Hay una limitación nada formal en los programas electorales de los partidos políticos del Distrito Federal acerca de la ciudad: la visión parcial de su dimensión, su tamaño y sus alcances.
Las áreas urbanizadas asentadas en el DF representan sólo el 43 por ciento del tamaño total de la ciudad, estimado éste en mil 400 kilómetros cuadrados. El 57 por ciento de la ciudad se asienta en los 32 municipios conurbados del vecino estado. Ahí se localizan los asentamientos de pobreza con las carencias sociales más extremas; millones de pobladores traspasan diariamente las fronteras administrativas en busca del sustento diario en el Distrito Federal. Es el caso, por ejemplo, de los comerciantes ambulantes; allá duermen pero aquí trabajan y aquí resuelven sus conflictos laborales con la autoridad.
Lo mismo sucede con el transporte; los destinos de los usuarios no acaban en los límites administrativos del DF. Las rutas de microbuses ya transportan pasajeros hasta Cuautla en Morelos, Tepeji del Río cerca de Querétaro, y Tizayuca en Hidalgo.
Muchas de las rutas que circulan en el Estado de México pertenecen a las agrupaciones bajo el control y la supervisión del DDF. Los tentáculos de los nuevos pulpos camioneros se extienden más allá de las demarcaciones de la capital.
Otro ejemplo ilustrativo de las nuevas dimensiones que ha alcanzado la ciudad es el agua. A principios del siglo, un acueducto de 26 kilómetros extendió la urbe hasta las lejanas regiones de Xochimilco; de ella se extrajeron los recursos hídricos, permitiendo un crecimiento hasta mediados del siglo. El agotamiento de sus manantiales con sus consecuentes impactos en las tierras agrícolas obligaron a extender la influencia de la ciudad hasta la cuenca del Lerma; en 1951 se inauguró otro acueducto, éste de 62 kilómetros. La crisis agraria tampoco ahí se hizo esperar; 240 pozos profundos borraron las actividades agropecuarias, expulsando de sus tierras a los indígenas mazahuas. La dimensión de la ciudad no se detuvo.
En 1980 la ciudad crece hasta la cuenca del Cutzamala para traernos agua de ocho presas, una de ellas, Tuxpan, ubicada en el estado de Michoacán, más allá de Zitácuaro.
No es todo. Hace unos días las autoridades federales anunciaron el inicio del proyecto del Río Temascaltepec con el propósito de traer el agua desde aquel poblado, cercano a las fronteras de Guerrero. La Comisión Nacional del Agua y el DDF opinan que la derivación del río no afectará económica ni ecológicamente la región; pero las comunidades opinan lo contrario. Aseguran que las obras de construcción afectarán sus agriculturas al agotarse el agua del subsuelo y de los manantiales superficiales, como aconteció en Lerma y Cutzamala. Aumentar el caudal de agua 5 metros cúbicos por segundo parecería cuestionable --han dicho-- por la considerable inversión y los impactos regionales que se provocarán; aun más considerando las actuales pérdidas y fugas de agua en 18 metros cúbicos por segundo.
En la óptica de la privatización a que se han sometido los servicios de agua, nuevas inversiones conducirán sin duda a un aumento mayor de las tarifas. Si así fuera, un efecto previsible podría ser la multiplicación de las huelgas de pagos del agua anunciadas hace unos días por vecinos en algunas colonias.
Por eso, un debate electoral entre los partidos contendientes no puede soslayar la dimensión real que ha alcanzado la ciudad, más allá incluso de la tradicional dimensión metropolitana, pero sobre todo ignorar sus impactos sociales en las regiones. ¿Cuál es la propuesta de los programas electorales de los partidos del DF frente a ello? He aquí un tema para los futuros encuentros partidarios.
Los centralismos políticos que padecemos desde hace años, efectivamente han ensanchado sin medida las dimensiones espaciales de nuestra ciudad. Son decisiones de un presidencialismo fundamentado no en la presencia física del Estado en el DF, sino en la naturaleza de su poder, un poder por ahora con predominio en las cámaras federales legislativas. Acotar dicho centralismo es parte de una profunda reforma del Estado que tendrá que darse después del 6 de julio, independientemente de quién gane las elecciones para gobernador del DF.
Habrá que poner fin a tal desmesurada dimensión de nuestra urbe, que ha provocado irreparables daños en las regiones circundantes. Ciertamente la ciudad del PRI ``funciona bien'', como lo aseguró don Héctor Aguilar Camín en su más reciente colaboración semanal en La Jornada. ¿Pero a costa de quiénes y de qué?.