Jordi Soler
No robarás
(Segunda y última parte)

Hay quien asegura que las segundas partes nunca son buenas. Esta no es una segunda parte, es el resto de la primera que no cupo en la entrega anterior. La idea de bordar sobre Steal this Book, este libro histórico de Abbie Hoffman, se debe a que la edición de su 25 aniversario, llena de dibujos y fotografías, ha llegado hasta las librerías mexicanas que se ocupan de las obras en inglés.

De las partes del libro de Hoffman que pueden aplicarse en nuestro país, continuando con el recuento anterior, podemos aprovechar también aquella en donde explica cómo meterse gratis a una sala de cine o a una sala de conciertos. La primera opción es colectiva: comprar entre varios un boleto, entra uno solo, espera el momento propicio (cuando el público está distraído buscando lugar o bien cuando acaban de apagar las luces), abre la puerta de la salida de emergencia (que generalmente se abre empujando la barra de metal que la atraviesa) y permite que sus socios se cuelen de manera subrepticia al interior. Hay que fijarse, y esta ya es una precaución de corte nacional, que frente a la salida de emergencia no haya un puesto de fayuca en el suelo, ni un puesto de tacos que, ya sea con su luz difusa o con su olor profuso, termine evidenciando nuestra maniobra. A continuación Abbie propone una técnica para asistir gratis al estreno de las películas, dice que basta con hablar por teléfono a las distribudoras, acreditarse como miembro de algún medio de difusión ficticio (pero de nombre convincente) y esperar la invitación oficial. Su técnica para obtener discos gratis es similar, dice que basta con acreditarse en una compañía disquera, por medio de una revista musical inexistente o una tarjeta de presentación también ficticia, para que lleguen los discos por montones a tu domicilio. Pero aquí hay que establecer algunos peros: los encargados de prensa de las compañías mexicanas son bastante menos ingenuos que los encargados gringos, además en este país, donde todo sucede en una sola ciudad, las funciones de prensa o los discos de promoción están siempre acaparados por los mismos personajes; y nada más para añadir un último pero: los ``montones'' de discos existen exclusivamente en el país de Hoffman. Lo mejor será no contar con este procedimiento.

En cambio, la tercera opción para ver cine gratis (o teatro o concierto, siempre y cuando haya más de una función) es todavía viable: hay que llegar a la hora de la salida del teatro, integrarse en la fila que viene saliendo, golpearse la frente ruidosamente con la palma de la mano, proferir un sonoro ¡oh Dios mío! (tan sonoro que pueda oírlo el cuidador de la puerta), aproximarse al cuidador y argumentarle que olvidamos cualquier cosa dentro de la sala, esconderse en donde sea posible y esperar agazapado la siguiente función.

El libro de Hoffman trae técnicas para conseguir gratis casi cualquier cosa. Viene un gran capítulo dedicado a los medios de transporte, ahí plantea, por ejemplo, rentar un coche para viajar de Nueva York a San Francisco y en el camino levantar a alguien que comparta los gastos, o, en caso de que no aparezca ese alguien, irse robando gasolina del tanque de los automóviles estacionados, con la ayuda de una manguera y un bote grande y vacío de chiles en conserva. También recomienda pedir boletos de avión a domicilio, inventando por teléfono una compañía importante y dando un nombre falso o, cuando se trata de viajar en autobús, esconderse en el baño mientras el vehículo duerme en la terminal, o comprar un boleto para un destino cercano y más barato, cuando en realidad vas a un sitio lejano y caro, o de plano, hacerle la chillona al chofer y decirle que tu hijo se fue por accidente en el autobús que salió hace una hora y que necesitas alcanzarlo y no traes dinero.

Todas estas técnicas tienen sus problemas de aplicación en México que es, precisamente, el país en donde más abundan estas técnicas; los choferes de autobús, que se las saben todas, llegan temprano a revisar si no durmió alguien en el baño, comprueban minuciosamente el destino del boleto y es difícil que acepten dramas personales a cambio de un viaje. Las líneas aéreas no sueltan fácilmente boletos a domicilio y levantar a alguien en las carreteras de nuestro país, para compartir los gastos, es un acto terminal, poco recomendable, a veces definitivo, siempre suicida.

En fin, el libro de Hoffman es más divertido que útil, más histórico que práctico, más romántico que funcional; se escribió en otro país, en otro idioma y en otro tiempo. El que quiera ser respetuoso con Hoffman y actuar de acuerdo con los planteamientos de Steal this Book debe, desde luego, robarse el libro.

Para terminar, una línea bella de él mismo, del género de la literatura mínima: ``Los poemas son gratis. Eres prosa o eres poema''.