Ugo Pipitone
¿Cuáles estrategias?

¿Cuáles estrategias quedan a América Latina para equilibrar sus relaciones políticas y económicas con Estados Unidos en las próximas décadas? ¿Cuáles posibilidades existen para las futuras generaciones de superar ese dualismo continental que constituye una de las vergüenzas mayores, y más antiguas, de ese Mundus Novus que sigue sin serlo? Estas las preguntas que propone a la reflexión Peter Smith en su libro más reciente: Talons of the Eagle, que acaba de publicar Oxford University Press. El autor presentó su obra en el Cide --Centro de Investigación y Docencia Económicas-- unos días atrás.

Veamos la estructura básica de la argumentación. América ha pasado a lo largo de los últimos dos siglos varias etapas. Una primera, entre 1790 y los años 30 de este siglo, que el autor, mirando a la política de Estados Unidos, llama la ``Edad imperial''. Una segunda, entre los años 40 y los 80 de este siglo, que constituye el periodo de la Guerra Fría. Y una tercera, desde comienzo de los años 90, que el autor indica como ``Edad de la Incertidumbre''.

Mientras avanzamos en esta tercera edad, ¿cuáles opciones estratégicas quedan a América Latina para corregir una relación con Estados Unidos que lleva ya dos siglos de aguda asimetría? Algunas de las estrategias intentadas en el pasado resultan hoy superadas, como la unión bolivariana frente a Estados Unidos, la revolución socialista o los proyectos de solidaridad tercermundista. Quedan, según el autor, dos líneas estratégicas principales para el futuro próximo. La primera es la que podría conducir a alguna forma de hegemonía subregional y que sólo Brasil podría realistamente intentar. La segunda es una alineación económica con Estados Unidos que, desde comienzos de esta década, México intenta con el TLC. Los únicos caminos que quedan para el futuro latinoamericano, según Peter Smith, son caminos de regionalización económica, o bajo la hegemonía de Brasil o la de Estados Unidos. Reconociendo naturalmente que no todos los países de la región podrán participar (por razones geográficas u otras) de una u otra de estos dos prospectivas.

Es posible, salvo reconocer que la historia es fuente inagotable de sorpresas, que Peter Smith tenga razón. Pero habrá que reconocer que ninguna opción estratégica resultará exitosa si no construye un camino viable de desarrollo económico de largo plazo. Ahí está el núcleo duro de la historia secular de la asimetría americana. Desde los años 30 los dirigentes políticos latinoamericanos se entregaron con entusiasmo a la idea de una industrialización que habría resuelto todos los problemas en la marcha. Desde los años 80 se sustituyó ``industrialización'' con ``comercio exterior''. De una panacea a otra. Ahora, sin negar la necesidad de estas ideas, sigue el problema de evitar que las ideas se conviertan en obsesiones ideológicas. Sin embargo, esto ocurrió en el pasado y, por desgracia, vuelve a ocurrir hoy. He ahí de nuevo un fanatismo laico --construido sobre un par de nociones racionales y muchas frivolidades de moda-- que implica la incapacidad de aprender de la experiencia propia y la deshonestidad intelectual que consiste en no reconocer los límites de las propias razones.

El hecho sustantivo es que las distancias entre los dos mundos americanos se siguen ampliando mientras los problemas irresueltos del pasado se vuelven impotencias en el presente. Veamos algunos datos. En 1980 el PIB latinoamericano representaba el 28 por ciento respecto a Estados Unidos. En la actualidad constituye el 24 por ciento. Si nos limitamos al periodo entre 1985 y 1995 el PIB per capita de Estados Unidos crece a una tasa media anual de 1.3 por ciento que, aunque no sea muy elevada, es más que doble respecto al 0.6 por ciento de América Latina.

La urgencia de hoy es evitar la ampliación ulterior de la brecha entre las dos Américas. Y el tema central sigue siendo el de la estrategia del desarrollo. Por desgracia, la actualidad está cargada de seguridades ideológicas iguales y contrarias a las de varias décadas atrás. Y hasta que el terreno no esté libre de estas seguridades no habrá mucho espacio para pensar, para experimentar, para descubrir.