``Reggio quedó prácticamente arrasada en un incendio sin indicio alguno de intencionalidad ni de negligencia humana. El hijo de una esclava nació con cuatro pies, manos, ojos y orejas y, además, con dos genitales. En las aguas termales de Puzol manaron torrentes de sangre. Una tormenta produjo muchos estragos. El niño fue quemado por mandato de los arúspices y sus cenizas fueron arrojadas al mar. El ejercito romano fue derrotado por los aqueos''. Este es el registro de hechos sorprendentes o prodigios ocurridos durante el consulado de Lucio Furio y Atilio Serrano en la relación que hace Julio Obsecuente en su célebre Liber Prodigiorum 1.
En la Roma precristiana, se buscaba afanosamente desentrañar las señales reveladoras del futuro que la voluntad de los dioses deparaba a los mortales. Las dificultades para formar un cuadro coherente a partir de hechos poco comunes, aislados, justificaba la existencia de una clase sacerdotal (los arúspices) dedicada a interpretarlos y a establecer el tipo de ceremonia adecuada para conjurar los males. Se trata pues de un ejercicio religioso. Los signos de importancia se relacionaban con el éxito o fracaso de cosechas o campañas militares y eran muy variados: desde fenómenos naturales como eclipses, rayos, meteoros, cometas, terremotos o erupciones volcánicas, hasta otros de más difícil comprensión desde la mirada actual, como lluvias de sangre, leche o aceite; ríos ensangrentados, animales que hablan o estatuas de dioses que mueven el rostro, derraman lágrimas o sudor.
Todo esto combinado con una práctica común entre los sacerdotes como el examen de las visceras de animales sacrificados en rituales complejos y que constituye, paradojicamente, un antecedente de gran importancia en los estudios anatómicos posteriores. Dentro de la amplia variedad de fenómenos considerados por este conocimiento antiguo, revisten gran interés los casos representados por algunas malformaciones anatómicas, en particular, el nacimiento de personas con ambigüedad en los genitales externos, los hermafroditas.
``En el monte Albano una estatua de Júpiter y un árbol próximo al templo resultaron alcanzados por rayos...El agua del lago Albano manó ensangrentada. En Roma, en el interior de la capilla del templo de Fors Fortuna, una estatuilla que tenía la imagen en la corona cayó por sí sola de su cabeza a las manos. En Piperno habló un buey y un buitre se posó en una tienda del foro cuando estaba muy concurrido.
En Sinuesa nació un niño de sexo dudoso entre macho y hembra. Llovió leche...Marcelo se enfrentó con Aníbal, y la primera vez luchó sin éxito, pero después le fue favorable el combate y puso en fuga al enemigo. Fabio recobró Tarento. Escipión llevó a buen término la empresa de Hispania''.
La inclusión de la ambigüedad sexual entre los prodigios es reveladora de las concepciones sobre esta singularidad anatómica durante los albores de nuestra era (Obsecuente recogió testimonios provenientes probablemente desde los siglos II y III a. C.). Lejos de representar un asunto con un interés médico o científico, se le observaba como un augurio que anticipaba hechos que habrían de ocurrir. El significado dado a los hermafroditas dentro de estas prácticas era muy variado, dependía al parecer de la combinación en la que se presentaban con otros sucesos sorprendentes. La mayor parte de las veces eran interpretados como señales de desgracias, por ejemplo, en tiempos del consulado de Publio Africano y Gayo Fulvio: ``En tierras de Ferentino nació un hermafrodita y fue arrojado al río. En Italia muchos miles de esclavos que se habían conjurado fueron condenados a muerte. En Sicilia los esclavos que se habían conjurado fueron prendidos con dificultad y condenados a muerte. En Sicilia los esclavos diezmaron los ejércitos romanos. Numancia fue arrasada''
Aunque era sumamente raro, en ocasiones eran considerados como prodigios que no necesariamente anticipaban catástrofes. Como quiera que sea, la suerte de estos sujetos siempre fue trágica pues estaban condenados a morir ya sea para evitar la consumación del destino deletéreo o como acto ritual para``limpiar''la ciudad del deseo funesto de los dioses. Por ejemplo, durante el consulado de Publio Craso y Quinto Escévola: ``En Cervéteri llovió leche...En Urbino nació un hermafrodita y fue arrojado al mar. Hubo paz dentro y fuera de la patria''. O en el consulado de Quinto Metelo y Tulio Didio: ``Muchos objetos fueron derribados por los rayos. Las lanzas de Marte en la Regia se movieron. Durante los juegos llovió sobre el teatro greda blanca...Además un hermafrodita fue arrojado al mar. En el circo se propagó el fuego entre las jabalinas de los soldados. Los hispanos fueron vencidos en numerosas batallas''.
A diferencia de ideas anteriores en las que las imágenes del hermafroditismo dieron lugar a obras de enorme valor poético y filosófico, como en Platón y Ovidio, los cultos paganos en la Roma antigua, lo caracterizaban como un prodigio, una señal de los dioses que anticipaba en lo general grandes catástrofes. Al formar parte de la religión oficial, esta actitud revela con gran claridad, las concepciones de esa época sobre la ambigüedad de los genitales, que si bien constituían una pieza de utilidad adivinatoria era, sin embargo, una presencia intolerable, generadora de una inquietud social, que tal y como ocurre hoy --aunque de modo más bien disfrazado-- había que destruir.
1. Julio Obsecuente, El libro de los prodigios, Traducción de Ana Moure Casas, Ediciones clásicas, Madrid, 1990.