Alberto Aziz Nassif
Delirio y fantasías

De una o de otra forma, con entrevistas o cartas, con agravios sociales o burlas populares, con malos recuerdos o noticias lejanas, con entrevistas periodísticas o comparecencias ante la Procuraduría General de la República (PGR), el salinismo sigue siendo una referencia pesada y de malos humores en el país. Pero no sólo porque se trate todavía de un grupo poderoso o de un proyecto de país vigente, sino porque durante su sexenio, y de manera sobresaliente en su último y trágico año, 1994, México quedó convulsionado y de cierta forma atrapado entre sus dinámicas de cambio y sus inercias de restauración.

El periodo Carlos Salinas fue de polarización, de abuso de poder y engaño para los muchos que defendieron, creyeron y se beneficiaron de su proyecto. Hay en la entrevista que le hizo el diario Reforma (29, 30 y 31 de enero), una historia oficial del personaje y de sus acciones; una reivindicación demasiado cínica y fantasiosa para ser creíble. Sin negar que se trata de una entrevista cuidada hasta el exceso, con una larga preparación de trabajo periodístico, el resultado es frustrante; no se logra saber prácticamente nada más de lo que ya es del dominio público. El salinismo, 1994 y los casos sin resolver, son tema abierto en México y lo serán hasta que se logre saber qué paso y por qué. ``Carlos Salinas: el silencio quedó atrás'' es un título no muy exacto porque desde el 1o de diciembre de 1994 no ha dejado de hablar, de decir su versión y de estar presente mediante cartas aclaratorias y noticias de sus dos declaraciones a la PGR.

La entrevista pasa casi por todos los temas que han ocupado al país en los últimos tres años, por esas obsesiones que siguen generando los titulares más importantes de la prensa mexicana: la crisis y el ``error'' de diciembre de 1994; la guerra en Chiapas; los asesinatos de Colosio, Posadas y Ruiz Massieu; los personajes del drama desde el candidato victimado, los operadores políticos y económicos; el hermano incómodo; los fantasmas y los actores de la clase política priísta; el narcotráfico; las reformas económicas y el Tratado de Libre Comercio. Todos estos temas son revisados por el ex presidente Salinas y en cada uno de ellos hay un tono, silencios y distorsiones, lo no dicho o lo dicho a medias.

Si prácticamente no hay información nueva en esta larga entrevista, entonces ¿dónde puede estar su valor agregado?: ¿a quién beneficia y a quién perjudica este aire restaurador que ahora anuncia su regreso? Lo dicho sobre los logros de su sexenio es engañoso y falso; otra vez Salinas vuelve a hacer el balance triunfal al que se acostumbró en sus informes de gobierno. La argumentación política se basa en juntar premisas y acomodarlas para llegar a ciertas conclusiones y lograr adhesión. Salinas dice que 1994 se explica por los cinco años anteriores lo cual es cierto, pero no porque se hayan hecho muy bien las cosas, sino todo lo contrario: las reformas ``modernizadoras'' generaron polarización y mayor pobreza; la reforma política fue a medias y fuera de tiempo, nunca se quiso completar a fondo; la apertura económica fue al ritmo de las necesidades políticas de corto plazo del propio Salinas; el abuso del poder personal y familiar. La conclusión es muy diferente, 1994 no fue por las reformas salinistas que afectaron a intereses duros, sino porque el salinismo generó las condiciones para que así sucediera: excluyó a importantes actores, marginó a otros, hizo negociaciones de corto plazo y perdió de vista el largo plazo y la visión de Estado.

Si es cierto que existe una campaña de regeneración de la imagen de Salinas, se tiene que basar en algo verosímil y, por lo tanto, que restaure la credibilidad en la historia que cuenta el personaje y no acabe en un delirio. Pero, quién puede creer que Salinas estaba al margen de la lucha ``tremenda por el poder'', de la cual él era el eje; o que no supo de los manejos fraudulentos de su hermano mayor, cuando cualquiera sabía que le decían el señor del 10 por ciento por las comisiones que arbitrariamente cobraba en el país; ahora resulta que se equivocó con Camacho después de conocerlo por más de 25 años; o que la famosa carta de Zedillo a Colosio para resolver el distanciamiento con Salinas era falsa; o que no buscó y exploró la reelección; o que Córdoba prestó grandes servicios a la patria; o que había un complot para imponer al candidato.

Esta entrevista queda como una pieza más de la guerra interna de la clase política priísta. Parece que estamos por entrar a otro capítulo del rejuego interno del partido en el poder, justamente en este año en el que más peligra la mayoría del PRI; con este despliegue se le pega de forma directa al partido tricolor y al gobierno zedillista. Salinas anunció que ``regresará'' a México, ésa es la única novedad, pero la paradoja es que el salinismo nunca se ha ido, a pesar de que el personaje viva en otro país.