La Jornada 18 de enero de 1997

Glass: me importa que mi música genere ideas propias en el escucha

Pablo Espinosa/ II y última Ť El próximo 31 de enero, durante su estancia en México, Philip Glass cumplirá 60 años. Ideal manera de celebrarlos: la noche de ese día ocurrirá en el Palacio de Bellas Artes la segunda de cinco representaciones de su ópera La Belle et la Bete, segunda parte de una trilogía operística a partir de filmes homónimos de Jean Cocteau.

Nacido en Baltimore, estudió violín a los seis años de edad y luego flauta. Egresado de la Escuela Juilliard neoyorquina, a mediados de los sesenta había escrito ya una serie de partituras en diversos lenguajes contemporáneos. A pesar de que los premios lo prestigiaron desde ese primer momento, hizo un vuelco: ``ya no creía más en mi música'', comenta. Y encontró en las culturas orientales una veta aún inagotada.

En 1965, conoció en París a Ravi Shankar, e inició notaciones occidentales a partir de las estructuras sonoras orientales. Fue en la profundización en aquellas vetas que adoptó el estilo modular y las estructuras repetitivas, con la adición de armonizaciones y modulaciones inventivas que con el tiempo muchos --pero no él-- han denominado ``música de estado sólido'', o bien, ``miminalismo''.

Lo que en realidad piensa Glass acerca de tales invenciones modulares lo define así: ``Lo que hacemos en la música occidental es tomar el tiempo y dividirlo --notas enteras dentro de medias notas dentro de cuartos de notas-- al contrario de lo que sucede con la música oriental, donde toman unidades muy pequeñas de tiempo sumadas en un todo integral, de manera que es posible unir ciclos en diferentes beats, como ruedas dentro de ruedas, todo rodando al mismo tiempo pero en transformación permanente''. El efecto logrado es multívoco, por ejemplo --cita Glass-- en Koyaanisqatsi (1983) la acumulación de esa repetición cíclica ``logra instantáneamente un efecto de clímax y éxtasis y enseguida lasitud, distensión, al detenerse súbitamente la intensidad del movimiento''.

Philip Glass fundó en 1968 el Philip Glass Ensemble, formado originalmente por tres saxofones, tres flautas, tres órganos eléctricos y un ingeniero de sonido. Hoy, el Philip Glass Ensemble está integrado por él mismo a los teclados (hoy sintetizadores en lugar de órganos); Michael Riesman como director musical y también a los teclados; Jon Gibson en sax soprano y flauta; Martin Goldray en teclados; Richard Peck en sax alto y soprano; Eleanor Sandresky en más teclados y Andrew Sterman en flauta, piccolo, sax soprano y clarinete bajo.

En 1998, el Philip Glass Ensemble cumplirá tres décadas. En tanto, desde Brasil y vía telefónica, Philip Glass en entrevista:

--La mayor parte de su público es joven en edad cronológica o bien mental ¿busca ese tipo de audiencia como destinatario?

--Lo que me encanta de eso es que mi música en realidad siento que crece con ellos, de la misma manera que tal crecimiento está en función directamente proporcional con los intérpretes de mi obra. Qué le puedo decir, que me encanta que mi público sea joven, como usted dice, en actitud joven. Veamos: si vamos por curiosidad a un concierto de, por ejemplo, Frank Sinatra, veremos sentados en las butacas a cincuentones, sesentones y hasta setentones, o si vamos a un concierto de los Rolling Stones veremos cuarentones, y si vamos a una tocada de los Smashing Pumpkins conviviremos con veinteañeros. A mí me place que mi público cubra un rango amplio, no limitado, de manera tal que en mis conciertos puedo ver desde chavos adolescentes hasta cincuentones. Y es cierto, no es muy común que un músico con formación académica tenga un público esencialmente joven. Quizá se deba a que me gusta mucho trabajar con gente joven. Para mí no existen las barreras generacionales, al contrario, me gusta la retroalimentación que me proporcionan personas más jóvenes que yo; es así que trabajo con coreógrafos de 20 0 30 años, diseñadores, escritores muy jóvenes. Estoy de acuerdo con usted: me interesa la juventud como un valor, y si hay jóvenes en mis conciertos o jóvenes que siguen mis obras en discos o en filmes, mejor.

