La Jornada miércoles 29 de enero de 1997

Víctor Flores Olea
La estrategia electoral del PRI

El hecho político más importante de las últimas semanas se refiere a la ``redefinición'' de la estrategia política del PRI, con miras a la campaña electoral que ya se ha iniciado. La nueva estrategia se ha hecho evidente y está en marcha: una estrategia que más que convencer de las propias virtudes consiste en descalificar a los adversarios.

Y esa estrategia es no sólo la línea política del PRI como tal sino que se extiende al entero gobierno. Galvanizar en la militancia por la ``camiseta'' parece ser la nueva consigna y el nuevo curso, no dejar sin respuesta agravio denunciado o sugerido, arremeter contra la disidencia, golpear antes que elaborar y explicar.

A primera vista parecería que muchas razones justifican la nueva estrategia. Los reales desastres gubernamentales en los dos primeros años de gobierno --desde la catástrofe financiera hasta ``el cadáver'' de Muñoz Rocha, pasando por Aguas Blancas-- le han otorgado a la oposición abundantes municiones críticas, que le dieron exuberancia y hasta profusión a las censuras, no de manera gratuita sino ampliamente documentadas en la desastrosa realidad, sin duda la mayoría de las veces.

Y lo que ha sido más grave para el prestigio del régimen: el alejamiento abismal entre gobierno y sociedad, entre su política y las necesidades colectivas. Entre críticas y un profundo desacuerdo con la política gubernamental de amplias capas sociales, se dieron los casos test de las elecciones en varios lugares, particularmente en el estado de México.

¿Cómo remontar los resultados adversos de esas elecciones y los pronósticos ruinosos? ¿De qué manera frenar la arrogancia de los partidos de oposición, que ``casi'' dan por descontados triunfos espectaculares en las elecciones de 1997?

Por lo demás, el tercer año de gobierno no es igual que los primeros años. El síndrome del ``Mesías'' (como lo calificó Miguel Alemán Velasco) hace acto de presencia y se magnifica la propia imagen en el espejo. El ego se hincha y las expectativas se desmesuran. Parece que ``ahora sí'' se han tomado firmemente las riendas del gobierno y que ``todo está bajo control''. Pero el ``Mesías'' va más lejos: no sólo se limita a la reivindicación del presente sino que su sombra se proyecta al futuro, nos cubre en el porvenir con su manto de luz. ``Ahora sí'' la recuperación se ha iniciado, ``ahora sí'' el PRI se acuerda que tiene una ideología y la sitúa en el centro (¿?), ``ahora sí'' parece que disminuye la desocupación, ``ahora sí'' se le dice a la ciudadanía que una opción por las oposiciones traerá el caos y la descapitalización del país.

¿La estrategia elegida? No, por supuesto, un proyecto de gobierno con fundamento en nuestra tradición revolucionaria. Esa posibilidad parece irrecuperable y definitivamente enterrada: la política del neoliberalismo, como ideología de la globalización, se sitúa en las antípodas del ideario revolucionario mexicano. Privatizaciones, justificadas o no, disolución del Estado y olvido del mismo como motor o factor de un desarrollo que pudiera ser más equilibrado, apertura indiscriminada de las fronteras y ``facultades de excepción'' en favor de los inversionistas extranjeros y en perjuicio de los mexicanos, y una lista casi interminable de etcéteras.

Al menos hasta ahora la nueva dirección del PRI no se ha atrevido a postularse programáticamente con base en la tradición revolucionaria mexicana. ¡Pero ya vendrá, extremando el cinismo! Misión imposible de cualquier manera porque tendría que combatir la casi totalidad de los actos de gobierno, y su misión es hacer eco de esos actos, no refutarlos.

Situación difícil y paradójica. El PRI: un partido que se ha quedado sin programa porque el gobierno lo ha vaciado de sus principios. Un gobierno con poderoso aparato electoral pero con una política que se sitúa en las antípodas de los intereses sociales, que han significado en la tradición los contingentes y el apoyo al PRI. ¿Entonces qué y cómo?

A falta de definiciones y de un programa que pueda ser presentado con un mínimo de coherencia, ante la imposibilidad práctica de oponerse a las políticas del gobierno, la estrategia obvia que se ha asumido es la siguiente: descalificar al enemigo electoral, criticar a los críticos, lanzar definiciones que llegan al ridículo (la derecha es en última instancia fascista; la izquierda, dictatorial). Como ridículo es extremar a las oposiciones para encontrar el propio lugar en el centro. ¿Cuál centro? Desde luego ésa no fue la Revolución Mexicana. Por supuesto tenía mucho más sentido la frase de López Mateos definiendo a su gobierno como de ``extrema izquierda dentro de la Constitución''.

Y no solamente la descalificación verbal --habría que decir la descalificación de la labia chabacana y de la verborrea--, sino en los últimos días ya las huestes del PRI realizando ``crítica práctica'' y buscando problemas a los novísimos presidentes municipales de las oposiciones en Naucalpan y Nezahualcóyotl. En exhibiciones políticas del PRI que resultan absolutamente lamentables, bochornosas.

Por supuesto, no se hará esperar demasiado el boomerang que inevitablemente será para el PRI la estrategia asumida. Ya está en marcha y será hondamente negativa para ese partido. Sí, es verdad, cuando una formación política está en crisis y en decadencia encuentra en la historia, en el proceso mismo de esa decadencia y crisis, a sus exactos ejecutores testamentarios. A los personajes que cumplen con impresionante exactitud los diagnósticos y las profecías, por más perniciosos que parezcan.