Miguel Barbachano Ponce
¡Adiós Frank!

Más vale despedirnos ahora, cuando aún no se decide a envolverte en su oscuro manto, aquella dama que siempre esgrime en la mano una infatigable guadaña y tú todavía puedes leer estas nostálgicas líneas. Adiós, pues, ol' blue eyes jamás los cinéfilos que pueblan este planeta azul olvidaremos tu trabajo como actor, cantante, productor y director cinematográfico; tampoco tus textos como periodista deportivo y tus intervenciones como cantante radiofónico en diversas emisoras neoyorkinas, porque ¿quién que te escuchó podrá jamás olvidarte? Hasta pronto, pues, Francis Albert Sinatra, y conste que iba a escribir ``chao, bambino'', pues recuerdo que aunque naciste en Hoboken, Nueva Jersey, un 12 de diciembre de 1915, fuiste vástago bien amado de una familia de origen italiano. Quizá esa ascendencia fue la oscura razón nunca comentada de la dulzura tonal que imprimías a tu manera de cantar, desde que te contrató Harry James en 1939, hasta que obtuviste la consagración definitiva en la orquesta de Tommy Dorsey.

No en vano la crítica musical de aquella época te llamaba The voice, sobrenombre que venía a refrendar tus espléndidas condiciones como cantante melódico. Condiciones de alto rango que varios cine-documentalistas recogieron entre 1941 y 1949 en no menos de diez cortometrajes musicales, de los cuales ahora destaco por ser verdaderamente memorables: Las Vegas nights/The gay city, Ship Ahoy!, The All Star Bond Rally y Special Christmas trailer. Pero ya que hemos hecho referencia a las imágenes en movimiento debo decirte que siempre estarás entre nosotros, a través de los fotogramas de dos largometrajes monumentales: De aquí a la eternidad (From Here to Eternity, año 53, de Fred Zinnemann) y El hombre del brazo de oro (The Man With the golden Arm, año 56, de Otto Preminger).

No se me escapa dear Frank, que en 1943 la AKO fue la productora que te dio una inicial oportunidad estelar como actor cinematográfico en Migher and Higher, comedia ligera en cuyo contexto viniste de nueva cuenta a demostrar seguridad y encanto. Mismas que confirmaste, acorde a la crítica, en Step Lively, Anchors Awiegh (1945) y posteriormente en On the Town, el musical por excelencia de la posguerra, cuya realización coreográfica corrió a cargo de Gene Kelly. Después vinieron tiempos difíciles para ti en aquellos espacios encargados en manufacturar historias luminosas. Tiempos de oscuro recogimiento familiar durante los cuales procreaste con Nancy Barbato dos hijos: Nancy y Frank.

Y de pronto --año 53-- las cosas cambiaron cuando Zinnemann, el director austriaco que conjugó en México las impresionantes secuencias de Redes (1934) y que 16 años después dio a conocer al mundo a Marlon Brando en The Men, te ofreció un papel secundario al lado de Montgomery Clift y Burt Lancaster en la que vendría a ser memorable adaptación del best-seller de James Jones: From here to Eternity. Porque, ¿quién que te vio encarnando a Private Maggio en aquella famosa película de Zinnemann podrá jamás olvidarte? ¿Cómo podrá borrar de su memoria aquellas escenas en que el sádico sargento Judson (Ernest Borgnine) te agrede momentos antes del ataque japonés a Pearl Harbor? No en vano de los ocho Oscares que obtuvo la cinta uno te correspondió: ``Best Supporting Actor''. Pero no terminó para tus fans --con aquel máximo galardón-- tu carrera estelar, porque dos años más tarde la Academia te volvió a nominar por tu magistral encarnación durante 118 minutos de un hombre torturado por la droga, los remordimientos y la imposibilidad de amar, en aquel filme The Man with goldem arm que estructuró Preminger a partir de una novela de Nelson Algren. Desde entonces hasta 1971, fecha en que anunciaste tu irrevocable decisión de retirarte de la canción y del cine, aunque en 73 reapareciste como cantante, corrieron años, músicos (Count Basie, Duke Ellington) y películas.

Recuerdo ahora tu presencia como night club singer en Meet Danny Wilson, como cowboy cobarde en Johnny Concho, como irreverente enamorado de Grace Kelly (``You're Sensational'') en High Society y de Shirley Maclaine en Can-Can, como irreductible compañero de Dean Martin y Peter Lawford en la vida y en Sergeants Three. Sin embargo, no recuerdo haber visto ni tu última película Dirty Dingus Magee ni aquélla que dirigiste en la sexta década None But the Brave. ¡Adiós Frank, chao bambino, hasta luego ol' blue eyes!