El pasado fin de semana, en reciprocidad, un corresponsal extranjero me invitó a su casa de campo con el evidente y avieso propósito de convencerme de algunas de las torcidas observaciones que había hecho últimamente sobre el país.
Desde sus primeras palabras debió observar en mí un gesto de incredulidad y entonces se dedicó a halagarme para lograr su propósito. No, por supuesto, con el modesto menú de totopos y tequila con que --según denuncia de Carlos Fuentes-- Jorge Castañeda recibe a sus comensales de otras partes del mundo, sino con whisky y unas rebanadas de salmón que, según un cálculo modesto, darían para un par de horas de conversación. Decidí entonces resistir ese tiempo --por el halago-- oyendo desmesuras y extravagancias. Seguramente mi interlocutor saboreaba ya la revancha de lo que otras veces había escuchado de nosotros.
Este es el parco resumen de lo que me dijo el atrevido personaje.
``¿Qué ocurre aquí? Todo indica que es verdad, su Presidente se puso los guantes y parece que compite por un campeonato''. Con toda mala fe añadió: ``Debe ser por una corona de peso ligerísimo. ¿O más bien quiere noquear a sus contrincantes fuera del ring y antes de que suene la campana?''.
``Primero, cuando apenas hablaban sobre las condiciones de la pelea, les tiró un descontón diciendo que si los peleadores recibían una cifra menor de la que él había determinado se corría el peligro de que la plata llegara de todos modos por caminos torcidos, de las mafias del narcotráfico. La verdad es que nunca entendí el argumento: ¿recibir más proporciona vacuna a los contendientes de las posibles aportaciones ilegales? ¿No vivimos en un mundo en que de cualquier manera esas mafias pueden penetrar? No, es obvio que los controles serios, si en verdad puede haberlos, vienen de otro lado, de las instituciones mismas y de los efectivos reglamentos que se apliquen a la competencia.
``Nos asombró después, a nosotros que no conocemos este país, que exactamente al día siguiente de la deserción de uno de sus auxiliares, se le encarcelara por negocios mal habidos, cuando apenas algunos días antes se le había ofrecido una promoción o un exilio casi dorado en la tierra de los tricampeones. ¿Cómo explicar esa contradicción?
``Pero la cosa no quedó allí: cuando habló en tierras lejanas de su `mayoría' creímos entender, ¡los ignorantes!, que de árbitro pasaba a la pugna abierta. Después vino una reserva grave sobre compromisos ya adquiridos y dificultó el arreglo que parecía ya avanzado con otro de sus contrincantes, los enmascarados del sur. Y, para colmo, un arbitrario `desalojo humanitario' a golpes de los reclamantes de limpia de Tabasco, frente a la CNDH. Decididamente el pugilato como forma de gobierno.
``Y todavía --afirmó mi anfitrión, apenas ocultando su indignación-- se nos acusa a los periodistas extranjeros de simplemente tomar nota de los despropósitos de los disidentes locales, descalificando olímpicamente nuestro trabajo y el trabajo de quienes aquí hacen la crítica. Grave, de verdad, el tono y la amenaza que encierran esas palabras. ¿Mañana recibiré sugerencias de cuáles son las invitaciones que debo aceptar o a quién invitar? ¿Se me dirá lo que debo pensar y lo que no debo pensar? ¿Qué pasa aquí?
``Se perfila --siguió diciendo mi extraño interlocutor-- un abierto antiintelectualismo que no conducirá a nada, o que conducirá a muy serios callejones sin salida. Una de las primeras marcas de los regímenes que se endurecen es precisamente la referencia descalificatoria a quienes opinan y critican. Así ha sido siempre.
``Y, para rematarla, acabo de recibir un fax en que se transcriben las últimas palabras del nuevo presidente del CEN del PRI, arremetiendo en contra de la oposición con la mayor vulgaridad que sea posible imaginar. Algunos compatriotas suyos me explicaron lo que es un `porro': pues bien, parecería que un `porro' ahora dirige los destinos del PRI, un `porro' por golpeador y por el lamentable nivel político, intelectual, hasta mental.
``¿Entonces el PAN está destinado a ser fascista? ¿Y el PRD tiene vocación dictatorial? ¿El hombre del autoritarismo obsceno del IVA hablando de tiranías, la paja en el ojo del vecino...? Grotesco. De verdad no habíamos entendido nada. ¿Puede usted ver la catadura y el nivel de quien ha dicho esas barbaridades? ¿A eso llegó el PRI, el partido heredero de la Revolución mexicana, que de todos modos fue una gesta social admirable en el siglo XX? Los militantes honestos de ese partido deben estar hoy muy avergonzados.
``¿Qué pasa aquí? --volvió a preguntar, incrédulo, el corresponsal. Pareciera que se prepara una `noche de los cuchillos largos'. Pareciera que se queman ya los libros y que tienen la voz la intolerancia, la ceguera y el fanatismo. Pareciera que se buscan culpables y se construyen enemigos para exculpar la propia incompetencia.
``Ahora entendí mejor eso de las camisetas'', siguió diciendo. ``Cuando se quiere golpear y no razonar, invariablemente se hace alusión a los uniformes y al espíritu de cuerpo. Se confirma la vocación a la insidia y se asoma la personalidad autoritaria, se ultraja al enemigo y se procura intimidarlo. Es verdad, el uniforme no es aún el de las camisas pardas --apenas una camiseta nacional que han manchado quienes la llevan--, pero los procedimientos comienzan a parecerse: golpes en el callejón, soberbia en el lenguaje, desprecio de la razón, ofensas a la inteligencia.
``Si se tratara de una lucha libre o de una reyerta para filmar a la James Bond hasta podría ser divertido, pero se trata de un país en uno de los momentos más difíciles y más importantes de su historia.
``Hay sin embargo una ventaja --siguió diciendo--; las oposiciones, aun cuando la batalla pueda ser fuerte, no se ven mal en el escenario. Ante esos contrincantes no les costará demasiado trabajo mostrar de qué lado está la inteligencia y el propósito de construir. La gente que ahora tiene el poder se retrata a sí misma con las más lamentables facciones, enseña el cobre y la malcriada pinta. Esa es y será su desventaja, y la ventaja de las oposiciones''.
En aquella conversación extravagante, porque se hacía sin camisetas, traté todavía de descubrir si él tenía alguna escondida. No la vi por ningún lado, pero sí encontré que su mesa de trabajo estaba llena de libros. Me entró entonces una grave y preocupante sospecha: que aquel desorbitado personaje pudiera tener alguna razón, que hubiera algunas razones dentro de sus evidentes excesos. Preocupado --por supuesto una vez terminado mi vaso de whisky y las rebanadas de salmón, ¿o eran apenas totopos y tequila?-- tomé las de villadiego antes de que alguien como él --un pernicioso extranjero con ideas exóticas-- siguiera ofendiendo a nuestro país y a los hombres de la camiseta. Y antes de que deveras pretendiera dictarme el artículo de la semana.
Eso me había ganado por la ingenuidad de reunirme en un fin de semana en la casa de campo de un corresponsal extranjero.