El pasado domingo se cumplieron 50 años de la muerte del poeta Manuel Machado, injustamente relegado por la crítica, debido a su conversión al franquisimo y al catolicismo. Pero su poesía, íntimamente arraigada en lo popular, gira aún con la Giralda de testigo y el Guadalquivir dándole el tono musical.
Y antes que poeta
mi deseo primero
hubiera sido ser banderillero.
Poesía que es una manera de ser, un estilo de vida que define lo andaluz y es algo más que el canto, el baile y el toreo. Es el sentir y encarnar el espíritu fatalista en un canto al ritmo de puñales que cortan el aire y disecan el espíritu que está en la parte de atrás de ese canto, baile o pellizco trágico del toreo de los gitanos. Ese espíritu que es el señorío de los andaluces, y que ya había anunciado su hermano Antonio, que a diferencia de él, al dejar Andalucía es básicamente castellano, y se torna el filósofo español y universal que se adelanta a Heiddegger, en su concepción del tiempo.
Caminante son tus huellas
el camino y nada más
caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar,
caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
En cambio, Manuel se define y autolimita en una poesía flamenca de la que en parte es fundador. Poesía que dará alumnos de la talla de Federico García Lorca y Rafael Alberti. Poesía que es un decir de sí mismo, desprejuiciada, decir de andaluz, herido, de eso, de duende.
Poesía en la que nada se aprende, se olvida todo saber, para ser el que se es. Poesía honda para uso de gitanos que habla del cielo, los toros, los olivos o la amarga caña de azúcar. Poesía que brota de la tierra entre sueños y magias para cubrir la desolación y el hambre negra entre copas de aguardiente.
Vino, sentimiento, guitarra y poesía
hacen los cantares de la tierra mía
quien dice cantares dice Andalucía
y llora así: La Lola.
La Lola se fue a los puertos
y la isla se quedó sola
y esta Lola quién será,
que así se ausenta dejando
la isla de San Fernando
tan solo cuando se va.
Posesionado del sentimiento flamenco, el canto le era natural. El canto por el canto mismo, graduando el tono, sin prisas y con pausas muy marcadas. Poesía simple e ingenua en suavidad que estruja y le venía de lo más íntimo. Cantares que llegan a las entrañas de los otros y conmueven.