La Jornada 29 de enero de 1997

La filosofía gubernamental, en un libro del titular de las fuerzas armadas

Mireya Cuéllar, enviada /IV y última, Lima, 28 de enero Ť Desde que se llega al aeropuerto y camino al hotel se hacen las primeras preguntas con la pretensión de ir tomando la temperatura popular de las cosas. El taxista se suelta hablando de Vladimiro Montesinos. ¿Y Fujimori? ``El Chino no lo hace mal, pero su asesor Montesinos.....'', responde el conductor sin dejar de mirar el camino.

Así como en México al final del sexenio salinista la población hablaba de un personaje que prácticamente no conocía, pero le atribuía responsabilidad en no pocos males del país, los peruanos tienen al suyo. Aquí se llama Vladimiro Montesinos.

No aparece en actos públicos, no da entrevistas ni hace declaraciones, no se deja fotografiar... es el asesor de cabecera de Alberto Fujimori y jefe del aparato de inteligencia.

Para los analistas políticos como Francisco Loayza, un ex asesor de Fujimori que dice haber llevado a Montesinos a palacio nacional, es una especie de Rasputín que teje entuertos palaciegos y diseña las operaciones ``oscuras del gobierno''.

Es parte de ese reducido círculo de tres que conforman el gobierno cívico-militar reinante en estas tierras, porque aquí lo que hay ``es un triunvirato``, define el general retirado Rodolfo Robles Espinoza, quien denunció las ejecuciones extrajudiciales del grupo paramilitar Colina.

``Fujimori le da la cara democrática, porque es elegido y reelegido por el pueblo; Nicolás de Bari Hermoza Ríos tiene el control del ejército y Montesinos planea el `trabajo sucio' con que se amedrenta a quienes se resisten a obedecer lo acordado por los tres'', añade Robles.

Y Nicolás de Bari Hermoza Ríos, presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Perú, no desmiente a quienes desde el volante de su taxi o la tranquilidad del escritorio tienen la percepción de que un triunvirato los gobierna.

Seguro de que le había ganado la lucha al terrorismo, y de que él era uno de los protagonistas de la historia, Hermoza Ríos consideró que era momento de dar ``lecciones'', y dedicó parte del segundo semestre de 1996 a escribir un libro.

El texto salía de las prensas cuando el 17 de diciembre, el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru asaltó la residencia del embajador de Japón en Lima y le agrió las lecciones al general. Pero ``la filosofía'' de cinco años de gobierno ahí esta. Y también el prólogo de Vladimiro Montesinos.

En su libro narra cómo en febrero de 1992 el presidente Fujimori, Montesinos, él y un reducido grupo de generales planearon en ``el pentagonito'' --la comandancia general del Ejército-- el golpe de Estado (civil) del 5 de abril de 1992. Había dos objetivos: acabar con el terrorismo y poner en marcha un nuevo plan económico que sacara a Perú de la lista de país ``inelegible'' donde lo había colocado el Fondo Monetario Internacional.

El general deja de lado los aspectos económicos y se centra en la lucha antiterrorista. Narra cómo se diseñaron, en reuniones que comenzaban a las seis de la tarde, las bases de lo que sería el ``Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional'', que empezó por la toma temporal, por parte de las fuerzas armadas, del Congreso, la Superintendencia de Banca y Seguros, el poder Judicial, el Tribunal de Garantías Constitucionales y la fiscalía de la Nación, entre otras instituciones públicas y privadas como los medios de comunicación.

Da su diagnóstico de Perú hasta 1990; el aparato del Estado era ineficaz para combatir el terrorismo, había una situación general de desorden, violencia y pérdida del principio de autoridad, cualquier actuación de las fuerzas armadas o de la policía era criticada so ``pretexto'' de los derechos humanos. La corrupción era la norma en las instituciones del Estado, el poder Judicial estaba a merced de ``políticos tradicionales, del terrorismo y del narcotráfico''.... había derechos ``absurdos'', como la huelga....

Todo ello ``puso en peligro la existencia misma del Estado peruano...''; había que ``tomar decisiones y comenzar'', dice Hermoza Ríos.

Alberto Fujimori ganó las elecciones de 1990 en la segunda vuelta, pero el Parlamento, elegido en la primera, estaba controlado por los partidos políticos de oposición y los grupos de izquierda.

Los esfuerzos del presidente se veían bloqueados; ``los grupos políticos se obstinaban en mantener un sinnúmero de empresas estatales que dejaban pérdidas por millones de dólares anuales, bloqueaban toda iniciativa del Ejecutivo para endurecer la lucha contra el terrorismo, para imponer su austeridad económica y moralizar la administración pública''.

Y dieron el golpe.

