La Fortaleza de San Juan de Ulúa encierra en sus murallas, entre sus puentes y en sus baluartes, historias, muchas historias; un abanico de temporalidades que se extienden y ramifican como nervaduras con relatos de acontecimientos, pasajes novelescos, figuras mitificadas, historias que se remontan a través de siglos hasta nuestros días.
Es un espacio físico que nutre recuerdos, consolida y recrea cada día del presente, aspectos ideológicos vinculados al pasado, a la conquista y a la defensa, al sentido de nacionalidad, de heroicidad, de la tensión dramática existente en un presidio y la necesidad de libertad que por vital conduce incluso a la muerte, una muerte encarnada por personajes que adquieren contornos míticos como el de Jesús Arriaga, retenido en la memoria popular como Chucho el Roto, o el ambiente mágico de la Mulata de Córdoba, o jesuitas de la talla de Melchor de Talamantes, o los presos de Río Blanco y Cananea, o de hombres que la historia transformó en próceres. Se trata de un símbolo.
Un símbolo presente es a la vez un símbolo con vida, una imagen que penetra en los diversos estratos y grupos sociales, y por ello fortalece un sentimiento de identidad, de pertenencia y de nacionalidad; pero curiosamente, este símbolo que conjunta aspectos ideológicos diversos en ocasiones enfrentados, como prisión y libertad, acumulación de riqueza y pobreza, agresión y resistencia tiene, a diferencia de muchos otros emblemas simbólicos, un monumental soporte: la Fortaleza de San Juan de Ulúa, hoy monumento histórico a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Obviamente los símbolos no se derrumban con la facilidad de los muros, pero la materialidad del emblema presente en la fortaleza misma, se encuentra seriamente afectado y con un grado de deterioro suficiente para que áreas importantes sufran daños irreversibles, como el posible desplome del Puente de los suspiros, la Torre del caballero bajo e incluso de porciones del Muro de las argollas.
Por ello, parte de la historia presente se nutre de los esfuerzos encaminados al salvamento del edificio a través de un proyecto integral, así llamado porque lo conforman áreas de investigación y de trabajo técnico y científico (arqueología, arquitectura, ingeniería e historia), que realizan su actividad enmarcados en un Fondo Especial de Apoyo con la participación del gobierno de Veracruz y otras instituciones municipales, federales y estatales; la tarea realizada posibilitó la reapertura del edificio, cerrado tras el paso del huracán Roxana; y en 1996 fue identificado por la World Monuments Watch, como uno de los cien monumentos históricos en todo el mundo que requieren de restauración y recimentación inmediata; la UNESCO intervino en el mismo sentido.
Y como una historia actual más, dentro del riquísimo caudal de mitos y relatos tallados en los corales para la defensa, la participación de Internacional de Contenedores Asociados de Veracruz (Icave), permitirá la apertura de una colección de libros bautizada como Historias de San Juan de Ulúa en la historia, mediante la coedición con el INAH de los materiales producto de la investigación de geografia biológica e histórica de Ulúa como parte del sistema arrecifal veracruzano, aspectos organizativos e ideológicos prehispánicos y del periodo colonial.
La colección abre un espacio al que se pueden incorporar estudios, reflexiones o cualquier forma de pensamiento e investigación vinculados al monumento, sus variadas funciones históricas, su medio ecológico, su presencia integrada al principal puerto del país (al que la fortaleza dio nacimiento) y a actividades relacionadas con el turismo y la educación.
Se trata de construir espacios defensivos de la cultura, la preservación de formas de identidad, de valores sociales y populares por lo que esta colección implica continuar abriendo brechas con la intención de reforzar la necesidad y la motivación expresadas en el deseo y el grito de: Salvemos a San Juan de Ulúa.