En solidaridad con los barrenderos tabasqueños
El rechazo previsible del PAN a la alianza político-electoral propuesta por el Partido de la Revolución Democrática y un grupo de intelectuales, no aleja --como algunos comentaristas afirman-- la posibilidad de avances sustanciales de la oposición en los comicios federales próximos, ni reduce las expectativas del PRD. Son tendencias sociales las que actúan en favor del cambio a la democracia plena y a rectificaciones de fondo en el rumbo del desarrollo económico del país. Que se concreten esas tendencias depende, sin embargo, de la capacidad de los partidos y de las organizaciones políticas y sociales que intervienen en la vida política del país.
Las tendencias políticas y sociales, nacidas de la inconformidad con los largos decenios de dominación priísta, se encaminan a una recomposición de las relaciones políticas en el país en los comicios del próximo 6 de julio. El PRI puede perder su posición hegemónica y la oposición conseguir avances decisivos. Así lo prefiguran los resultados de las elecciones el año pasado, particularmente las del 10 de noviembre en los estados de Hidalgo, Coahuila y México. En este último se ha creado una situación verdaderamente sana y prometedora: ninguno de los partidos tiene la mayoría en la Cámara de Diputados, se acabó la posibilidad del nefasto mayoriteo, las fracciones parlamentarias deben negociar para construir consensos y legislar; el poder legislativo local avanza a su independencia y con todo ello la democracia sale ganando.
Una edición nacional de lo ocurrido en el estado de México sería lo mejor que podría ocurrirle al país; abriría las puertas a cambios democráticos de fondo, pues una Cámara de Diputados realmente plural, en la cual el Presidente no pueda imponer su mayoría mecánica, obligaría al poder Ejecutivo a negociar y a tomar en cuenta las opiniones de la oposición, y a través de ella la de los sectores sociales representados por ella, así como a los movimientos sociales y las nuevas organizaciones de la sociedad hoy ignoradas por el grupo en el poder.
Una modificación de la correlación de las fuerzas políticas como la anotada arriba es posible en los comicios próximos. Pero no va a ser en modo alguno fácil. Las tendencias sociales al cambio pueden imponerse, pero a través de la lucha política enérgica e inteligente. El Presidente se ha puesto la camiseta priísta y el sistema todo, jefes priístas, caciques locales, la nomenklatura estatal, los capos del sindicalismo oficial, se alistan para defender a toda costa la hegemonía del partido oficial en la Cámara de Diputados, en los gobiernos de los estados y para ganar el nuevo gobierno del DF, cuestión decisiva en la estrategia de cara al año 2000 para los tres partidos con mayores posibilidades.
El PAN, por su parte, confía en las encuestas que lo favorecen, en su imagen de partido opositor en ascenso, en su capacidad para disimular su conservadurismo y sus identidades con el sistema, en la mala memoria de la gente, en el olvido de su ``alianza estratégica'' con el salinismo y su corresponsabilidad en la implantación del modelo neoliberal. Confiado también en su experiencia electoral y en que para los sectores financieros y para el gobierno de Estados Unidos es un relevo aceptable, espera ganar sólo la mayoría absoluta y convertirse en partido cogobernante.
El PRD --y con él toda la izquierda y las fuerzas de la democracia-- tiene los retos más difíciles. Situado en el tercer nivel, necesita consolidar su electorado y dar un salto en las preferencias ciudadanas, para mejorar su posición frente al PRI y al PAN, y evitar ser relegado. En el sur y sureste del país, así como en el DF, tiene mejores posibilidades para la competencia, como lo indica su desempeño en Guerrero, en el estado de México y en menor medida en Hidalgo en las elecciones últimas. Sus resultados van a depender, sin duda, de su capacidad para construir una amplia alianza de centroizquierda, que con una inconfundible posición de rechazo al modelo neoliberal proponga reformas de fondo al rumbo del desarrollo económico, de cara a los intereses de la mayoría de mexicanos duramente golpeados por la estrategia económica de Salinas y Zedillo. Crear un polo del progreso, como lo calificó la dirección nacional del PRD, que con lemas claros y candidatos adecuados --Cuauhtémoc Cárdenas, el más indicado para gobernador del DF-- amplíe largamente el voto democrático y de izquierda, consiga victorias importantes: Campeche seguramente, el DF con grandes posibilidades. Esa sería un gran contribución a la ruptura democrática de largos decenios de dominación priísta.