La Jornada 5 de febrero de 1997

MEXICO Y LAS NUEVAS COMUNICACIONES

El surgimiento de un nuevo consorcio de conexión a Internet, con presencia en las 32 ciudades más importantes del país, y en el cual participan firmas como Acer, Cisco, Lotus y Microsoft, da lugar a una reflexión sobre la forma en que impacta al país la dinámica en la que se desarrollan las telecomunicaciones en el mundo en la recta final de este siglo.

Desde fines de los años ochenta y en los actuales noventa el país ha vivido mucho más pendiente de su propio acontecer político --sobresaltado e incierto como no lo había sido en muchas décadas-- y de sus severos problemas económicos.

Tal vez por ello, y aunque la rápida masificación y evolución de los aparatos y programas de cómputo, así como el explosivo crecimiento de Internet, han sido vistos con interés por importantes sectores de la sociedad, hasta ahora no han sido tema del debate público nacional las nuevas tecnologías inalámbricas, de microondas, de fibra óptica, satelitales y de enlaces digitales, ni se ha prestado la atención que debiera a fenómenos como el surgimiento de entidades virtuales y electrónicas que, sin embargo, tienen y seguirán teniendo un impacto incalculable en todos los ámbitos de la sociedad.

Sin minimizar las transformaciones que las nuevas tecnologías introducen en las relaciones laborales, en el comercio y las finanzas, en las formas tradicionales de hacer política y en el ámbito de los derechos civiles, cabe destacar un fenómeno que debiera ser seguido con especial atención: el surgimiento de entidades nuevas, formalmente empresariales, que están concentrando un poder político, económico, tecnológico e informativo sin precedentes en la Historia. Microsoft o Compuserve, por ejemplo, son mucho más que una multimillonaria industria de programas de cómputo o que una rentable empresa de servicios de interconexión: son, además, entidades mediáticas --medios de comunicación de nuevo cuño, inclasificables en las categorías tradicionales de prensa escrita y medios electrónicos-- de presencia prácticamente mundial.

Esta clase de consorcios tiende a acumular poderes que escapan a toda regulación gubernamental o social. Surgidos del mercado y orientados al mercado, sus volúmenes de ventas, sus avances tecnológicos y su capacidad publicitaria los colocan, de facto, en posición de incidir en asuntos que van mucho más allá del mercado de cómputo y de las telecomunicaciones.

Salvo algunas previsiones de sentido antimonopólico, en los círculos gubernamentales de Europa, Estados Unidos y Japón, la emergencia de estos nuevos poderes, así como la ausencia de regulaciones nacionales e internacionales para ellos, han pasado prácticamente inadvertidas. Las preocupaciones se han centrado, en cambio, en las dificultades que ha de enfrentar el Estado para fiscalizar la conducta de los ciudadanos en las redes informáticas.

Es significativo que, hasta ahora, la sociedad y el gobierno mexicanos se hayan limitado a asimilar estas tendencias y fenómenos sin preguntarse sobre las derivaciones que habrán de tener --y que, en muchos sentidos, ya están teniendo-- en los ámbitos de la política, la economía, la cultura, el acontecer social y familiar, la soberanía nacional y la integración del país en las nuevas realidades globales.

No es el caso, ciertamente, promover en este terreno actitudes persecutorias o paranoicas, ni el de de exaltar posturas regulatorias a ultranza. Debe, en cambio, propiciarse el análisis y el examen de estos temas y fenómenos, los cuales, se quiera o no, ocuparán un sitio cada vez más relevante en la vida de las naciones, la nuestra incluida.