La Jornada Semanal, 19 de enero de 1997
šCómo rueda el dolor y cómo rueda
todo el cansancio de lo que no existe
(Aunque la tarde es toda de rasos y de seda
los árboles se amargan sobre la tierra triste.)
Cantan gloriosamente los pájaros divinos
la gloriosa sonata de la luz y el amor
ensombrándose todas las curvas del camino
se fingen ilusiones de sombra y de color.
šCómo rueda el dolor! Filosofía
escueta tras el manto de ilusiones del día
que mienten en el crespúsculo mentira de mujer!
Los árboles humildes sobre la tierra triste
lloran eternamente todo lo que no existe
en el instante ambiguo del ser o del no ser.
Se elevan solos, agrios en el silencio. Viven
en las serenas ansias de sus renovaciones,
son como las campanas de una dulzura triste
desnudadas en una cerrazón de dolores.
En el otoño viven serenos y confiados
adormeciendo el oro de sus hojas postreras
y esperando, esperando que vuelvan del pasado
los estremecimientos de alguna primavera.
Y así son... Viven.... Alzan en quietudes extáticas
los dedos taladrados de la rama más fuerte
y se hacen un milagro de dulzura y silencio
para que cuando venga no los lleve la muerte.
[De la serie "Los árboles"]
No llores tanto muchacha doliente,
todas las cosas se van y se van
como esta mañana las voces ardientes
pasaron cantando para la ciudad.
La vida es un poco cansante muchacha,
nos duele, nos duele como una campana
que vibra en el oro del amanecer,
y cuando miramos por las avenidas
oímos canciones y voces dolidas
cantadas por hombres que no han de volver...
Julio de 1920
El paisaje sencillo se me entra en las retinas
como un camino nuevo lleno de claridad.
Las hojas amarillas
se cansan de esperar
y los troncos nudosos se ponen de rodillas
ante el milagro unánime de un dorado trigal.
Los álamos se empinan
y arrugan los ramajes implorantes
en una petición de caridad
que los hace más suaves
que la misma bondad.
El río corre, hierve y se desliza
en un milagro de tranquilidad
que hace más dulce el agua campesina
a mis pupilas de hombre de ciudad.
El río fluye como una vertiente
que en vez de agua trajera castidad.
Dos mujeres
hablan y beben agua y comen pan.
...Pan campesino, áspero y sabroso,
pan que la madre amasa en el solar
y que además de misericordioso
es aromoso
y maternal.
Pan que se ofrece al hombre de la aldea
para que sea fuerte, para que labre más,
y eche la siembra ubérrima
en el surco, contento de su animalidad.
Pan campesino, dame tus entrañas,
Pan,
para mi primavera desolada,
Pan,
como una bendición de este paisaje
en la consolación de mi cantar.
En el huerto pequeño tan dulce
de intimidad que ciegan las más mínimas cosas.
Las lechugas humildes tienen algún perfume
y la tierra es amiga, moldeada y aromosa.
Los ciruelos levantan las corolas
florecidas y tiemblan de un apacible amor.
Rebalsa así una ola
un perfume de tierra y un latido de sol.
Deslumbramiento
Los árboles rectos
* * *
Égloga simple
* * *
Ciruelos florecidos
Entre los 15 y los 16 años, en la lluviosa provincia de Temuco, al sur de Chile, el joven Neftalí Reyes (Pablo Neruda) escribió sus primeros poemas. Aunque se resistió a publicarlos ųcon excepción de unos pocosų, él mismo se encargó de que no se perdieran. Tal vez, el poeta nunca dejó de ver en aquellas estrofas, aún titubeantes, el punto de arranque hacia una cita con su propia voz. Luego de numerosas vicisitudes, hasta la editorial Seix Barral ha llegado una copia íntegra de aquellos textos, que pronto aparecerán bajo el título Cuadernos de Temuco. Ofrecemos un anticipo de esas tentativas iniciales del "gran volcán taciturno", como lo llama Octavio Paz, otro Premio Nobel de América. (Selección y nota: Eduardo Hurtado.)