La Jornada Semanal, 19 de enero de 1997
ƑCómo fue su relación con Buñuel?
ųBueno, comencemos en forma cronológica. Nuestro primer encuentro fue cuando hicimos Los olvidados (1950). A mí me invitaron a fotografiar la película. Él ya había realizado algunos filmes, como Gran Casino, películas comerciales que en ese momento él necesitaba hacer para vivir. Acababa de llegar de los Estados Unidos. Luego de eso tuvo un productor, Jorge Menasche, quien atendió a su súplica para hacer una película a su gusto. El señor Menasche le dijo que desde luego pondría el dinero, aunque sabía que iba a perder hasta el último centavo. Prometió rodearlo de todos los elementos necesarios, procurando conseguir lo mejor, y entonces yo fui uno de los elegidos. Y de ahí vino la relación con don Luis. Fue una amistad muy bonita porque en ella jugaba el gran sentido del humor que él tenía y que yo algo manejaba. Nos divertíamos muchísimo con nuestros chistes. Quizás a otros no les divertían pero a nosotros sí. Hay muchas anécdotas de las siete películas que hicimos.
ųƑUsted conocía todo su trabajo anterior?
ųYo tenía una gran admiración por su talento, por el trabajo que había hecho en Europa, como El perro andaluz y La edad de oro. Su talento se manifestó aquí una vez que pudo acomodarse, esto es, interesar a productores para hacer lo que a él le importaba. Y así logró realizar películas extraordinarias, como Los olvidados, Nazarín y El ángel exterminador, películas que me tocó fotografiar y que me dejaron ver al Luis Buñuel que yo tenía ganas de conocer y de ser su amigo. No es un pensamiento mío pero estoy de acuerdo con la idea de que Buñuel hizo una película nada más y la siguió repitiendo toda su vida; cambiando de actores, variando el tema pero siempre buscando los objetivos que él quería demostrar a la gente. Él no los planteaba con palabras, no los explicaba. Yo los veía en la manera de dirigir, de plantear las intenciones que tenía para desarrollar determinadas secuencias. Era una lucha por la libertad, una libertad que sus personajes nunca tuvieron en la pantalla y que él tampoco alcanzó, pero era algo que él perseguía, como en la rueda de la fortuna en la que al final se cae... y, entonces, hacía otra película con prácticamente los mismos elementos, sólo que más perfeccionados, más trabajada la técnica pero también la idea. Se va madurando, madurando hasta llegar a encontrar una forma más simple para contarla. Me imagino que esa fue la tarea de su vida: cómo manejar todo aquello, un sueño encima de otro, de una pesadilla y otro sueño. Pienso en sus ojos saltones, en su curiosidad. Se antojaba ver la investigación que hacía el ojo de Luis Buñuel. El ojo rasgado por la navaja de rasurar, el ojo que se asoma a la cerradura en la película Él, en las ventanas de El perro andaluz, el ojo curioso, interesado en verlo todo, en analizarlo. Y, finalmente, ese ojo es el lente de la cámara. Hay una cosa: el principal objetivo de la fotografía es presentar el ambiente lo más verdadero que se pueda. Para ello uno maneja la iluminación. Esta es cosa suya completamente. Esa es la labor: entender, interpretar. Buñuel detestaba la estética y el lucimiento fotográfico, incluso me hacía muchos chistes al respecto. Él presentaba sus ideas, juntaba los elementos y al final de la película el único que quedaba era él. Era tanta su fuerza, que borraba a los otros. Luego de un tiempo uno se acuerda de él nada más. A mí me interesaba su personalidad, su concepto. Yo sabía que con él no iba a tener lo que con otros directores: esa búsqueda estética de la imagen que tienen o han tenido los Fellini, Visconti, Antonioni, Bergman y seiscientos más. El único que se separaba de esa línea era Buñuel. Algo verdaderamente legítimo, en que lo que se podía lograr fotográficamente era el ambiente. Para mí los mejores resultados fotográficos se dieron en Nazarín y en Los olvidados. La vida miserable como la del ciego ahí estaba, en el ambiente. La poesía, la filosofía de Pérez Galdós ahí estaban, en Nazarín. En eso radica la hermosura.
ųƑCómo fue la relación tras las siete películas?
