Entre los cambios de funcionarios ocurridos a principios de este año hay uno que reviste importancia especial para la investigación científica en México. Me refiero al nombramiento del doctor Jaime Martuscelli como director adjunto de investigación científica en el Conacyt, en sustitución del doctor Gonzalo A. Chapela, quien pasó a ocupar la dirección del Instituto Nacional del Petróleo, cargo que antes tenía nuestro hoy flamante Rector de la UNAM, el doctor Francisco Barnés de Castro. La selección de Jaime Martuscelli para ese puesto es afortunada por muchas razones, de las que mencionaré solamente tres:
1) Jaime inició su carrera académica como investigador en el entonces Instituto de Estudios Médicos y Biológicos (hoy Instituto de Investigaciones Biomédicas) de la UNAM, en donde fuimos colegas durante varios años, aunque ya nos conocíamos desde antes. Fue uno de los pioneros de la genética molecular en nuestro país y su tesis doctoral abrió el camino para la mejor comprensión de la organización del genoma bacteriano, y por lo tanto de la biología molecular.
2) Temprano en su carrera Jaime también se vio involucrado en la administración universitaria, cuando fue nombrado secretario del Instituto en donde trabajábamos. Posteriormente ha sido director del mismo Instituto, del Centro de Innovación Tecnológica y Secretario General de la UNAM, por lo que su experiencia administrativa aumentó y se diversificó sin perder nunca contacto con la comunidad científica del país. Este aspecto de sus actividades se reforzó cuando desempeñó el cargo de Secretario del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, en el sexenio pasado, lo que le permitió asomarse a esferas de poder no académicas.
3) No sólo ha sido Jaime un científico distinguido y un funcionario académico experimentado, sino que siempre ha tenido una actitud positiva y optimista en relación con la ciencia en México, lo que lo ha llevado a desarrollar y apoyar numerosos proyectos para la promoción de la ciencia y la tecnología en nuestro país.
Como siempre hemos sido buenos amigos, y además nos hemos movido en el mismo gremio y en ambientes similares, he tenido oportunidad de observar de cerca (aunque en forma intermintente) su dedicación casi obsesiva al desarrollo de la ciencia, su buena disposición para desempeñar diferentes papeles en esos menesteres, siempre con optimismo, con gran celo por alcanzar sus objetivos pero también con gran cuidado para no ofender a nadie, ni siquiera a los más susceptibles de nuestros colegas, que los hay. Su compromiso con la excelencia no reconoce excepciones ni ha dado tregua a nadie, empezando con él mismo. Pero no se trata de un individuo fiero, inflexible e inexorable, sino todo lo contrario: sus amigos lo vemos como un cuate a todo dar, como un hombre sencillo y simpático, genuinamente interesado en desempeñar un papel positivo y constructivo en las direrentes tareas que la vida le ha ido presentando. Además, es un hombre honesto y leal con sus amigos (lo digo por experiencia propia) y creo que también con sus enemigos (aunque debe tener muy pocos, porque no conozco a ninguno, pero todo aquel que quiere hacer las cosas pronto y bien siempre despierta la animosidad de los que prefieren hacerlas lento y mal). Las muchas virtudes de Jaime han sido reconocidas desde hace tiempo por la comunidad universitaria, lo que ha resultado en su candidatura a la Rectoría de la UNAM por lo menos en 2 ocasiones; creo que Jaime debe sentirse orgulloso de esos 2 episodios, en los que muchos miles de universitarios, desde encumbrados académicos hasta modestos empleados, han pensado en él como Rector. Con su nuevo nombramiento en Conacyt, Jaime ha llegado a un sitio que no sólo merece sino que lo coloca en una situación que le viene como anillo al dedo: la oportunidad de promover el desarrollo de la ciencia y la tecnología en nuestro país desde el sitio idóneo, no sólo porque maneja la parte más visible del presupuesto que México invierte en ese renglón sino porque encierra la posibilidad de diseñar nuevos programas, de apoyar a los centros productivos y de crear otras estructuras que respondan a los retos del futuro inmediato y del nuevo milenio, de ofrecerle a la comunidad científica mexicana (que es su comunidad) una mano tendida, un panorama optimista y un proyecto de desarrollo de la ciencia y la tecnología en el que sus colegas podamos desempeñar el papel que nos corresponde.
Estoy seguro de que Jaime no le teme a la crítica de los científicos a su actuación en Conacyt, porque sabe que será objetiva y razonada; además, todos sabemos que Jaime sigue estando entre los que piden y no entre los que dan. Convoco a los investigadores científicos mexicanos a apoyar a Jaime en la gestión que inicia en nuestro favor en Conacyt, a trabajar con él cuando estemos de acuerdo con sus decisiones, y a criticarlo con respeto y sin argumentos ad hominem cuando tengamos argumentos para hacerlo. Finalmente, felicito a Jaime por este merecido reconocimiento al trabajo de toda su vida, le reitero mi admiración y mi amistad, le deseo la mejor de las suertes en su nueva tarea, y le ofrezco (para lo que valga) toda mi colaboración en sus tareas (si es que estoy de acuerdo con ellas).
Vale.