TvAzteca y Televisa ponen en la lona a la lucha libre
Carlos Hernández /I Ť Como Televisa tenía a su luchador Aguila del América, Televisión Azteca respondió con su gladiador Súper Elektra.
Eso es tan sólo una pequeña muestra de la competencia que las televisoras están realizando en la lucha libre, en un intento por acaparar al público y en un combate que del ring pasó a las pantallas y ``está acabando con lo que queda'' de este deporte, opinó Rafael Barradas, quien durante 33 años fue secretario de la Comisión de Boxeo del Distrito Federal.
Los luchadores deben seguir el libreto que determinan
las empresas, a pesar de sus aptitudes.
Foto: Ana Isabel Patiño
A 63 años del primer combate de lucha libre en México, las empresas televisoras se encuentran en una llave que parece no tener solución y que atrapó a los mismos gladiadores.
Desde que en la década de los cincuenta se formó Televicentro, comenzaron a transmitirse funciones de lucha libre, las cuales fueron prohibidas durante varios años, para evitar que los menores trataran de imitar a los pancrasiastas y se lesionaran. Pero Televisa logró levantar la prohibición y transmite semanalmente las funciones de su empresa Triple A.
En la otra esquina, apenas en agosto del año pasado se creó la Promotora Mexicana de Lucha Libre (Promell), que con el apoyo de Televisión Azteca se convirtió en Promo Azteca. Entre sus objetivos, planteó:
``Conservar la lucha libre lo más pura posible. Es decir, respetando
el deporte como se ha venido manejando desde sus orígenes, aislado de
las llamadas
Sin embargo, en la realidad Promo Azteca siguió el estilo de Triple
A.
Durante los cinco meses que van de transmisiones, el deporte de los
costalazos es igual en cualquier canal. Inclusive, hasta los horarios
son idénticos.
Así, el aficionado observa el mismo espectáculo: más lucha en los
pasillos que en el mismo entarimado; piruetas y saltos y una ausencia
casi total de la lucha técnica, a ras de lona; combates en jaula;
gladiadores que entran a pelear sin estar programados, que ayudan a
los de su bando y surgen los retos y apuestas; enfrentamientos en los
que las que mujeres, hombres y enanos se enfrentan de igual a igual;
golpean hasta al mismo réferi, lo que provoca el beneplácito de los
fanáticos, ya acostumbrados a este tipo de shows.
Tan semejantes son los programas de ambas empresas, que dos de las
principales figuras de Triple A se fueron por un mejor sueldo a la
empresa del Ajusco: Konan y Vampiro Canadiense.
Inclusive, para romper totalmente con la empresa que lo hizo famoso en
México, el puertorriqueño Konan pintó de negro el cinturón de Triple A
y lo tiró al bote de la basura. Y de inmediato ganó otro título, ahora
de Promo Azteca.
La credibilidad es otro grave problema en la lucha libre: existen
tantos campeonatos mundiales como empresas. Cada una trabaja
con determinada organización y literalmente maneja a su antojo los
títulos y a los campeones.
Se calcula que en Estados Unidos existen diez organismos autonombrados
mundiales, y otros 12 en Japón, donde las mujeres también tienen su
propio organismo, TWF. Hasta la arena Naucalpan tiene su entidad, el
WRG (Wrestling México), cuyos títulos únicamente se disputan en su
local.
Otro caso que demuestra la falta de seriedad de este deporte es el del
luchador japonés Ultimo Dragón, quien tiene el récord increíble de
contar con ocho campeonatos del mundo.
Espectáculo de payasadas
Rafael Barradas Osorio, autor de los libros Fuera máscaras, El abc
de la lucha libre profesional y La verdad en la lucha libre
mexicana, y ex secretario de la CBDF, afirma que durante los 33
años que él controló ese organismo ``sí había orden en la lucha libre,
pero esto ya degeneró. Ya no es un deporte, ahora es un espectáculo de
payasadas y estupideces'', exclama enfadado y cita las múltiples
irregularidades:
``Los luchadores se pueden enmascarar una y otra vez y sólo tienen que
dar dinero a los comisionados; ahora hasta se permite golpear a los
réferis; antes un luchador se formaba con cinco años de entrenamiento
en el gimnasio y ahora sólo son producto de la publicidad, son
luchadores al vapor y sólo aprenden a caer''.
