Crece la zozobra en comunidades zapatistas de las cañadas por el incremento de los patrullajes militares
Hermann Bellinghausen, enviado, La Realidad, Chis., 22 de enero Ť Ahora son 170. Anteayer, 150. El día previo, domingo, pasaron 125. El sábado habían sido 100 soldados. Antes del 11 de enero pasaban un día sí y otro no. Después de esa fecha dejaron de pasar una semana, y ahora los patrullajes son diario. Este enviado contó hoy 26 vehículos, y ayer 25. Anteayer, 20; todavía el domingo fueron 15, relatan los campesinos de este poblado, que diario cuentan a los soldados. Como tantos pueblos de la selva, han agarrado la maña de contarlos.
Cada noche se oye el avión que, pasajeramente, sustituyó la patrulla terrestre desde el 11. Ahora hay avión y convoy. Ahora los convoyes del Ejército, además de tropas y armas, también cargan motosierras.
Pero ha cambiado la percepción que del patrullaje tienen los pobladores de La Realidad y zonas vecinas. Los jóvenes ya no interrumpen su partido de basquetbol porque los soldados pasan. Y los niños siguen jugando o trabajando, según en lo que estén.
``Soldadoos, soldadoos'', se oyen voces por todo el pueblo, y de muchas partes se ponen a observar la patrulla en tránsito, que a su vez los observa y retrata puntualmente.
La salida a la milpa sigue más o menos suspendida. ¿La cotidianidad de la guerra, low intensity war, que crece y aprieta como perico las tuercas?
Toda la cañada de Las Margaritas a San Quintín está fuertemente vigilada. A partir de ayer se estableció otro patrullaje más, que va de Nuevo Momón a Guadalupe Tepeyac, y se suma al que sale habitualmente de Vicente Guerrero, también hacia el cuartel de Guadalupe Tepeyac, según informaron a este enviado pobladores de diversas localidades en el trayecto hacia Las Margaritas.
También hoy, este enviado pudo observar el descenso de un helicóptero en el poblado El Corozal, cañada adentro, visible desde La Realidad. Se trata de un ejido de 80 familias, en la montaña, donde está instalada una guarnición del Ejército Mexicano.
El primo de Belisario, que vive en una comunidad por ese lado, me cuenta que hace dos días descendió en ese pueblo un helicóptero militar grande, ``como de carga''.
Mientras tanto, se prolonga el cerco económico sobre las comunidades, en la medida en que la negociación de paz no avanza. Quizás la opinión pública parece anestesiada, y la presión política independiente está distraída viendo cómo se incorpora a las elecciones, y ha retirado de Chiapas su atención y su capacidad movilizadora, quizás.
Y aquí sigue esperando la gente con los aviones cada noche, puntuales como una jaqueca. ``Esto es la resistencia, ya lo sabemos'', dice el primo de Belisario, que bajó a La Realidad para ayudar en un trabajo del otro lado de la carretera, en casa de un su compadre. ``De por sí lo tenemos decidido'', y hace un ademán como diciendo ``desde cuándo''.
Paradójicamente, pocos hablan estos días de los maltratados derechos humanos de las comunidades en rebeldía, aunque existe un proceso de negociación (y por tanto un reconocimiento de legitimidad) y se anuncian reiteradamente la voluntad de paz, el instinto de negociación, las labores filantrópicas de las instituciones, entre ellas y destacadamente, las fuerzas armadas.
La tensión crece. Cada día que no habla la Cocopa, cientos de familias, sólo en esta parte de la región, dejan de tener leña y dejan de cuidar de rastrojos sus cultivos, en esa que es su vida con la tierra.
Los hijos del maíz son tratados como jijos del mais; ni los menores pueden asomar la cara sin que les apunte una ametralladora. Derechos y cultura indígenas: suena bien. ``A ver para cuándo'', dice con una sonrisa de confianza inesperada el primo de Belisario. El sol apenas dora las casas más altas. Llegan otros compañeros suyos. Empiezan sus labores y me quedo pensando que aquí el trabajo no es terapia ocupacional: es trabajo.
La derrama de recursos federales sigue favoreciendo con creces a Chiapas. En todos los rubros. Hace pocos días se anunció que la quinta parte de la inversión de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes para el presente año se destinaría al estado. En este periodo se espera concluir el puente sobre el río Jataté, que allana el paso de San Quintín a La Realidad y anexas.
Aunque la militarización de los territorios indígenas ya es nacional, sin duda la inversión militar sigue teniendo en primer lugar esta atribulada entidad del sureste mexicano, que en varias regiones vive entre cercos, expulsiones y desalojos, con los pies sobre la pólvora.
En la percepción de la gente de esta cañada, a donde no llegan los dineros de la derrama federal, se vive una escalada de la amenaza que, para gente como el primo de Belisario, es objetiva y evidente. Hace ya más de una semana que están en vilo él, su mujer y sus hijos.
Los días son secos. Las noches claras por la luna, los niños se duermen tarde y despiertan antes de lo acostumbrado. En estas comunidades, la crisis de la crisis de la negociación no es un problema de puntos y comas. Es una inminencia concreta