Después de una lucha de más de dos años, tras sufrir graves penurias económicas, así como el hostigamiento, la calumnia y el ninguneo de las autoridades estatales y federales, luego de recorrer a prácticamente todas las instancias de poder del país, y después de que varios de sus compañeros pusieron sus propias vidas por delante para conseguir ser escuchados y atendidos, los trabajadores de limpieza de la capital de Tabasco obtuvieron, en lo esencial, la reparación de los más significativos agravios cometidos en su contra por el gobierno de esa entidad.
El fondo de la lucha de los barrenderos tabasqueños no era una mera reivindicación laboral, salarial o económica, sino un asunto de dignidad. Cabe recordar, al respecto, que su Viacrucis se inició cuando se negaron a acatar una medida corrupta, como lo era la pretensión de obligarlos a trabajar, con cargo al erario público, en los domicilios privados de los funcionarios municipales de Villahermosa.
Las resistencias y la tardanza de la administración para resolver el problema de estos demandantes de justicia debe ser visto como una señal de alerta en relación con el funcionamiento de nuestras instituciones. Pero, al mismo tiempo, el hecho mismo de que un grupo de ciudadanos humildes, procedentes de una entidad alejada de la capital, carentes de influencias y relaciones, hayan logrado atraer la atención de la sociedad y hayan conseguido, a fin de cuentas, que se les hiciera justicia, es un hecho por el que todos los sectores y todas las fuerzas políticas y sociales deben congratularse porque ratifica que, cuando se tiene la razón y la convicción, es posible defender los derechos básicos e irrenunciables mediante acciones pacíficas y legales. Con ello, este grupo de trabajadores ha hecho un aporte sustancial a la cultura cívica del país, y todos debemos estarles agradecidos por ello.
Sería injusto omitir que, con los acuerdos logrados ayer, tras el reinicio de las negociaciones, en la Secretaría de Gobernación, el gobierno federal ha dado una muestra de sensibilidad política y de capacidad de rectificación que, lejos de debilitar su autoridad, lo fortalecen y lo honran.
Los barrenderos tabasqueños han demostrado, en suma, que el país, la sociedad y sus instituciones siguen siendo viables y que es posible la reparación de las injusticias. Y han contribuido de manera importante en la construcción de un México en el que ningún sector desprotegido vuelva a verse en la necesidad de caminar miles de kilómetros, de alzarse en armas un primero de enero, de ponerse en huelga de hambre, de rociar con sangre las fachadas de los edificios públicos, para reivindicar sus derechos y su dignidad