ųLuego de Simón del desierto, la última película que hicimos juntos, él se fue a Europa. Primero fue a España a hacer Viridiana y de ahí a París. Él sabía, aunque no lo hubiéramos tratado directamente, que yo no iba a España. Franco vivía y yo era antifranquista, había tenido una comunión con los republicanos españoles en México, siempre había respetado a esa gente que por un ideal dejó familia, negocios, hogar, amigos, y vino a otra tierra distinta. Eso lo admiro muchísimo. No sé si haría yo lo mismo en el momento en que se me presentara, pero el respeto que yo tenía por los republicanos era el de no ir a España, a pesar de que me ofrecieron varios contratos cuando María Félix fue a hacer todas las películas que hizo, como Mare nostrum. Luego, ya con el señor Franco tres metros bajo tierra, fui a Europa a filmar algunos comerciales para Domecq y me enamoré de España Nunca le pregunté a Buñuel qué sentía por haber regresado a España. Nunca entraba en esos comentarios con él. No me gustaba poner a una gente a que me explicara una cosa que era tan obvia. Algunos republicanos lo criticaron cuando aceptó ir, pero hay que pensar en lo que hizo. Filmó, sacó hábilmente todo el material con el pretexto de ir a hacer regrabaciones ųla música, etcéteraų, porque sabía que Franco le iba a prohibir la película. Se salió con la suya: fue a hacer un combate prácticamente dentro del campo enemigo. Todo le salió tal como lo había planeado. Puedo decir que por lo general la vida de Buñuel fue preciosa porque siempre le salió todo lo que él había planeado. Debe haber estado satisfecho. Luis logró siempre una interpretación mejor de la libertad, a pesar del tiempo y de los cambios. Desgraciadamente, creo, lo único con lo que no debe haber quedado satisfecho fue con los últimos días de su vida, cuando ya no podía trabajar. No veía ni oía con precisión. Sus facultades mermadas le deben haber causado una gran pena. Déjeme decirle: Luis quería mucho a mis hijos. Teníamos una relación familiar muy bonita. Creo que uno de los momentos más alegres de sus últimos años fue en una comida aquí en la casa, cuando vino Costa Gavras a filmar. Yo no lo conocía pero me mandó decir con Lucero Isaac, que estaba trabajando con él, que tenía ganas de conocerme y un lunes lo invité a comer. Vinieron también Jeanne y Luis Buñuel. Comimos y al final mi hija Tolita comenzó a hacer actos de magia. Buñuel empezó también a hacer pases de magia, trucos. Parecía un niño divertido, adivinando misterios del brazo de su edecán. Se reía. Costa Gavras estaba muerto de la risa. Al despedirse, cuando acompañé a Buñuel a la puerta, me agradeció la invitación diciéndome que tenía años de no haberse reído como en esa comida. Mi hijo Gabriel tomó fotografías de todo, que por ahí deben de estar.
ųƑAlguna vez hablaron de la muerte?
ųNunca, de ninguna manera platicamos de la muerte. Esos temas macabros son para hablarlos con la familia si uno tiene interés. Creo que él planeó la suya muy bien. Ha habido otros que lo han hecho, como Dolores del Río, quien era una amiga entrañable. Ellos hicieron bien en planear sus cosas. Son gente que hizo una labor meritoria y saben que su muerte va a acabar mezclando cosas de la política, del gobierno, Bellas Artes, etcétera. Dolores quería una cremación sin honores de ninguna especie. En realidad tantos honores, el gusto que te pudieran dar ya no lo tienes porque ya estás muerto, y se acaban traduciendo en una molestia para la familia. Es algo muy fuerte, muy pesado, andar cargando con un cuerpo de aquí para allá, aunque sea cosa muy elogiosa y merecida. Yo creo que la muerte debe tener un plan, tal como uno planea su vida Hay un detalle que le quiero platicar y que le dijo Jeanne a mi esposa: Jeanne le estaba tomando el pulso a Luis, cuando éste se incorporó y le dijo "me voy a morir", y justo en ese momento el pulso se acabó. Ahí viene el misterio de la muerte otra vez ƑCómo sentirá uno?, Ƒsentirá uno cuando viene la muerte? Jean hasta le dijo "no bromees", pero ya no la oyó. Creo que en ese momento en que fallan completamente las facultades, uno lo único que desea es irse. Si eso me pasara, yo lo desearía: irme pero ya...
Pero ya le digo, para pasar a lo que estábamos: nuestra relación fue amistosa. Compartíamos con otros amigos nuestras reuniones: Lucero, Luis Alcoriza, Carlos Fuentes Era bonito y era interesante.
ųY a todos estos amigos, a toda la gente que colaboró con Buñuel, Ƒcómo los trató en su libro Mi último suspiro?
ųNo sé qué pasó. No sé si fue la interpretación de este señor Carriere. Tal vez porque Buñuel ya no estaba en condiciones de tener todo en la mente; yo creo que Luis no se dio cuenta de muchos de los capítulos, porque en realidad no son muy felices, sobre todo para sus amigos en general. Ahí afirma que el único amigo que tenía era Gustavo Alatriste. El trato que le da a Alcoriza es injusto. Él lo quiso mucho, fue un gran amigo, un colaborador. Yo creo que fue la interpretación de este señor, a quien no conozco. El libro quita toda la generosidad de Luis Buñuel; todo el cariño que le dio esta tierra está fuera del contexto del libro. Mucha gente comparte conmigo esta opinión.
ųƑNunca lo platicaron?
ųNo. Qué iba yo a decir sobre una cosa hecha. No sé si Alcoriza haya hecho algún comentario, yo desde luego no hice ninguno.
ųƑPero no hubo ningún problema?
ųNo, de ningún modo. Nos dejamos de ver por cuestiones de trabajo pero siempre fue muy cordial toda la relación, siguió siéndolo.
ųƑQué pensaba él del cine mexicano?
ųNo sé. Nunca me dio una opinión de las películas nacionales.
ųƑNunca tuvieron diferencias de criterio?
ųNo, si acaso con la idea de El ángel exterminador de esa fuerza metafísica que impide entrar a los de afuera. El ambiente cargado, el magnetismo, la magia que está adentro e impide salir, pero afuera no existe. Se lo comenté.
ųƑY él hacia caso?
ųšNo'mbre!