Habla incluso de ``explotación del luchador'', acerca de lo cual
argumenta: ``Los promotores se aprovechan de quienes empiezan. Les
dicen que sí los van a programar, pero que les están dando la
oportunidad y por eso deben luchar gratis. Y después, cuando son más o
menos conocidos, les dicen: `Vas abajo o te sales'''.
--¿Ir abajo significa perder la lucha?
-- Es algo común: La empresa hace el script, dice quién gana y
hasta cómo va a ganar --responde Barradas, sin titubeos, y se va a los
recuerdos.
``La empresa de la Arena México quería que Gori Guerrero le entregara
su campeonato a Ray Mendoza. Pero Gori no quiso y les dijo: `Que me
gané en el gimnasio y le entrego el título'. Y Ray Mendoza ni metió
las manos. Pero la empresa se movió para que desconocieran a Gori y
así recobraron el campeonato... Bueno, si hasta los títulos nacionales
(que maneja la Comisión de Lucha Libre del Distrito Federal) ya son de
las empresas, olvídese de los internacionales y mundiales, esos con
mayor razón son manejados por ellas''.
En cuanto a la incursión de TV Azteca en la lucha libre, Barradas
advierte: ``Entre las dos televisoras van a acabar con lo que queda de
la lucha libre''.
Explica: ``Televisa mató las arenas de la provincia. Con esas
caravanas de Triple A llenan los locales donde se presentan, pero a la
semana siguiente (ya sin televisión) a las luchas no va nadie y las
empresas van cerrando. Así han acabado con la mayoría de las empresas
pequeñas. La televisión es la única ganona''.
Señala que esta disciplina ha representado ``un gran negocio'' para
Televisa, y que por ello ingresó también TV Azteca, mientras que la
mayoría de los gladiadores ``no sacan ni para el pasaje''.
Otro problema que observa es que las televisoras han creado un público
nuevo. ``Son aficionados a los que les gustan el sonido, las luces,
las chamacas y todas esas babosadas y show que hacen. Son
aficionados que se aburren cuando ven una lucha de llave o a ras de
lona, como debe ser la lucha libre seria. Es difícil que las
televisoras regresen a la esencia de la lucha, porque ese público se
iría. Así, la lucha está condenada a ser un espectáculo corriente y
malo'', explica.
Poner orden
Miguel Angel Zamora, actual secretario de la CLLDF, prefiere
mantenerse al margen de la batalla entre las empresas
televisoras. ``Debe ser una competencia leal y el ganador final tiene
que ser el público'', expresa.
Dice que su papel como comisionado se limita a regular los trabajos de
la nueva empresa cuando tenga programaciones en la capital del
país. ``Que cumplan con los requisitos'', dice. Sin embargo, criticó
la acción de Konan, ya que ``la lucha libre merece respeto, y acciones
como esa deben repudiarse''.
En el caso de Konan --quien perdió una batalla en la que había
apostado su propia carrera pero después regresó--, Zamora acepta que
resta seriedad a este deporte, aunque nada pudieron hacer.
``Konan estuvo seis meses en el retiro, pero después recurrió al
juzgado séptimo de Distrito en materia administrativa, que ordenó su
reinstalación. Y se le tuvo que reinstalar por la forma en que perdió
y, sobre todo, por su derecho al trabajo. Lo bueno de esto es que se
sentó un precedente: a futuro, la Comisión no va a autorizar las
apuestas de este tipo''.
En cuanto a la crisis en la lucha libre, el comisionado ubica tres
factores: la situación económica del país, las transmisiones
televisivas y, otra vez, la pérdida de la credibilidad.
``La suma de todo esto es que los aficionados ya no asisten y las
arenas están semidesiertas'', indica, y menciona que la comisión
sugiere enfocarse a dos aspectos: dosificar las transmisiones
televisivas y que la lucha recobre la credibilidad.
En esto de recuperar la confianza del público, Zamora se encuentra
optimista: ``Es algo que estamos corrigiendo. El señor (Wolf)
Ruvinskis es el único presidente de la Comisión que en realidad sabe
de lucha libre. Los anteriores eran gente de boxeo. Creo que hemos
puesto orden en un 60 o 70 por ciento, ya que este deporte estaba
totalmente desbocado''.
``Esto ya era un show, auténticas peleas callejeras, y eso no
es la lucha libre'', resume Zamora, aficionado a este deporte desde
1963 y comisionado a partir de septiembre de 1991.