La Jornada Semanal, 19 de enero de 1997
Huidobro vs. De Rokha vs. Neruda
Fueron enemigos irreconciliables. Eduardo Anguita los definió como los Tres Mosqueteros al revés: "Todos contra uno y uno contra todos." Se agredieron a lo largo de los años con una virulencia verbal inusitada. Ni la muerte pudo en uno de los casos borrar, diluir o disimular el odio y el resentimiento acumulados en vida. Los tres eran poetas y la celebridad los alcanzó con diversa suerte. Forman parte ųcada uno con su ya legendaria personalidadų de la literatura latinoamericana de este siglo y sus polémicas y hostilidades constituyen un capítulo esencial de la historia cultural chilena contemporánea.
Los tres gladiadores
El mayor de todos, Vicente Huidobro o Vicente García Huidobro Fernández, había nacido en Santiago en 1893, en el seno de una poderosa familia terrateniente, propietaria de la Viña Santa Rita y vinculada con la política y las finanzas nacionales. De prosapia que él mismo hizo remontar hacia el Cid Campeador, fue protagonista de una vida de aventuras escenográficas, que incluyó con frecuencia el condimento del escándalo. Dirigió y publicó desde joven revistas literarias, elaboró manifiestos de estética, dictó conferencias sobre poesía y sobre todo escribió, además de una serie de novelas, numerosos poemas recogidos en cerca de veinte títulos, el más celebrado de los cuales es Altazor (1931).
Admirador y continuador de Apollinaire, con quien trabó amistad en París en 1917, Huidobro es una de las figuras de más significación en el periodo de las vanguardias poéticas. Deslumbró con su palabra y su poesía a quienes fueron sus seguidores sin condiciones. El creacionismo fue su teoría literaria en esos años, de la que se declaró iniciador en disputa con el francés Pierre Reverdy. Un poema creado, dice Huidobro, "muestra un hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquier otra realidad que no sea la propia". Tres de sus versos más conocidos sintetizan su concepción estética de modo insuperable: "Por qué cantáis la rosa, šoh, Poetas!/ Hacedla florecer en el poema;/ [...]/ El poeta es un pequeño Dios."
Un año menor, Pablo de Rokha nació en Licantén, en el Chile central, en 1894, hijo de un empleado y productor rural. Su nombre civil fue Carlos Ignacio Loyola, con el que firmó durante los primeros años. Al frente de casi toda su trayectoria de escritos, acumulados en más de cuarenta libros, figura su rotundo nombre literario, inconfundible seña de identidad.
Tuvo incondicionales y detractores, estos últimos encabezados por el crítico Hernán Díaz Arrieta (Alone) (1891-1984). Después de haber sido calificada de poesía salvaje, afectada, vulgar, primitiva, patética, agobiante o retórica ųentre muchos otros adjetivos registrados por Naín Nómez en una larga nóminaų, en los últimos años se ha comenzado a reivindicar su obra, y para Carlos Droguett, por ejemplo, de Rokha es "el más profundo e innovador de los creadores chilenos del presente siglo".
De su matrimonio con Luisa Abalón, quién publicó libros de poesía con el nombre de Winnét de Rokha, tuvo cinco hijos ųCarlos, Lukó, José, Juana Inés y Pabloų algunos también poetas y pintores. Con ellos y otros parientes (como su yerno; el escritor Mahfud Massis, esposo de Lukó) formó un pintoresco clan familiar que tuvo que soportar los ataques de los enemigos literarios y las inclemencias de una vida escalonada de dificultades económicas, las que lo llevaron a recorrer el país vendiendo maquinaria agrícola, cuadros y los propios libros y revistas por él editados.
