En el marco del Simposio Internacional de Escultura que convocó la Universidad Autónoma de Chiapas --en Tuxtla Gutiérrez y Chiapa de Corzo--, coordinado por el artista Rafael Araujo con el apoyo de Masafumi Hosumi y que culminará el 6 de febrero, se realizó el pasado 31 de enero un homenaje póstumo a Kiyoshi Takahasi, muerto recientemente.
Por diversas circunstancias, entre ellas el hecho de que en Xalapa y en Chiapas trabajan varios escultores japoneses y mexicanos (no pocos de los cuales se hicieron escultores en la capital veracruzana), discípulos, discípulos hijos y discípulos nietos de Takahashi, el homenaje tenía un sentido especial. Siendo tan diferentes las obras de unos y otros puede advertirse sin embargo una especie de tronco común, del sentido espiritual y la reverencia al material que, entre nosotros, es quizá la huella más profunda de Kiyoshi.
Su presencia de once años, en los sesenta, trabajando y formando escultores en Xalapa bajo los auspicios de la Universidad Veracruzana, con los rectores Gonzalo Aguirre Beltrán y Fernando Salmerón, tuvo una importancia mayúscula para la renovación de la escultura en México. Takahashi coincidió con la generación de ruptura, estableció amistad con sus miembros y desde su retiro xalapeño --donde dejó una escuela-- contribuyó a la creación de la nueva escultura mexicana.
En el homenaje a Takahasi participarons Norio Takaoka, quien fue discípulo directo suyo y comentó algunas de sus obras presentadas en proyección; Juan Carlos Pereda, que se refirió a la curaduría y montaje de la exposición de Takahashi en el Museo Tamayo y a su relación con el escultor, y quien esto escribe. Me limito a transcribir una carta de su viuda Reiko:
``El hecho de que este simposio se realice en Chiapas, donde destaca la naturaleza en su magnificencia, me parece muy significativo. Es mi deseo que ese maravilloso lugar brinde a los participantes no sólo momentos de convivencia profesional sino humana, tan necesaria para la creación de un mundo mejor.
``Agradezco de corazón a los amigos y colegas de Kiyoshi este homenaje póstumo que le brindan. Poder asistir a tan conmovedor acto y agradecerles a todos y cada uno de los presente su amabilidad y afecto hubiera sido para mí una gran dicha. Sin embargo, la fatiga emocional de estos últimos meses me ha impedido cumplir con ese gusto y esa obligación.
``Parece mentira que hayan pasado 40 años desde que mi esposo por primera vez pisara aquel tan amado suelo mexicano. Once años pasó en Xalapa ocupado siempre en proyectos escultóricos. Siempre se sintió apoyado y querido en todas sus empresas por su gran compañero y asistente Adalberto Bonilla, así como por sus alumnos Kei Takemata, Norio Takaoka e Hiroyuci Okomura. Siempre vio con gran satisfacción que su gente amaba tanto como él la escultura y le dedicaba, como él, su vida.
``Uno de sus primeros amigos en Xalapa fue Jorge Alberto Manrique. Nunca olvidó Kiyoshi, ni olvidaré yo, aquella generosidad con que Manrique nos ofreció una habitación de su casa para hacer la dificultosa y terriblemente polvorienta tarea de modelar y moldear en yeso una de sus esculturas en bronce. Aún lo veo ayudando a Kiyoshi y a su equipo en la realización de tan ardua labor (...)
``¿Cómo habría podido Kiyoshi llevar a cabo todo lo que se propuso sin el apoyo de sus amigos y colegas? Y además ¿quién podría explicar lo más importante de su obra sin la influencia de las culturas prehispánicas?
``Un mes antes de fallecer, los doctores empezaron a dar a Kiyoshi morfina para combatir el dolor. Esto le provocó, claro está, alucinaciones. Pero lo sorprendente fue que se le oía hablar de México y en español, mientras movía los brazos ``esculpiendo'' algo en el aire. (El nunca habló ese idioma en su vida diaria porque le molestaba no saberlo bien).
``Irónicamente su última palabra al despedirse de este mundo fue gracias --en español--, y no arigato, en japonés, lo que desconcertó a la enfermera. Con eso está dicho todo: la influencia de México en su vida fue enorme.
``Aprendí, gracias a él, a apreciar la escultura, la pintura... el arte en general. Si no hubiera sido por él, no habría conocido México ni habría hecho amigos ahí. Para mí fue duro ver, de súbito, débil y enfermo al que fue un roble a lo largo de su vida: Kiyoshi nunca supo lo que era un resfriado y quizá por eso mismo fue que pudo trabajar hasta los 71 años.
``No tengo palabras para agradecer a los presentes, a Masafumi Hosumi y todos los que hicieron posible ese evento y su calor humano. Gracias.