamente a la partitura, pero si vemos el conjunto, es decir el montaje completo, con el filme cronometrado proyectándose al mismo tiempo que suena la música, no resulta entonces una ópera tan ortodoxa en relación con otras obras mías del mismo género. Además, la música es tan sólo uno de los varios elementos de La Belle; son igualmente fundamentales el filme corriendo que lo que hacemos los músicos en vivo junto a la pantalla. Se trata de hecho de una forma teatral novedosa.

``Estamos inventando, con La Belle et la Bete, una nueva forma de ópera en la historia de la música, lo cual no significa necesariamente la invención de nuevos sistemas armónicos; ya de hecho en el siglo veinte se ha producido un buen número de nuevos sistemas armónicos, nuevas miradas a la armonía, de manera que un nuevo sistema musical no es necesario inventarlo. Hay mucha invención estética entre el periodo comprendido entre Stravinsky y Stockhausen. Lo relevante, entonces, en cuanto al desarrollo de la música contemporánea no es ya el descubrimiento radical en cuanto a estructuras musicales técnicas, que fue en lo que consistió el lenguaje formal de una determinada generación, sino más bien la manera en como acometemos una obra de arte hoy en día, es decir: en el arte contemporáneo no importa tanto la estructura intrínseca de una obra sino la manera de nuestras miradas hacia ella.''

--¿Ejerce usted la conciencia de haber influido a varias generaciones de compositores en Occidente?

--Sólo recientemente he advertido tal cosa; es hasta mis visitas recientes a Europa que observo a muchos jóvenes compositores escribiendo con ciertas referencias formales y estructurales a mi trabajo, sobre todo en Alemania, Inglaterra e Italia, inclusive en Estados Unidos.

``Lo que es claro para mí es que son los compositores jóvenes quienes me han aceptado de una manera franca, no así el stablishment musical del mundo, aunque en éste último ámbito hay ciertamente sectores que me aceptan de buena manera. Pero para ser honesto, no me asumo totalmente como una influencia tan notable en lo que los compositores de otras generaciones hacen y en esto incluyo a autores pertenecientes a mi propia generación.

``Los puntos de encuentro, las conexiones no me resultan tan evidentes, al menos no a mí. Lo que sí acepto de mi propia obra es contribuir a la posibilidad de construir nuevas formas musicales, un lenguaje nuevo. Pero eso no me significa la conciencia de ser un autor tan influyente en otros, al fin y al cabo lo que otros escriben y que los críticos dicen que suena a mi música, a mí no me suena a Philip Glass''.