El más famoso de los tres fue Pablo Neruda, nacido como Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, en Parral, en 1904. Hijo de un ferroviario venido del sur chileno, su carrera literaria fue arrolladora en libros, premios y homenajes. Cónsul en Birmania, Ceylán, Java y Singapur, en Barcelona y Madrid republicanos, y en México; Senador por el Partido Comunista; Embajador de Allende en Francia; bibliófilo y coleccionista de objetos curiosos o pintorescos conservados en sus casas de Santiago, Valparaíso e Isla Negra, Neruda construyó una obra poética caudalosa, admirada con perseverancia (del chileno Alone a Emir Rodríguez Monegal) y también cuestionada sin eufemismos (de Juan Ramón Jiménez a Ricardo Paseyro). Sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) alcanzaron una extraordinaria popularidad, y el resto de su enorme producción ųsobre todo la serie Residencia en la tierra (1933-1935), el Canto general (1950), Los versos del capitán (1952) y los tres títulos de Odas elementales (1954, 1956, 1957)ų ha sido acompañada de difusión, apoyo y aplauso que pocos poetas han logrado en las mismas dimensiones.
Tuvo, igual que Huidobro y De Rokha, su cofradía de militantes entusiastas. Más joven que sus enemigos, los sobrevivió varios años. Ninguno de aquellos dos pudo enterarse que a Neruda le fue concedido el Premio Nobel en 1971.
Amigos al principio
La revista Azul apareció en 1913. Era la segunda publicación periódica que Vicente Huidobro fundaba. Un año antes había sido Musa joven y su duración alcanzó la media docena de números. De la nueva revista fue uno de sus primeros redactores Carlos Díaz, que aún no firmaba como Pablo de Rokha. "Aunque parezca mentira ųdice Volodia Teitelboim, privilegiado testigo de la trayectoria de los tres poetasų, Azul tiene esos dos directores que son como polos opuestos de la humanidad [...] Coincidieron raramente en la vida. La primera vez, cuando eran jóvenes a quienes les gustaba la palabra 'azul', aunque uno de ellos poco después comenzó a refunfuñar al oírla." La revista llegó al tercer número y desapareció.
Tres años más tarde, en 1916, mientras Carlos Díaz Loyola (o Pablo de Rokha) contraía matrimonio con Luisa Abalón (o Winnét de Rokha), su amigo Vicente Huidobro viajaba a Buenos Aires y más tarde embarcaba rumbo a Madrid y París. Ya instalado al año siguiente en la capital de Francia, donde frecuenta a Juan Gris, Pablo Picasso, Jacques Lipchitz, Max Jacob y Jean Cocteau, entre otros, en Santiago se publica una antología, Selva lírica, cuyos responsables (Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya) incluyen a los dos orientadores de Azul, a quienes presentan como jóvenes promesas. Faride Zeran recuerda en La guerrilla literaria: "Pablo Neruda está en Temuco, es un adolescente y 1917 también resulta un año importante para él. En el diario La Mañana de su ciudad, aparece un artículo titulado `Entusiasmo y perseverancia'. Esta es su primera publicación, y la firma como Neftalí Reyes."
Aunque en 1919 Huidobro vuelve a Chile, en 1920 estará de regreso en París. El arribo de Neruda a Santiago coincide con el nuevo viaje europeo de Huidobro. A quien conoce, en cambio, es a Pablo de Rokha, al que había escrito desde Temuco solicitándole hospitalidad en la revista Numen.
De Rokha lo incorpora a su grupo junto a Tomás Lago y Diego Muñoz, entre otros. Volodia Teitelboim describe así la situación: "El poeta de treinta años se relaciona con los poetas de veinte, porque los aproximan la poesía, las privaciones, la necesidad de arreglárselas para subsistir. El hombre de anchas espaldas y chuletas dignas de la ópera Carmen (tiene el rostro de un conquistador español) camina balanceándose como un oso o un orangután. Emplea un tono imperativo, inapelable, da órdenes a los muchachos para ir a cumplir su deber de pedir plata prestada, de vender libros, cometer pequeñas estafas." Hubo después, continúa Teitelboim, una sublevación de los jóvenes en el restaurante Hércules ųcontada con lujo de detallesų, que De Rokha nunca perdonó.
