Me quitaron de enmedio a golpes, relata Candelario Méndez Díaz
Claudia Herrera Beltrán Ť A Candelario Méndez Díaz, barrendero de Tabasco, los granaderos le medio arrancaron una oreja y lo golpearon en el rostro y el abdomen cuando intentó evitar el desalojo de sus compañeros Venancio y Jorge.
Una lluvia de macanazos le cayó encima en el momento en que pedía a una decena de policías que no se acercaran a los huelguistas de hambre.
Internado en el Hospital Angeles, el hombre de 22 años narra lo ocurrido la madrugada de este domingo, en el campamento que instalaron frente al edificio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Eran las cuatro de la mañana. Hacía mucho frío. Candelario luchaba por mantener los ojos abiertos. No podía darse el lujo de dormir porque precisamente a él le habían encargado vigilar el estado de Venancio (Jiménez Martínez) y Jorge (Magaña Alamilla), quienes cumplirían, en horas, 97 días en huelga de hambre.
Cuenta que nada más estaban esperando a que amaneciera para trasladarlos a un hospital. Las pláticas en la Secretaría de Gobernación se habían roto la noche anterior. Ni Venancio ni Jorge habían aceptado los exhortos para dar fin al movimiento; ``hasta el final'', habían dicho.
Pese a ello, sus compañeros acordaron que se les daría atención hospitalaria. En esas estaba Candelario, cuando de pronto observó la llegada de varios automóviles, de los que bajaron hombres que instalaron señales viales para interceptar el tránsito vehicular. Pensó que se trataba de una obra nocturna.
De pronto, el silencio se interrumpió y la gente empezó a correr, se escucharon gritos. Por todos lados había jaloneos, macanazos y golpes.
Candelario recuerda que se puso entre los granaderos y los ayunantes. ``Les gritaba que no les fueran a hacer mal a los compañeros porque no podían defenderse, pero comenzaron a golpearme con las macanas y los escudos''. Después, varios policías se arrojaron sobre él y lo aventaron a un lado, mientras arrastraban a Venancio Jiménez hacia una camioneta, donde lo subieron a empellones.
Candelario cuenta que permaneció tirado en el suelo unos minutos hasta que dos individuos --un granadero y otros vestidos de civil-- se le acercaron y empezaron a jalarlo de la ropa y de las manos.
Entonces, alguien tiró de su oreja izquierda y lo levantó, mientras otra persona trataba de sujetarle las manos.
Luego el barrendero de Tabasco fue llevado a empujones a la parte trasera de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en avenida San Jerónimo, donde fue arrojado a la acera y de nueva cuenta agredido.
Ahí recibió golpes en la cara, el abdomen y las piernas, y escuchó en repetidas ocasiones que lo iban a ``matar'' por no dejarlos hacer su trabajo.
La amenaza, recuerda el joven que ha laborado ocho años en el servicio de limpia de Tabasco, pareció más cerca de cumplirse en el momento en que uno de sus atacantes lo sostuvo de las piernas y el otro lo tomó por los brazos con el fin de arrojarlo a la calzada.
Relata que durante ese tiempo el hombre vestido de civil gritaba al granadero: ``¡Echale el coche encima! ¡Echale el coche encima! Nos las va a pagar''.
Pero logró zafarse y corrió hacia una ambulancia que desde hace unas semanas permanece estacionada cerca del lugar para atender a los barrenderos. Ahí, un ocupante del vehículo subió de inmediato a Candelario.
El conductor de la ambulancia intentó llevar al trabajador de limpia al hospital, pero una patrulla le cerró el paso y sólo alcanzó a devolver al herido al campamento, frente a la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Una vez que terminó el enfrentamiento, Candelario fue trasladado por sus compañeros en un taxi al nosocomio más cercano --el Hospital Angeles-- donde cerca de las seis de la mañana ingresó al servicio de urgencias.
Los estudios médicos indican que no hay lesiones internas, pero advierten que será necesario que el trabajador de Tabasco permanezca en el nosocomio para vigilar cómo se recupera, ya que hay probabilidades de que requiera un tratamiento especial. Adormilado aún por los sedantes que le fueron administrados, Candelario dice que apenas salga del mencionado hospital regresará al campamento para seguir apoyando a los otros barrenderos de Tabasco que permanecen en huelga de hambre.
A su lado están su esposa Alejandra y su hijo Alexander, de dos años, que llegaron al nosocomio por la noche.
La familia del barrendero dijo que perdió su casa durante uno de los últimos huracanes que tocaron las costas de Tabasco y sin pertenencias y con la esperanza de recuperar el empleo de Candelario, lo acompañan desde hace más de un año en la ciudad de México.