La Jornada sábado 18 de enero de 1997

UNA INTRANSIGENCIA INACEPTABLE

Nuevamente se ha postergado la solución al caso de los barrenderos de Tabasco, a pesar del peligro concreto de que dos de ellos mueran en su huelga de hambre y los demás pierdan irremediablemente la salud.

Esa intransigencia, esa defensa a ultranza de las llamadas razones de Estado que son, en realidad, las razones del poder que no cede ni un ápice en defensa del principio de autoridad, horrorizan a las personas sensatas por la terrible desproporción que existe entre lo que estaba en juego, materialmente, y la vida de los barrenderos.

Estos intentaron en todo momento negociar. Golpearon todas las puertas, en su estado y a nivel nacional. Recurrieron a todos los medios de sensibilización de la opinión pública y de las autoridades, incluso a la humillación personal (como el desnudarse en público). Declararon estar dispuestos a tratar, incluso, sobre sus reivindicaciones iniciales, a reducir al máximo sus demandas, reconocidas como legítimas por todos. Sin embargo, encontraron el muro de acero de la insensibilidad, de la tergiversación, y la fría valoración de una supuesta indiferencia de la opinión pública ante la posible muerte de los huelguistas como si fuese un aval a la dureza oficial. ¿Es tan grande el abismo que separa a esos gobernantes de su pueblo como para que aquéllos no puedan comprender que éste no está dispuesto, es cierto, a seguir en sus desesperadas medidas a quienes se inmolan para preservar su dignidad y sus puestos de trabajo, pero no por ello carece de sensibilidad, de humanidad, de esperanzas de cambio, de sentido de justicia? ¿Es posible que esos gobernantes no lleguen a percatarse de que su intransigencia, en vez de premiarlos políticamente, los condena y aísla ante los tabasqueños y ante la opinión pública nacional e internacional? ¿Cómo juzgar a quienes, fríamente, y aun a costa de la vida de sus conciudadanos, piensan en pesos y centavos y en términos de poder?

¿Cómo comprender la falta de humildad, que debería ser un rasgo esencial en los poderosos, y de humanidad, que debería ser la condición sine qua non de los gobernantes, en el caso de quienes, como los gobernantes tabasqueños, han sido ya criticados por las autoridades nacionales y por la nación toda por otros abusos de poder? ¿No comprenden que, llevando a la muerte a los trabajadores en huelga, se da un golpe mortal a la legitimidad moral del poder y que, cerrando el camino incluso de la protesta extrema, se impulsa hacia la rebelión y el terrorismo a quienes, en cambio, están dispuestos a dar su vida por la legalidad? ¿No hay quién pare la mano a quienes, por razones personales, arrojan así gasolina sobre el fuego de la protesta y la miseria populares?