Patricia Galeana
80 aniversario de la Constitución (primera parte)

Son pocas las constituciones que cuentan con ochenta años de vigencia y no hay ninguna en el mundo tan antigua como la mexicana en lo que se refiere a las garantías sociales.

Por la particularidad de su denominación, una Constitución es superior a una Ley. La ley sólo prescribe conductas, formas de hacer. La Constitución establece, además, formas de ser. Por eso cuando hablamos de una Constitución, hablamos también de cómo es y cómo actúa una nación.

Esa es la importancia extraordinaria de una Constitución, y la razón por la cual las sociedades han procurado reflejar en sus constituciones la imagen de su propio ser. El constitucionalismo tiene un significado jurídico y político, pero también tiene un sentido histórico y social.

Cuando las constituciones no han acogido en sus normas las ideas de libertad, cuando no han atribuido a la sociedad derechos colectivos, cuando no han impuesto límites eficaces a la acción del poder, ni han prescrito los instrumentos para obtener justicia, lo que se denota es la existencia de una nación sometida. Y en estos casos esa Constitución provoca la fractura de la sociedad.

Cuando sucede lo contrario, la Constitución corresponde a una comunidad actuante que hace valer sus prerrogativas, que somete al poder, que adopta garantías eficaces para sus derechos, que asegura el desarrollo y el bienestar colecivos, que interviene en la elección de sus representantes y le exige cuentas. En este caso la Constitución corresponde a la existencia de una sociedad abierta y dinámica; esa Constitución es un instrumento de cohesión.

En el marco del octogésimo aniversario de nuestra ley suprema, el Archivo General de la Nación presenta la exposición documental sobre el ser y el hacer de los mexicanos a través de sus constituciones, mostrando los originales de todos los textos constitucionales, acompañados de otros documentos históricos, desde los Sentimientos de la Nación de José María Morelos y Pavón y el primer proyecto de Constitución de Ignacio López Rayón, el del constituyente del 42 y las Leyes de Reforma, así como los proyectos de los estatutos monárquicos, porque corresponden a una época y a una forma de ser de una parte de los mexicanos.