Éste podría ser el origen del odio hacia Neruda. Pero la historia es más compleja. Por lo pronto, el poeta más joven, que publicará Crespusculario al año siguiente, escribe un elogioso comentario de Los gemidos (1922), en el que define a De Rokha como "un amador de la vida y de las vidas, azotado por la furia del tiempo, por los límites de las cosas, corroído hasta la médula por la voluntad de querer y por la horrible tristeza de conocer" (en Claridad, 16/12/22).
Otro episodio es el que vincula a Neruda con Helena Díaz Loyola, hermana de Pablo de Rokha. El "Nuevo Soneto a Helena", incluido en Crepusculario, está presumiblemente dedicado a ella. Cuenta su sobrina Lukó que la oposición del padre de Helena impidió que esa relación amorosa continuara. Jorge Edwards da en cambio otra versión, según la cual Neruda explicaba que "él había empezado a recibir cartas muy hermosas de la hermana del escritor, y pronto había comprendido que él mismo las escribía. Fue una de las primeras cosas que lo indujeron [...] a tomar una prudente y definitiva distancia".
Un distancia diferente, geográfica (aunque también estética), es la de Vicente Huidobro. Permanece en Europa hasta 1925. A su regreso a Chile, Pablo de Rokha lo saludará desde su revista Dínamo (en la que asimismo Neruda colabora), y a pesar de las reservas y críticas que anota sobre la poesía creacionista, recordará "la amistad indisoluble de los primeros años" y lo destaca como "un gran artista emancipado".
Pablo Neruda dirige ese año la revista Andamios y recoge en sus páginas una colaboración de Huidobro. Publica además, en la revista Ariel, su artículo "Defensa de Vicente Huidobro", en el que se refiere a "su poesía extrañamente transparente, ingeniosamente ingenua". En el mismo número, Rosamel del Valle escribe con entusiasmo: "En Chile son dos únicos poetas los que hoy por hoy representan la gestación de esta era iluminada: Vicente Hidobro y Pablo Neruda". El campo de batalla comienza a ser delineado.
La guerra desatada
Como dice Faride Zeran, aunque del `27 al '30 los poetas viven en lugares diferentes, "la semilla del rencor entre [ellos] ya está plantada. Florecerá y crecerá como mala hierba en los años treinta". Pablo de Rokha publica un artículo demoledor contra "Pablo Neruda, poeta a la moda", en el que descalifica los Veinte poemas... como "la biblia típica de la mediocridad versificada". De la demolición sólo se salva en parte un libro de 1926 y los ataques no se limitan a los aspectos meramente literarios, pues hace notar que Pablo Neruda, el lánguido poeta con hambre que había conocido doce años atrás, ahora "viste bien, come bien, y todos los primeros se va a incautar sus buenos pesos de la Tesorería General de la República" (en La Opinión, 11/11/32). Al año siguiente, publica en el mismo periódico "Neruda y cía." y "Epitafio a Neruda", este último a propósito de Residencia en la tierra, del que salva algunos poemas "del pantano de formas tontas y discontinuas, tontas y en desorden" con que define la poesía nerudiana.
Pero esto es apenas el principio. En diciembre de 1934, se frota las manos en un breve artículo ("Esquema del plagiario"), que da cuenta de un plagio de Neruda al poeta indio Rabindranath Tagore. Se trata del poema 16 de Veinte poemas... casi calcado sobre el poema 30 de El Jardinero traducido al español por Zenobia Camprubí en 1917. El descubrimiento lo había hecho Volodia Teitelboim, y también Vicente Huidobro habrá de festejarlo algunos días después, en enero de 1935, en su revista Vital, en cuyas páginas hace un dossier del asunto, incluida una carta de él mismo a Tomás Lago en la que lo insulta con ferocidad del mismo modo que a Diego Muñoz, ambos nerudianos confesos. La explicación de Neruda de que no se trata de un plagio sino de una paráfrasis del texto de Tagore (así lo establece en la quinta edición, 1937), no fue aceptada por sus ya indisimulados enemigos, quienes lo siguieron llamando plagiario hasta el fin.
