La Jornada lunes 27 de enero de 1997

Iván Restrepo
Salud y cambio de clima

Aunque todos los reportes de las agencias internacionales relacionadas con el medio ambiente y el desarrollo alertan sobre las consecuencias que trae el cambio de clima en el mundo, no existe una estrategia para prevenir los problemas que ocasiona y que ya son visibles en diversos sitios del planeta. Por el contrario, muchos países, entre ellos México, siguen políticas que darán por resultado serios desajustes en su quehacer económico, ambiental y social. Pero también en un renglón que poco se menciona al tratar aspectos relativos a las alteraciones en la temperatura del planeta: la salud.

En efecto, pese a los avances científicos y tecnológicos de que tanto nos enorgullecemos, el siglo venidero estará acompañado de enfermedades contagiosas que se creían cosa del pasado, como tuberculosis, y otras no transmisibles, como diabetes. En paralelo, vía la contaminación del agua y los alimentos, se transmiten numerosas enfermedades vinculadas con la carencia de políticas de salud pública y cuidado del medio. En un reporte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se señala la enorme notoriedad que han alcanzado este fin de milenio ciertas enfermedades catalogadas como nuevas y que se creían controladas gracias al avance científico y la prevención. Hoy, los países africanos temen la expansión del virus ébola; el cólera y el dengue causan víctimas en toda América Latina y Asia, mientras el hantavirus obliga a tomar medidas sanitarias en Estados Unidos. Por su parte, la malaria mató 3 millones de personas en 1996 y reafirmó descarnadamente el fracaso de la estrategia química y los programas oficiales establecidos para combatirla.

Si bien las enfermedades de la pobreza afectan a millones en todo el mundo, aquéllas derivadas del desarrollo mal entendido, el crecimimiento urbano y los estilos de vida imperante en los países industrializados también preocupan a especialistas y figuran como prioritarias en la agenda médica. Es el caso del cáncer en sus diversas manifestaciones, la diabetes y otras más de tipo cardiovascular y del aparato respiratorio. Sin embargo, son las primeras las que más atención merecen por el efecto que tienen en la calidad de vida de amplios segmentos de la población. Al respecto, aunque se reconoce que la estrategia más barata y eficaz para combatir muchas enfermedades y alcanzar las metas de una verdadera salud pública descansa en la prevención, se reconoce que hay dispendio de recursos escasos y mala utilización de los mismos; que se abandonan programas para combatir ciertos males que pueden resurgir de un momento a otro ocasionando incontables víctimas.

Pero si el mundo no está preparado para los efectos que en la agricultura, la industria y otras actividades ya causa la alteración del clima, menos lo está para enfrentar sus efectos en la salud. A juicio de la OPS, muchas enfermedades son altamente sensibles a las temperaturas imperantes en un determinado sitio, lo que facilita la reaparición de las que se tienen controladas o siguen vigentes en la agenda de salud pública, como el dengue, azote de millones. En otros casos, como el de la tuberculosis, su presencia hace que los organismos internacionales de salud la cataloguen como emergencia mundial.

Precisamente en México esta última sigue causando víctimas en la población de pobre condición económica, entre desempleados y subempleados. Los afectados acuden a consulta en etapas avanzadas del mal, lo cual dificulta su tratamiento por las complicaciones que pueden presentarse y las enfermedades asociadas, como diabetes, desnutrición y alcoholismo. Ello demuestra que la detección de la tuberculosis se hace tardíamente; pero además, es difícil supervisar el tratamiento de los afectados porque éstos se hallan dispersos en áreas poblacionales muy extensas y no hay personal sanitario suficiente para seguir la evolución de los pacientes, lo cual origina que no se curen y eleven las posibilidades de contagio.

Un reconocido especialista en el tema, el doctor Raúl Cicero, advierte cómo ya hay resistencia a ciertos medicamentos utilizados para combatir la tuberculosis. Cuando así ocurre, el tratamiento resulta muy costoso, además de que la tecnología moderna para identificar el tipo de bacilo que la ocasiona es muy limitada en México, por lo que no se pueden estudiar todas las cepas bacterianas y resulta difícil determinar la resistencia a los medicamentos. Sin embargo, en nuestro país existen suficientes recursos terapéuticos para luchar contra la enfermedad citada que se asocia frecuentemente al sida. Mas, como en otros casos, no siempre están en marcha las estrategias preventivas.

No hay duda entonces, que no solamente urge prepararnos para enfrentar los efectos que ocasionará el cambio climático en la salud de los mexicanos más pobres, que son mayoría, sino también resolver rezagos tradicionales. Todos pueden curarse con la atención oportuna e integral por parte del sector público y evitando políticas gubernamentales, como las vigentes, que producen más desigualdad.