--¿Le molesta que le llamen músico minimalista?

--Me han llamado de maneras peores (ríe Glass). Las denominaciones que han puesto a mi música no tienen que ver conmigo, ni con mi música. Si alguien le dice al público que mi ópera La Belle et la Bete es una ópera minimalista, ese público va a odiar a quien les dijo tal cosa ¿cómo se atrevieron a llamarla minimalista?, preguntará indignada la gente. La discusión acerca de cómo denominar a mi música ya data de diez, quince años y lo peor que puede pasar es que no logren describirla muy bien, y de plano ya me resigné a que se sigan haciendo interpretaciones equivocadas durante un buen tiempo. Pero ya decidí dejar de preocuparme por eso.

--La precisión quirúrgica de sus mediciones temporales, las estructuras milimétricas, los juegos abstractos, matemáticos en sus partituras hablarían de un método científico, de hecho usted estudió matemáticas y filosofía ¿hay alguna relación real?

--Cierto, estudié Matemáticas en la Universidad, pero se va usted a sorprender: no era yo muy bueno para las matemáticas, si lo hubiera sido hoy no sería músico sino matemático. Soy mejor músico que matemático. A final de cuentas estoy de acuerdo: desde que empecé a escribir música he establecido siempre relaciones sonoras en términos de estructuras y de proporciones. En cuanto a la filosofía, me ha sido de importancia invaluable especialmente en la parte de las artes escénicas que involucra mi obra. Ha sido una relación de ideas elevadas, que me han hecho compenetrarme con personajes de mis obras. Con las ideas filosóficas de gente como Gandhi o Einstein. Es de esa manera que he aprendido más que en todo mi entrenamiento universitario y en conservatorios.

--¿Le interesa ser entendido cabalmente por sus escuchas, o de hecho no le preocupa el easy listening o el hard demmanding?

--De lo que un compositor no debe preocuparse demasiado es en cuanto haya opiniones divididas sobre su obra, es decir, que haya quienes digan que mi música es fácil de oír y otros en cambio digan que es sumamente complicada. Lo importa es que si te gusta, si te emociona, si te despierta la fantasía, si inclusive dices maravillas acerca de mi música, es porque esa música te está diciendo cosas, pero sobre todo te está generando un pensamiento propio. Y eso es fundamental en el arte.

--¿Qué tanto le importa la carga emocional en ese acto?

--Es esencial, sobre todo en obras como La Belle, que es una pieza poderosamente dramática. Su poder está en la partitura, ciertamente, pero los elementos escénicos completan un todo integral, muy fuerte en sus alcances emocionales. Me parece que en eso radica su éxito, es por eso que gusta tanto al público.

--¿Qué hay de Bob Wilson, nuevos proyectos Wilson-Glass?

--Justamente en este momento tengo en mi escritorio una nueva partitura que estoy trabajando con Bob Wilson; antes de que usted me llamara por teléfono estaba precisamente en esto. Estamos preparando una obra visual-musical: a través de computadora, la proyección de imágenes musicales en formato de tercera dimensión. Al mismo tiempo estoy trabajando en cuatro partituras para mi Ensemble, utilizando poesía de Rumi. El título es Monsters of Grace. Seguramente haremos un estreno previo en Europa el próximo verano y para el próximo año estará completa la obra. Hice también una nueva ópera que estrenaré en mayo en Heildeberg, y un nuevo ballet. Y una nueva sinfonía con David Bowie y Brian Eno, titulada Heroes que estrenaremos en Estados Unidos a principios de febrero, es la segunda sinfonía del ciclo que iniciamos con la Sinfonía Low entre Brian Eno, David Bowie y yo.