Octavio Rodríguez Araujo
En el caos, en la crisis
He leído en una crónica de viaje, cuya copia me facilitó un querido amigo, que ``la historia de la República Mexicana no es sino [...] una historia lamentable de ruina y destrucción de las riquezas materiales, de la dignidad moral que es la base de todas las naciones, de toda sabiduría y de toda educación y cultura; es la historia de una desmedida corrupción en todos los ramos de la administración y de la justicia''.
Esta crónica, que parecería escrita la semana pasada, la hizo la distinguida austriaca Paula Kolonitz en 1864, hace 133 años, después de haber estado unos meses en México.
La sensación que da el país en estos momentos no es muy distinta de la descrita. Para donde uno voltea no se ve sino corrupción, enriquecimientos ilícitos, desdén por las causas populares, desesperanza de amplios sectores de población, mentiras de gobierno, triquiñuelas del poder, regateos a las demandas democráticas, escándalos públicos, asesinatos, persecuciones y hostigamientos a la oposición política y social, servilismo ante la gran potencia, imposición de medidas neoliberales en todos los ámbitos, narcotráfico, grandes negocios y grandes miserias... Crisis, en una palabra. Crisis de todo y una maraña de noticias que, de ser sistematizadas, demostrarían que nada funciona con miras a un futuro promisorio para la mayoría de los habitantes de este país.
Pareciera que deliberadamente se quiere presentar un caos en todos los órdenes, es decir el desorden. Esto es, la distracción de la gente, de los ciudadanos, con noticias escandalosas y chismes de telenovela o de nota roja, mientras el poder avanza en su diabólico plan de vender el país con todo y los sobrevivientes de este caos, de esta crisis. Tiempos de Santa Anna con gobiernos neoliberales de ahora. Y nuevamente la señora Kolonitz: ``Aprovechándose de la anarquía y de la impotencia del imperio [se refería al México de entonces] y sin que se les hubiera dado ningún pretexto para hacerlo, los americanos del norte sorprendieron en 1846 al pobre país, y penetrando hasta la ciudad de México impusieron una paz vergonzosa por la cual se quedaban con más de la mitad del imperio [es decir de México]''.
En medio de este caos el poder cree saber lo que está haciendo. El presidente Zedillo está en campaña, con grandes recursos públicos, en favor de su partido. Se posponen soluciones, como es el caso de los acuerdos de San Andrés sobre los derechos indígenas; se aprovechan las divisiones de la oposición y la apatía y desgaste (económico y anímico) de un pueblo que no había vivido tanta incertidumbre en los últimos 60 años. Se apuesta todo, desde el poder, para mantener éste y con ello garantizar la continuidad del proyecto ajeno del neoliberalismo, asumido como propio por la tecnocracia que gobierna el caos para que éste siga mientras los grandes capitales, a manotazos y sin limitaciones legales, se llevan los despojos a sus arcas cada vez más grandes.
En este caos, en esta crisis de todo lo que antes nos hacía pensar que teníamos país, se llevarán a cabo las elecciones que podrían definir el nuevo régimen que se está conformando sobre las ruinas todavía humeantes del anterior. Pero ni el viejo régimen termina por desaparecer, ni el nuevo por consolidarse. Es la transición hacia no sabemos dónde, en la que los mejores pescadores, los mejor organizados, se llevarán las ganancias de lo que quede, pues el país como nación a muy pocos --en la cima de la sociedad-- les importa.
Lo importante se diluye en la anécdota, como en todos los momentos de caos e incertidumbre, pero bajo esta superficie de frivolidades y corrupción se organiza el pueblo esperando su momento. Y este momento se verá pronto, en el voto ciudadano y en la recomposición de las organizaciones sociales también en crisis. ¿Será?.