Cuando Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim publiquen la Antología de poesía chilena nueva, en 1935, Pablo Neruda estará lejos, desempeñando sus funciones de Cónsul en España. Ya ha dado a conocer algunos libros importantes en su producción: Tentativa del hombre infinito (1926), El hondero entusiasta (1933), y el primer volumen de Residencia en la tierra (1933).
Pablo de Rokha ha seguido sumando títulos: U (1927), Satanás (1927), Suramérica (1927), Escritura de Raimundo Contreras (1929), Canto de trinchera (1933) y Jesucristo (1933). Al mismo periodo corresponden las obras de Huidobro: Automne régulier, Tout a coup y Manifestes (las tres de 1925), Vientos contrarios (1926), Mío Cid Campeador (1929), Temblor de cielo y Altazor (ambas de 1931).
Anguita y Teitelboim, que consideraban a Huidobro "uno de los Padres de la Poesía Nueva", "el Gran Gurú Creacionista", preparan la antología bajo esa sugestión. "Él era Dios. Nosotros sus dos apóstoles", reconoció con gracia Teitelboim varias décadas después. El volumen incluye a los tres poetas. Pero eso no fue suficiente para que lo aceptaran sin protesta ni hostilidad.
El primero que saltó a la palestra fue Pablo de Rokha con esta queja: "Yo voy en la Antología con 30 páginas, Vicente Huidobro con 56 páginas, Neruda con 24 páginas [...]." La ubicación como segundo en el ranking, y la exclusión de Winnét, su mujer, bastaron para que De Rokha se despachara con todo su arsenal a fin de cobrar viejas y nuevas cuentas. En cuatro artículos titulados "Marginal a la antología", aparecidos en La Opinión entre el 10 y el 13 de junio de 1932, declara la guerra a Pablo Neruda y, de paso, también a Vicente Huidobro.
Éste responde el 19 de junio, con ironía: "No soy de tus enemigos [...]. Comprendo tus angustias y tus dolores. Comprendo tu desesperación y sé que ella viene del sentimiento de lo no logrado [...]. Es una tragedia pero es subsanable. La meditación es el remedio, y hay que curarse. Ese desequilibrio es causa de todos los excesos y de todas las bajas pasiones." Pablo de Rokha le contestará a su vez con notorio desprecio: "Yo te he dicho, Vicente Huidobro, que tu arte me parece un pastiche, es decir, un producto de farmacia, elaborado según las últimas fórmulas de los cenáculos de París del año 10 al año 30, un calco, un cliché, un tipo de standard de artoide. Que aquel arte es el arte del pequeño-gran burgués ocioso, millonario y viñatero, que se divierte elaborando caligramas, creaciones y jeroglificos, a costillas del inquilinaje de sus haciendas" (en La Opinión, 23/6/1935). Intercambian tres misivas más y ponen punto final a la polémica en la que se han cruzado insultos terroristas: "No voy a continuar golpéandote, Vicentillo [...] no soy un cobarde para pegarleen el suelo a una gallina que cacarea porque dice que ha puestoun huevo en Europa" o "arrinconado, haces una pirueta de foca inflada y te sales por la tangente. Pobre Pablito: estás habituado a chillar y falsificar".
Desde Barcelona, Neruda escribe un panfleto en verso al que pone por título Aquí estoy, y lo hace circular privadamente. Sus amigos lo publicarán en París, en 1938, con viñetas de Ramón Gaya. A los "derroka, patíbulos/vidobros" les advierte: "y aunque escribáis en francés con el retrato de Picasso/ en las verijas/ y aunque muy a menudo robéis espejos y llevéis a la venta/ el retrato de vuestras hermanas,/ a mí no me alcanzáis ni con anónimos,/ ni con saliva". El desprecio y la voluntad hiriente quedan depositados en cada verso y en cada palabra: "Muerte, muerte, muerte,/ muerte al ladrón de cuadros/ muerte a la bacinica de Reverdy/ muerte a las sucias vacas envidiosas/ que ladran con los intestinos cocidos en envidia."
