Guillermo Almeyra
Desempleo y civilización

Vivimos una crisis de civilización, pues el mercado anula las relaciones solidarias y la idea misma de una comunidad de destino y, además, pone en cuestión al trabajo como fundamento de la sociedad, al negárselo a centenas de millones de personas incluso en los países industrializados, incluso entre los trabajadores calificados, incluso en las viejas y nuevas clases medias.

Hoy, el principal problema social en todo el mundo es la carencia de trabajo seguro y decentemente pagado, la proliferación del desempleo, la tendencia del capital a considerar una variable al costo de la mano de obra y a buscar reducirlo al máximo. El dios del Dinero ha reemplazado la maldición bíblica (``ganarás tu pan con el sudor de tu frente'') por ``no podrás ni siquiera ganarte el pan''.

Con el hundimiento de la promesa de un futuro estable y con empleo fijo, desaparece también la seguridad, sufre la identidad del trabajador, cae su orgullo y confianza en sí mismo. Al vivir en el hoy sin mañana está más sometido al chantaje de la dádiva del empleo temporal, en cualquier condición y por cualquier salario. Por eso es vital encontrar una solución al problema terrible del aumento de la productividad con caída constante de la ocupación, y de la emigración del capital allí donde la mano de obra es más barata y más sumisa y mayor es la posibilidad de explotarla, en una carrera hacia el pasado que parece no tener fin.

Como la mercancía fuerza de trabajo es de carne y hueso y piensa, y la misma economía es una relación entre personas que pertenecen a clases, el mercado no es una fuerza incontrolable, como una inundación o un terremoto. Es posible condicionarlo e imponer alternativas tanto al imperio del libre mercado como al Estado tullido y deficiente que aquél construye-destruye en función de las necesidades del capital financiero.

Los socialistas franceses en su reciente congreso, por ejemplo, exigen las 35 horas de trabajo semanales con salario completo para mantener el mercado interno, y al mismo tiempo incorporar a cientos de miles de jóvenes al mercado laboral. Los comunistas italianos, por su parte, reclaman el ``doble 10 por ciento'' o sea, una reducción del 10 por ciento de la evasión impositiva y una reducción de la desocupación al 10 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) que en Italia llega al 12.5 por ciento.

Simultáneamente proponen hacer un censo de necesidades sociales (agua, cloacas, casas, escuelas, caminos, sanidad, atención a la niñez y a los ancianos) y cuantificar los puestos de trabajo necesarios para responder a ellas, así como los que derivarían de la reducción de la semana laboral y de los horarios excesivos (horas extras) para distribuirlos entre los desocupados juveniles. Proponen hacer planes de trabajo socialmente útiles (protección del ambiente o de las riquezas culturales, defensa de los minusválidos, etcétera) e imponerlos, localidad por localidad, con la movilización popular. Sugieren reunir los fondos iniciales para lanzar planes productivos y creadores de empleos, sobre todo en las zonas marginadas o en crisis, con impuestos al capital financiero, a la especulación bursátil, con la reducción de los gastos en las fuerzas represivas y en las fuerzas armadas mismas. Calculan como costos (para la sociedad) los de la miseria y el desempleo, los de la destrucción ambiental, y como ganancias las que resulten de dinamizar el mercado interno y la economía, creando esos trabajos socialmente útiles que no por fuerza deben ser industriales y que, por consiguiente, se basan en la utilización de la mano de obra, no en la inversión cada vez más costosa de capital.

¿Qué otra cosa plantean los campesinos sin tierra del Brasil que poder trabajar y producir? ¿Por qué no hacer planes productivos región por región, localidad por localidad, y convencer al pequeño comerciante o al profesional de que no podrán tener clientes? ¿Por qué no elevar la productividad y reducir los costos sociales mejorando la calidad de la vida, la salud y la preparación del trabajador-consumidor mediante campañas para organizar el pleno empleo? ¿Por qué no imponer, a escala mundial, patrones salariales, de condiciones de trabajo por debajo de los cuales sea ilegal producir, y defender el contenido ético del trabajo prohibiendo todo lo que sea una violencia social o acorte la vida útil de los trabajadores, imponiendo penas tan altas como las que se aplican a los asesinos o violadores?