Ya han transcurrido siete años desde la caída del muro de Berlín, y seis desde la unificación formal de las dos Alemanias. En la euforia de aquellos días, el canciller Kohl prometió al este ``paisajes florecientes'' dentro de pocos años. Sin embargo, la prosperidad prometida no se ha concretado. Las diferencias entre las partes occidental y oriental del país siguen siendo profundas, lo que está ocasionando resentimientos entre la población de ambas partes. Por una parte, los habitantes de Alemania Occidental, que han debido financiar los programas de apoyo para la zona oriental del país, se preguntan si alguna vez tendrá fin la transferencia de fondos hacia el este. Por la otra, el desempleo y la incertidumbre se han abatido sobre la población de Alemania Oriental, a la vez que se esfuman las promesas de que en un plazo breve sus niveles de vida puedan irse acercando a los de sus vecinos del oeste. Pasada la euforia inicial, ya se habla que la convergencia entre las dos partes del país será un proceso largo que podría tardar 20 años, o dos generaciones, o que nunca podrá concretarse.
Algunos antecedentes que ilustran la magnitud de la brecha entre ambas partes del país son las siguientes: el producto por habitante en la zona occidental ascendía, en 1995, a casi 47 mil marcos, mientras que el de la parte oriental era de algo más de 24 mil. En otros términos, el ingreso per capita del alemán occidental es casi el doble del que le corresponde al habitante oriental. Aun más, este diferencial, según las proyecciones, debería ampliarse aún más en 1997, dada la caída brutal en el ritmo de crecimiento de Alemania del este, el que se pondría por debajo del de la zona occidental.
Por otra parte, la tasa de desempleo en Alemania oriental es significativamente más elevada que en la zona oeste. Es conocida la gravedad del problema del desempleo que afecta a los países de la Unión Europea, pero si en este momento en Alemania Occidental el 8 por ciento de la fuerza de trabajo está desempleada, en el este la desocupación afecta al 15 por ciento de ella. Esto explica el hecho de que en un sondeo de opiniones efectuado a mediados del año pasado, el 89 por ciento de la población oriental haya declarado que sus niveles de vida han descendido después de la unificación, mientras que el 84 por ciento declaró que el gobierno ha hecho demasiado poco para la creación de oportunidades iguales para la población de las dos partes del país.
Estas diferencias persisten, no obstante las enormes transferencias de fondos desde el oeste hacia el este. Entre 1991 y 1996, las transferencias netas ascendieron a 900 mil millones de marcos, número que equivale al 5 por ciento del producto de Alemania Occidental. Por otra parte, ellas representan más del 35 por ciento del de la parte oriental del país, lo que ha generado la opinión de que entre los habitantes de esta zona del país se ha estimulado la mentalidad de vivir de los subsidios. Este gigantesco programa de transferencias ha determinado que el déficit presupuestario de Alemania haya ascendido a 4 por ciento del producto el año pasado, mientras que la deuda pública se ha incrementado rápidamente a partir de comienzos de la década de los 90, alcanzando a casi 60 por ciento del producto en 1996.
Dado que estos dos criterios son básicos en los acuerdos de creación de la Unión Económica y Monetaria de Europa, Alemania se enfrentará en el presente año a serias dificultades para que su déficit presupuestario no supere el 3 por ciento del producto, que es el límite fijado para que el país pueda ingresar en la Unión en 1998. Los esfuerzos tendientes a impedir que el déficit gubernamental supere esta marca, indudablemente se traducirán en un descenso en las transferencias hacia la parte oriental del país.
En resumen, la unificación brusca de la economía de las dos partes del país ha generado nuevos problemas, a la vez que no ha reducido las diferencias en los niveles de vida entre ellos. Ante esto, se vuelve a pensar que era más razonable el programa de unificación gradual que fue planteado por algunos sectores de Alemania. Sin embargo, ¿no fue siempre esta una propuesta políticamente inviable?