Marco Rascón
¿Presidente de hierro?

La huelga de hambre ha sido levantada por ``razones humanitarias'', pero sin solución. ¿A dónde conducen las razones del poder? Si el tabasqueño Roberto Madrazo es un pejelagarto (es decir, parte dinosaurio, parte salinato), el doctor Zedillo pareciera aspirar a ganarse el reconocimiento de ``presidente de hierro'' al repetir la hazaña de Margaret Thatcher en Gran Bretaña que llevó a la muerte al irlandés Boby Sands, en huelga de hambre. De ese hecho nació la dama de hierro y el mito de una política de principios del neoliberalismo para no ceder a las demandas populares; ahí se reivindicó que el neoliberalismo no es sólo una política sino una ideología cuya moral se funda en el ejercicio del principio de autoridad y en la inflexibilidad para incorporar la pluralidad social y política en las decisiones. La Thatcher se convirtió desde entonces en la reivindicadora de que la acción gobernante nada tiene que ver con los estilos personales de gobernar y decidir, sino con un plan previamente trazado, cuyo principal obstáculo son los mismos gobernados. La doctrina neoliberal en política se convirtió en una fuerza que sólo va de arriba hacia abajo, se considera legítima en sí misma y hace de la inflexibilidad una virtud. Fujimori, Salinas, Menem, Zedillo, Chamorro, Reagan, Bush, Clinton, Aznar han hecho de la expansión comercial y la economía de mercado la cruzada salvadora de las naciones, y unos y otros se apoyan mutuamente frente a sus respectivos pueblos que se resisten o plantean la viabilidad de caminos distintos a esa globalización. Coinciden casi todos los gobernantes del mundo con esta inflexibilidad o esta exaltación del autoritarismo como forma única de gobernar. En México, el presidencialismo actual es una conjunción de neoliberalismo ydinosaurios; es el método perfecto para imponer a México el ``único'' camino: neoliberalismo por la buena o por la mala; y el tiempo de la vía ``por la buena'' ya se agotó. Dentro de la decadencia sólo el presidente tiene derecho al optimismo, nadie más, porque el optimismo popular fermenta la esperanza en el cambio y eso se convierte en rupturismo, desestabilización y hasta terrorismo. En el caso de los trabajadores de limpia de Tabasco, la Secretaría de Gobernación no es una instancia mediadora, como tampoco lo es la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que en desplegado publico se lavó las manos refugiada en una absurda e incomprensible definición: ``no actúa en casos laborales''. ¿No se la pasan propagando que los derechos humanos son universales? Por tanto, la única opción ``humanitaria'' que le quedó a la CNDH y al gobierno federal fue desalojar del campamento a los huelguistas de hambre, algunos ya con daños irreversibles por el prolongado ayuno.

La inflexibilidad como principio y el costo del abrazo Madrazo-Zedillo en Tabasco están en el fondo de esta acción contra los ayunantes. Enloquecidos por lo que acontece en la región, particularmente en Campeche y Chiapas, los pejelagartos estatales y federales se han refugiado en la inflexibilidad thatcheriana y han convertido cada movimiento y demanda popular en enemigo estratégico de la gobernabilidad. La huelga de hambre de los trabajadores de limpia la han estancado el mismo gobierno federal y estatal, pues consideran que ceder es perder la imagen de gobierno fuerte que se han hecho en Tabasco con base en la represión, la imposición y el miedo. Por ``razones humanitarias'' la huelga de hambre ha sido levantada por la fuerza, ¿no debería acompañar a esta (altruista) medida la solución del conflicto? Con esa decisión, basada en su principio de inflexibilidad, el gobierno simplemente ha postergado las presiones y legitimado la huelga de hambre como forma de expresión; en poco tiempo pasará a convertirse en una medida masiva de amplios sectores en resistencia. Las huelgas de hambre son la contraparte al principio de autoridad en el que se basan dinosaurios y neoliberales para imponer sus decisiones; son respuesta a la irracionalidad del poder y un camino intermedio entre la ineficacia de los conductos formales y las actitudes pasivas del poder. Para los neoliberales de hierro y los pejelagartos, cada demanda parcial, concreta, hecha pública atenta contra sus principios; para ellos, el respeto, derivado de la inflexibilidad, constituye esencia y lleva a los hechos la amenaza vertida, el primero de septiembre, contra todo el país: ``se aplicará toda la fuerza del Estado'', ya que, a fin de cuentas, todo mexicano escéptico, todo mexicano crítico a la recuperación y a los pagos por adelantado es considerado por el gobierno como ``terrorista''. Estamos llegando a un límite extraño: no existe el derecho en México, ni siquiera para declarar la guerra a la injusticia; no hay instituciones con credibilidad para mediar; los diálogos y negociaciones públicas o privadas ya no solucionan nada e importan a cada vez menos, y ya tampoco existe el derecho a la huelga de hambre. ¿Hay en curso una estrategia contra la esperanza? ¿En el país sólo cabe el optimismo del doctor Zedillo? ¿No son los que luchan en las calles, los últimos optimistas que quedan?.