Alianzas y reconciliaciones
Desde España, los poetas del '27 toman partido a favor de Neruda, contra Huidobro, salvo Gerardo Diego (no obstante firma condicionado el manifiesto de homenaje al poeta-cónsul) y Juan Larrea. En 1937, Huidobro y Neruda participan en el Congreso de Intelectuales Antifascistas que se realiza en Valencia. A pesar de las gestiones ante ambos por parte de algunos escritores miembros de la Association Internationale des Ecrivains pour la Défense de la Culture (AIDC), no aceptan la reconciliación. En algunos casos, hasta los amigos en común tienen que disimular ante cada uno que siguen tratando al otro.
Las relaciones entre Huidobro y De Rokha, en cambio, volverán a su cauce. Primero, y forzados por las circunstancias, se darán un abrazo público en un acto del Partido Comunista chileno, del que ambos forman parte. "El abrazo fue grotesco", asegura De Rokha. No obstante, es el principio de una alianza contra el enemigo común, Pablo Neruda, cuyo éxito literario aumenta a pasos agigantados. Huidobro termina colaborando en la revista Multitud de Pablo de Rokha, en 1939 y 1940. Pero las heridas no cierran fácilmente, a pesar del armisticio.
El enfrentamiento se concentra en los años siguientes entre los dos Pablos. No se trata, sin embargo, como observa con agudeza Juan Fló (o Diego Arenas), de "un gran poeta perseguido por un demente" ni de "un justiciero incansable y escarnecido que no se cansa de denunciar a un farsante", sino de "dos situaciones extremas que reflejan, ambas, pobrezas y riquezas individuales, pero que, sobre todo, se potencian y se iluminan por su contraste, por su contradicción, volviéndose más inteligibles una por la otra y reflejando, a su vez, algunas de las condiciones socioculturales de la creación en América".
De Rokha publica Morfología del espanto (1942), en cuyos versos alude a "los sapos plagiarios". Doce años después aparece su descomunal diatriba Neruda y yo (1954), concentrada en el poeta y en Alone, con un prólogo ("Diálogo a la manera de Sócrates"), tres partes (I, Bastiones de Ganimedes; II, El Falso Profeta o Los Desintegrados; III, El Imperio Mular de Cantinflas), 26 largas notas ("Acotaciones") y dos apéndices: "Bacalao y la Banda Negra" y "Siglas del prontuario" (en este último vincula a Neruda con el peronismo argentino). Un brulote dialogado (a su enemigo lo llama Casiano Basualto) es incluido en Genio del Pueblo (1960), y en Estilo de masas (1965) y Tercetos dantescos a Casiano Basualto (1966) vuelve a la carga, sin tregua, una vez más.
Neruda, por su parte, se defiende y contraataca con violencia en "Oda a la envidia" (1954) y en "Tráiganlo pronto" (1958).
Suele referirse a él como Barrabás. Ni después de muerto lo perdona y en Confieso que he vivido (1974) le pone como mote Perico de Palothes. De Huidobro, en cambio, muestra una imagen más benigna, aunque no deja de recordar "que me honró durante toda su vida con una espectacular guerra de tinta".
Según pone en evidencia Faride Zeran, hubo problemas personales, políticos y estéticos que separaron a los tres poetas. En esos motivos es posible encontrar el origen de tanto encono y tanta jactancia en la disputa.
Vicente Huidobro fue el primero en morir, en su finca de Cartagena, sobre el Pacífico, en el inicio de 1948. Pablo de Rokha se suicidó veinte años después, en septiembre de 1968. A Pablo Neruda lo abatió un cáncer en septiembre de 1973, a pocos días del golpe de Estado. Los tres están muertos, pero la paz de los sepulcros no ha logrado acallar los ecos de la guerra literaria.
Por convenio con El País Cultural, de Montevideo