La Jornada martes 21 de enero de 1997

José Blanco
Cuestión de enfoques

El drama de los deudores de la banca no termina. Un amigo --hay miles en sus condiciones-- intentó comprar un departamento. El banco le prestó --mediante garantía hipotecaria--, 230 mil pesos. Ha pagado alrededor de 200 mil pero --a partir del error de diciembre--, hoy debe más de 700 mil, que no puede pagar. El comportamiento del mercado ha sido en estos años tan racional, que el precio de mercado de su departamento rebasa apenas los dos tercios de su deuda actual. Si lo entregara al banco, éste lo remataría por debajo del precio de mercado. Por tanto, su situación y perspectiva es perder el engache que pagó, perder también 200 mil que ha pagado, perder el departamento, y aún así quedar a deber la diferencia entre el precio de remate y los 700 mil que hoy dice el banco que ``debe''. La situación lo ahoga, la salud se le ha deteriorado sensiblemente, maldice a todas horas al gobierno y sólo puede ver que su situación se empeora cada día. Es razonable que sea del grupo de los pesimistas aludido no hace mucho.

En economía no existen soluciones únicas alcanzables a través de vías únicas. Tratándose de asuntos de la gente, es quizá más importante evaluar las trayectorias alternativas que los resultados mismos que se buscan.

El problema de los deudores de la banca se planteó de manera totalmente distinta al de los deudores del fisco. Respecto a estos últimos, acaba de ser anunciada una negociación directa con los deudores: subsidios y facilidades para ponerse a mano.

En el caso de los deudores de la banca, no se trató con ellos. El asunto se enfocó desde el punto de vista de la cartera vencida de los bancos. Se creó, con recursos fiscales, el llamado Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) que, mediante mecanismos y condiciones desconocidas, hace millonarias compras de cartera vencida a los bancos para evitar su quiebra. Entre tanto, los bancos continúan su labor de cobranza a los deudores.

En las condiciones de caída de los ingresos generales del país y con las altísimas tasas de interés que hemos experimentado en los dos últimos años, la vía decidida llevó a los deudores a situaciones como las de mi amigo, al tiempo que la cartera vencida de los bancos continuó creciendo, pasando de 24.3 miles de millones de nuevos pesos en diciembre de 1993, a 96.2 miles de millones en diciembre de 1995, y a 104.2 miles de millones en diciembre de 1996.

Salvo que una enorme decisión política cambie el rumbo de las cosas, la tendencia natural de este proceso es el de un nuevo --mayúsculo--, avance en la ya archiconcentrada propiedad de la riqueza de este país. Miles de personas perderán su casa o departamento, y los bancos se quedarán con miles de propiedades inmobiliarias que pasarán --vía remates-, probablemente a manos de los propios banqueros o sus socios y amigos, mediante compras con información privilegiada, acaso a través de empresas creadas para el efecto.

En el caso de empresas endeudadas, apareció ya el mecanismo por el cual veremos otro avance en la concentración de la propiedad: el pasado día 12 Inbursa anunció un programa cuyo propósito es comprar deuda comprada por Fobaproa a los bancos, y que, en breve, Fobaproa comenzará a rematar. Seguramente otros poderosos inversionistas estarán listos a comprar empresas o partes de ellas, a precio de remate.

¿Había alternativa? Sí, pero a través de una trayectoria económica distinta. Evalúe usted una que no fue ni será: a) el gobierno llega a un acuerdo con los deudores para que paguen lo que realmente cada uno pueda pagar --nadie está obligado a lo imposible, dice un principio de doctrina jurídica--; b) gobierno y banca calculan un límite a las ganancias de ésta --mientras la economía halla una vía de recuperación--, a efecto de que dichas ganancias sean una fuente de financiamiento de las deudas; y, c) Banxico --aunque fuera con un poco de horror--, emite dinero con el que el gobierno compra parte de la cartera definitivamente incobrable. Esto significa que las deudas, inmensamente crecidas sin que en ello tuvieran nada que ver los deudores, son canceladas mediante tres fuentes de financiamiento: 1) los propios deudores; 2) menores ganancias de los bancos; y 3) el conjunto de la sociedad, mediante la contracción en alguna medida de su ingreso, como efecto de la inflación originada por la emisión monetaria (otros mecanismos, en este escenario hipotético, habrían podido evitar que el efecto inflacionario señalado afectara a los grupos de menores ingresos). Respecto a la tercera fuente de financiamiento señalada, no pierda usted de vista que la vía Fobaproa, con recursos fiscales, es también un costo a cargo del conjunto de la sociedad.

Por supuesto, esta otra vía habría morigerado el ritmo con el que se ha querido controlar la inflación, pero también habría evitado un nuevo avance en la concentración del ingreso y la consecuente mayor polarización de la sociedad. Cuestión de enfoques.