Con el tono de quien cumplió una misión histórica, Hermoza Ríos dice que los peruanos querían paz, ``pero hoy ya nadie quiere preguntarse qué precio había que pagar por la tranquilidad, la seguridad y la paz nacional``. Los muertos de La Cantuta --nueve estudiantes y un profesor asesinados por el grupo paramilitar Colina-- fueron parte de ese precio, deja entrever el jefe militar del Perú.

Hermoza Ríos confiesa que cuando el Congreso y un juzgado penal lo citaron para que explicara la existencia del grupo Colina estuvo a punto de no asistir, pero ``decidió continuar bajo la estrategia diseñada y concurrí a los tribunales judiciales corriendo el riesgo de poner en duda la autoridad, la moral, el liderazgo del comando en momentos de verdadero peligro nacional''.

``Por supuesto que existió personal que por confusión incurrió en errores ... pero sus acciones, analizadas a estas alturas, eran eximientes de responsabilidad, pues actuaron en un verdadero estado de necesidad... a nadie puede imputársele responsabilidad cuando en circunstancias típicas de estado de necesidad sacrifica valores, probablemente sensibles, en favor de otros de mayor jerarquía y trascendencia, como el Estado y la nación''. Todo ello en un apartado que el general dedica exclusivamente al asesinato y quema, por parte de elementos de ejército, del grupo de estudiantes y el profesor de La Cantuta.

Este grupo de militares, que no pasaron ni un año en la base del ejército donde habían sido confinados y que fueron amnistiados en 1995, son para Hermoza Ríos ``los que defendieron justamente lo que hoy la sociedad disfruta: paz, seguridad, confianza, libertad, vida''.

De los defensores de derechos humanos, Hermoza Ríos dice que se olvidan de lo que hizo el terrorismo y hoy ``tienen un influjo romántico y sentimental que hace que olvidemos los crímenes y nos lancemos a la búsqueda de sentenciados injustamente''(el subrayado es del general).

A su ``amigo'' Vladimiro Montesinos, el general le dedica más de una página de su libro: ``... muchos de los acontecimientos que aquí se narran no habrían sido posibles si no hubiera estado de por medio la participación directa del doctor... (quien) ha jugado un papel de singular importancia, por ejemplo, en el trabajo conjunto para el diseño de la nueva estrategia político-militar de la lucha contra el terrorismo, en lo que se conoce como el Sistema de Inteligencia Nacional...''.

El prologuista a su vez, quien fue expulsado del ejército peruano en 1976, acusado de ser agente de la CIA --un general denunció que Montesinos vendía información a Estados Unidos-- y que al quedarse sin trabajo concluyó sus estudios de derecho y empleó parte de su tiempo en la defensa de conocidos narcotraficantes, dice:

``Tengo la esperanza de que en la mente de los pocos peruanos que abrigan todavía dudas e inquietudes negativas sobre los hombres de uniforme, con la lectura de este libro reivindiquen hacia ellos la admiración y la comprensión a su sacrificado esfuerzo por la defensa del país''.

``Personalmente le digo al señor general del Ejército, Nicolás de Bari Hermoza Ríos, con toda subordinación, porque nunca dejé de ser soldado, ¡a sus órdenes, mi general``. Así cierra Vladimiro Lenin Montesinos Torres el prólogo de Lecciones de Este Siglo.

Hermosa Ríos cumplió el 31 de diciembre de 1992 sus 35 años de servicio en el ejército. Según las reglas, todo militar debe retirarse llegado ese momento. Después del golpe de Estado, el nuevo Congreso cambió la Ley de Situación Militar para establecer que el presidente de la República designa al presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y lo ratifica por cuantos periodos considere necesarios, sin importar los años que tenga en ejercicio.

El otro protagonista de Lecciones de Este Siglo es, aunque en menor medida, Alberto Fujimori, a quien Hermoza Ríos no dedica alguna página en especial, pero hace menciona en sus narraciones.

--Cuando conocí al señor presidente de la República... de inmediato aprecié al `estadista': no tenía compromisos políticos, y al integrar su equipo de trabajo tuvo en cuenta que ``la diversidad de posiciones o ideas entorpecía el camino a seguir''.

Con esta versión de Hermoza Ríos coinciden todos los analistas; Fujimori no tenía grupo o equipo político cuando ganó la presidencia. Al ex rector de la Universidad Agraria no le había pasado por la cabeza que ganaría la presidencia, tanto que al mismo tiempo encabezaba la lista de los aspirantes a senadores (por representación partidista) en la lista de Cambio 90.

Un par de años después del golpe, Fujimori diría: ``hacía el golpe o me lo hacían'', en alusión a su precaria estabilidad y a la presión militar de que fue objeto desde que tomó el poder, a finales de 1990.

Ahora sólo está por verse si Fujimori seguirá al pie de la letra la filosofía de su jefe castrense e integrará a su hermano Pedro a la estadística de quienes deben pagar el precio de la ``pacificación`` en Perú y morir ``por los más elevados valores de la nación''. El menor de los hermanos del presidente es uno de los 72 rehenes del MRTA