La Jornada 24 de enero de 1997

Fuero castrense, ``resquicio histórico'' que atenta contra la democracia, sostiene el general

Jesús Aranda Ť En los tribunales militares ``se viola impunemente'' la Constitución y se daña la dignidad de las personas que ``sin vacilar dan la vida y su sangre por la nación'', afirma el general brigadier José Francisco Gallardo Rodríguez.

En un escrito denominado El fuero de guerra: injusto e infame, el militar que lleva tres años preso en el Campo Militar Número Uno, acusado de difamar al Ejército Mexicano, señala que el fuero de guerra no es más que un ``resquicio histórico'' del militarismo que subsiste desde la época colonial e impide la democratización del país.

Como resultado de este código, indica en su texto, resulta evidente que la clase militar ``es una clase privilegiada y distinta ante nuestras leyes del resto de los habitantes de la nación''.

Así, insiste, con el paso del tiempo esta situación puede convertirse en un factor de ``desquiciamiento social'', esto aunado a que el Ejército se considera como un ente privilegiado, ``con lo que va despreciando poco a poco el elemento civil y podría terminar por no aceptar a los simples ciudadanos en los poderes públicos''.

Asimismo censura que la aplicación ``severa'' de las leyes militares se ``desvanece'' cuando ésta apunta hacia los altos mandos.

En consecuencia, la existencia de tribunales militares, más que proteger la disciplina e impedir la desmoralización en las fuerzas armadas, ``generan injusticia e impunidad dejando caer al Ejército en el fango de la ignominia''.

En los tribunales militares se ``embrollan los procesos'' cuando se hacen cambios de intereses bastardos, mezquinos, y cuando el personal no tiene la debida honorabilidad, profesionalismo, ética y los debidos principios que se requieren para presidir un tribunal de justicia.

Agrega que en los mismos tribunales militares se ``tuerce'' la aplicación del Código de Justicia, de la disciplina, del derecho y del prestigio de las fuerzas armadas, toda vez que los llamados jueces militares no son propiamente jueces, sino ``títeres medianamente espurios'' que están subalternados a un jefe superior en el Ejército.

Por su parte, insiste, el Ministerio Público militar calla y no cumple con sus verdaderos fines, porque la disciplina militar le veda la posibilidad de oponerse al que tiene el mando supremo.

Después viene el defensor de oficio, quien en la práctica ``no puede traspasar ciertos límites, porque si lo hiciera el defensor militar se haría reo dentro de la ordenanza, cuando menos por murmuración''.

Así las cosas, concluye en el texto que escribió desde su prisión en el Campo Militar Número Uno, ``el tribunal militar no es sólo injusto, sino hasta infame''