En estos días el tema que más entretiene a los políticos capitalinos es el de la elección de gobernador para la ciudad de México. Mientras afanosamente los partidos registran sus ``plataformas electorales'' y sueñan con el dominio del Congreso, muchos esperan oír sus propuestas de gobierno. En el caso de esta columna, sobre todo las concernientes a la política cultural y el patrimonio monumental.
Hasta ahora, ante la carencia de reales opciones democráticas, muchos de los programas gubernamentales de rescate del acervo arquitectónico han estado supeditados a intereses partidistas y personales, sin abordarse realmente los problemas y sus soluciones. Más aún, en años recientes se ha pretendido dar un fuerte estímulo a la inversión especulativa en proyectos que, en muchas ocasiones, involucran a monumentos y zonas que podrían ser alteradas o destruidas, no sólo en términos estéticos si no también sociales. Tal es el caso del tan cuestionado proyecto Alameda con grandes torres de cristal, y el más reciente para la macroplaza de la villa guadalupana, mientras la antigua Colegiata se está cayendo.
Pero los habitantes de la ciudad han demostrado que ya no están dispuestos a seguir permitiendo más agresiones en el entorno urbano, por lo que se oponen con más frecuencia a disposiciones oficiales que lesionan el correcto desarrollo de sus colonias, como ha sucedido con los proyectos de la torre ``El Aguila'' en el Paseo de la Reforma y del tren elevado en Anzures y Polanco, además de los estacionamientos subterráneos en la plaza de la Cibeles y el Parque México.
La correspondiente actualización de los instrumentos legales de desarrollo urbano del Distrito Federal y de protección de zonas y monumentos, ayudaría en la defensa de los pocos inmuebles y espacios citadinos todavía disfrutables. Pero también, sin una sólida voluntad participativa de los institutos nacionales de Antropología e Historia y de Bellas Artes, las cosas seguirán igual. ¿Qué ha pasado con las declaratorias de monumentos artísticos que defiendan a la arquitectura mexicana moderna y contemporánea?
Todavía no conocemos las propuestas culturales de los partidos, si es que las tienen, pero una vez electos sus candidatos ¿realmente se ocuparán del rescate y conservación de nuestra herencia monumental, o continuará sirviendo como cultura de aparador? Por ahora, esperamos la designación de los aspirantes y más adelante veremos qué nos dicen en campaña.