Miguel Concha
Sínodo diocesano

Hace ocho días don Samuel Ruiz cumplió 37 años al frente de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas. Con tal motivo se celebró en cinco lenguas una misa en la Catedral de San Cristóbal: tzeltal, tzotzil, ch'ol, tojolabal y español. Su obispo coadjutor, don Raúl Vera López, aceptó gustoso la propuesta de celebrar en esa misma ocasión el noveno aniversario de su ordenación episcopal. Al final los dos obispos proclamaron solemnemente desde el altar los primeros acuerdos y resolutivos del III Sínodo diocesano, propuesto por don Samuel desde mayo de 1994 e inaugurado por él el 25 de enero de 1995, con la presencia del cardenal Adolfo Suárez, en representación del Episcopado mexicano, y rodeado de obispos, sacerdotes, religiosas, pastores evangélicos y miles de personas venidas de las diferentes parroquias y hasta de otros países.

Los sínodos son momentos en la vida de la Iglesia, en los que se reúnen representantes de toda la Iglesia o de las iglesias particulares (diócesis), para reflexionar a la luz de su fe y tomar acuerdos en relación con problemas y necesidades de la misma Iglesia. El objetivo del III Sínodo, ratificado por la Asamblea Diocesana Extraordinaria del 26 de septiembre de 1994, por el Consejo de Pastoral el 26 y 27 de octubre de ese mismo año, y por el Presbiterio el 3 y 4 de noviembre siguientes, es ``descubrir la acción de Dios en la nueva etapa de la realidad chiapaneca y nacional, fortalecer y enriquecer el proceso diocesano, en una actitud de conversión, comunión y esperanza, para así responder desde el Evangelio a los retos que la situación actual nos plantea''. Pensamos que desde el campo religioso, teológico y pastoral, específicamente católico, es un ejemplo oportuno para muchas otras instituciones públicas y privadas de Chiapas y del país. Una vez más, si las cosas no se mueven en el resto de la vida estatal y nacional, la Diócesis de San Cristóbal pone el ejemplo de que ello puede hacerse con la participación digna y plural de todos, desde luego de los pueblos y comunidades indígenas, para ser más justa y auténtica.

Con su diversidad multiforme, todos los pueblos indios y comunidades indígenas y mestizas de los Altos de Chiapas trabajaron con entusiasmo las primeras tareas del Sínodo durante los meses de abril y mayo. En junio y julio celebraron asambleas parroquiales y de sub-equipos. Y del 21 al 25 de octubre se tuvo una primera Asamblea Diocesana Sinodal, con la presencia de especialistas en Biblia, historia de la Iglesia, teología, derecho canónico y pastoral llegados de toda la República. Con la mirada atenta y el acompañamiento cuidadoso de sus dos obispos, se discutieron, celebraron y aprobaron allí los primeros acuerdos y resolutivos que ahora fueron proclamados. Era una vez más estimulante comprobar la participación creativa y responsable de los representantes de nuestros hermanos indígenas y mestizos, buscando juntos como cristianos nuevos caminos para su Iglesia, sus comunidades, su estado y el propio país. Está previsto que el proceso que desató el Sínodo no se concluya hasta enero de 1999, cuando será solemnemente clausurado.

Los acuerdos y resolutivos recién aprobados tienen que ver precisamente con la autoctonización de la Iglesia en la región. Con el grave riesgo de descontextualizarlos, para dar una idea expondremos aquí únicamente los acuerdos 4, 5, y 6: ``Impulsados por la palabra de Dios, recuperaremos y profundizaremos más las raíces de nuestra fe y sabiduría que están guardadas en la tradición de nuestros antepasados, en la palabra escrita (Biblia, Popol Vuh y otros), y en la tradición oral que se conserva en el corazón de nuestras madres y padres, enseñando a nuestros hijos e hijas el respeto a los mayores y a los derechos y la dignidad de la mujer, a tomar en cuenta su palabra, el saludo al corazón y otras buenas costumbres.

``En nuestra búsqueda de que la palabra de Dios se haga carne y corazón en los distintos pueblos indígenas y mestizos, realizaremos la traducción completa y fiel de la Biblia a nuestras `lenguas verdaderas' ''. ``En la Iglesia diocesana que estamos construyendo como Iglesia autóctona desde nuestras diferentes culturas, asumimos la pastoral indígena como opción preferencial en nuestro trabajo, sin descuidar la pastoral campesina y urbana, para seguir dando nuestro aporte a la Iglesia universal''.