En la historia de los managers de estrellas de rock, el coronel Tom Parker tiene un lugar especial y hasta espectacular; no sólo era el manager de Elvis Presley, también tenía el talento, bastante cercano al latrocinio, de cobrarle 50 por ciento de comisión a su artista. Elvis, magnánimo, despilfarrador y desorientado como buen rey, decía que la amistad del coronel era lo mejor que le había pasado. Hace unos días, en el Valey Hospital de Las Vegas, a los 87 años, murió el coronel, víctima de una complicación cardíaca. La noticia fue dada por el ejecutivo del hotel Hilton que había sido su último patrón. El coronel, que fue manager de rey, terminó trabajando de anunciador de eventos de hotel. Unos meses antes, el destino lo había embromado con una encomienda amarga: tuvo que presentar, ante un público nutrido de tahúres y turistas, a un viejo imitador de Elvis Presley.
En 1969 el coronel Parker, después de haber convencido a Elvis de que abandonara los escenarios para concentrarse en las películas que dejaban más dinero, y suponían menos esfuerzo para el manager, tuvo que regresar sobre sus pasos y sugerirle al rey que el proyecto de unos conciertos en Las Vegas no era del todo despreciable. Cuatro años antes, en 1965, el rey y su coronel habían celebrado el décimo aniversario de su sociedad, que había vendido hasta entonces 150 millones de dólares en discos, y más de 135 en las 17 películas que Elvis, debidamente aplaudido y festejado por Parker, había filmado.
El coronel regresó sobre sus pasos, firmó el contrato de los conciertos en Las Vegas, y puso a Presley, gordo, decadente y acezante, a cantar como si no hubieran pasado los años; el público asistía, sin querer, al espectáculo triste y bizarro de ver al rey imitándose a sí mismo. Una casualidad que es preciso destacar: el coronel, en su último oficio de presentador de hotel, presentó al imitador de Elvis, en el mismo lugar en donde Elvis se esforzaba por parecerse a Elvis.
El coronel era un holandés que entró de ilegal a Estados Unidos, aunque ya en la época de Elvis se había fabricado una historia más conveniente: había nacido en Virginia, era huérfano y cuando tuvo edad suficiente, había huído del orfanatorio para enrolarse con el Great Parker Pony Circus. La historia menos conveniente dice que llegó al país a los 20 años, que efectivamente se enroló con varios circos y que se casó con Marie Mott en Tampa, en 1935. A partir de aquí las dos historias son la misma. Dejó el circo para trabajar en una perrera, primero de lazador y después de entrenador o (¡qué bella casualidad!) manager de perros. La perrera cayó en desgracia, victimada por una fiebre contagiosa que acabó con todos los ejemplares. Preparado para enfrentar cualquier revés, el coronel capitalizó la tragedia y fundó un próspero cementerio de mascotas. En los ratos libres que le dejaban los entierros, empezó a promover a Gene Austin y a Roy Acuff, dos cantantes de country que habían sepultado un perro en su cementerio. Luego siguió con Eddy Arnold, en un plan tan pujante que, además de mudarlo a Nashville con oficina nueva, también lo hizo recolectar, de manos del gobernador de Louisiana, el grado honorífico (que con el tiempo tomó aires de apodo) de coronel.
Oscar Davis, uno de sus asistentes, llegó con la corazonada de que había que contratar a Elvis Presley y de ahí para adelante el coronel se convirtió en un manager prominente. Cuando el cantante murió, el coronel se apuntó de inmediato en la lista de los herederos, pero unos días más tarde fue demandado por los mismos integrantes de la lista que lo hacían responsable de varios fraudes. A manera de revancha y para no quedarse sin esa parte de la fortuna que ya se saboreaba, vendió algunas grabaciones novedosas del rey en dos millones de dólares.
Un aspecto que revela su intrincada personalidad, o su personalismo profundo: debido a su historia menos conveniente, esa que en vez de huérfano de circo lo presentaba como holandés ilegal, el coronel urdió más de diez años de argumentaciones para mantener convencido a Elvis de que salir de gira mundial era un acto frívolo e inútil. La verdad era que tenía miedo de abandonar el país y que después, por su ilegalidad, no lo dejaran regresar.
El coronel Parker murió hace unos días en Las Vegas, Joanne, su segunda esposa y primera viuda, fue fotografiada el jueves con un hombre que, probablemente sin saberlo, sigue tensando los hilos del destino. Se trata del viejo imitador de Elvis que había presentado su marido, frente a un público de tahúres y turistas, en aquel salón de hotel.