Una primicia del Dallas Morning News llevó ayer al Pentágono y a la Casa Blanca a reconocer la existencia de un proyecto estadunidense que buscaría establecer una fuerza aérea latinoamericana antinarcóticos financiada y equipada por el país norteño y operada por pilotos y personal de países como Colombia, Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador y México.
El proyecto, ``uno de varias opciones bajo consideración'' -lo matizarían funcionarios estadunidenses que redujeron el margen de viabilidad de una propuesta como la mencionada, sobre todo por la resonancia que el tema tiene en las nociones de soberanía-, incluye el envío de más de 70 aeronaves obsoletas o en desuso que serían equipadas con sensores infrarrojos, radares avanzados y ametralladoras para cumplir mejor su misión.
Quince oficiales estadunidenses, según el plan dado a conocer por el rotativo texano, coordinarían la operación de los aviones que serían prestados a las naciones latinoamericanas a un costo nulo, previa negociación con la Casa Blanca. Los aparatos recibirían mantenimiento en Panamá y el costo estimado del programa sería de 400 millones de dólares en los próximos años, según el estudio secreto que circuló en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
Aun con las salvedades que los voceros estadunidenses se apresuraron a expresar, para dejar bien clara la condición meramente especulativa y exploratoria del proyecto, resulta preocupante la insistencia del vecino país en generar mecanismos de combate al fenómeno del narcotráfico que por una parte ajan el concepto de soberanía nacional y por otro pretenden cargar el mayor peso del problema en los factores externos.
Apenas unos meses atrás, un ex secretario de defensa incluía en un libro de su autoría algunos eventuales ejercicios bélicos para invadir a México. Ahora tenemos un proyecto oficial para surcar los aires latinoamericanos bajo patrocinio y coordinación estadunidense.
No por inviables, e incluso descabellados que pudieran parecer algunos de estos ensayos, se les puede despojar de la carga intervencionista que conllevan ni de la mentalidad supremacista que revelan.
Sueños algunos, proyectos menores otros, pero todos forman parte de una ambición y una pretensión frente a la cual nunca estará de más, y la historia así nos lo demuestra, la terca defensa de nuestra soberanía nacional